lunes, 30 de abril de 2007

LA INSTITUCIONALIDAD EN EL ECUADOR Y SU RELACIÓN CON LA INGENIERÍA

(primer foro nacional de Ingeniería)

Sin duda alguna uno de los problemas que más influye en la crisis de todo orden que vive el país: llámese moral, económica, política, social, administrativa, educativa, etc., es el de una manifiesta debilidad de la institucionalidad democrática, los ecuatorianos sentimos incertidumbre, confusión, desesperanza, desánimo, pérdida de autoestima, y eso responde en gran medida, a que percibimos existen falta de garantías, ausencia de protección de instituciones y autoridades; como que no tenemos a quien recurrir o pedir se respeten nuestros derechos ciudadanos o que al menos no se lesionen nuestras garantías fundamentales, eso produce algo de ira al conocer tan amarga realidad y produce un sentimiento de impotencia para cambiar o mejorar las cosas en el país. No se trata de forjar o dramatizar diagnósticos, si queremos hacer un análisis correcto y concreto de la realidad, hay que evitar maquillar con palabras la verdad, la situación es un poco más simple, pero son justamente estas situaciones que parecen simples y a las que damos poca atención o importancia, las que encierran un profundo contenido y en definitiva son las respuestas de lo que todos aspiramos, sabemos, percibimos, aquello nos obliga a identificar ese factor real que no podemos ignorar o soslayar, pues ahí se encuentra “la punta del hilo” que nos permitirá deshilar la madeja de los elementos y circunstancias que están influyendo en nuestra penosa realidad y creciente crisis.
Cuál es el nudo del problema al que nos referimos, comencemos por el principio, el Ecuador es un Estado, ese Estado somos todos los ecuatorianos que hemos voluntariamente resuelto vivir en el territorio ecuatoriano y por ende nos hemos obligado a respetar el ordenamiento jurídico que es el que determina la forma de su organización. El régimen político administrativo que nos rige, los derechos y deberes que todos sin distinción tenemos, es el que regula las relaciones entre gobernantes y gobernados, por ello, los invito a los asistentes a este seminario, a que nos detengamos a reflexionar en esta disposición simple que consagra el primer artículo de la Constitución Política del país, y que me permito leerla para refrescar la memoria, lectura que hago porque no voy a usar los medios audiovisuales que la tecnología moderna nos pone a disposición para tratar de orientar mejor una exposición, para facilitar la explicación de lo que se quiere comunicar, para volver más didáctico el mensaje que deseamos transmitir, pero pidiendo las excusas del caso para no utilizar esos medios, en razón de que me formé con otro tipo de métodos que se utilizaron en el proceso enseñanza-aprendizaje, me limito a compartir con el selecto auditorio lo que dispone la primera línea de nuestra ley fundamental “el Ecuador es un Estado social de derecho”, ahí se define la clase de régimen en vigencia, ahí se nos está señalando que vivimos en un régimen de derecho y el derecho como ciencia, establece regulaciones a las que deben someterse las conductas de personas, el derecho en la práctica se expresa a través de la ley, que es desde un punto de vista doctrinario la que regula la convivencia humana, convirtiéndose en el instrumento más idóneo para normar las relaciones entre las personas individualmente consideradas y entre éstas y las autoridades, instituciones o el conjunto de la sociedad, ello confirma un hecho inequívoco, es imperativo que todos sometamos nuestro comportamiento a las normas legales vigentes, de lo contrario cada cual haría lo que le parece o conviene y eso implica construir una sociedad anárquica o en otras palabras destruir todo vestigio de convivencia civilizada. Surge por elemental deducción la pregunta, los ecuatorianos adecuamos nuestra conducta a lo que dice la ley o en el país lo que funciona es la presión, las influencias, a veces el chantaje, la coima, el irrespeto, el abuso, dejando a un lado el derecho, para llegar a la triste realidad de que lo que prevalece es anteponer conveniencias personales o de grupo, las visiones individuales o de sectores, los intereses facciosos sacrificando con ello el interés nacional, desnaturalizando la democracia que tiene como único mecanismo de solución de controversias de intereses, de conflictos o desencuentros sociales, la mediación de la ley. Tal es el nivel de irrespeto al régimen de derecho que se vive en el país, que me permito recordar que han habido dirigentes políticos que con toda desfachatez, sin que haya existido la debida reacción ciudadana, han expresado sin reservas “yo hago lo que me da la regalada gana”. Formulo una reflexión: qué es lo que se está sosteniendo con ésa expresión, no me importa absolutamente nada ni nadie, lo que piense el resto, no me importa lo que diga la ley, sólo me interesa lo que yo creo, lo que a mí me conviene, lo que beneficia a mi familia, a mis partidarios, a mis amigos cercanos, y cuando actuamos así, ya no estamos obrando dentro del campo del derecho, sino que estamos agrediendo el interés colectivo, estamos lesionando gravemente el sistema o régimen democrático que legalmente rige la vida del país y eso significa infligir o violar la ley, es decir es un acto o actitud ilegítima que efectuada por una autoridad o por un dirigente implica un muy mal ejemplo para el resto de ciudadanos que también se contagian y también buscan obrar de igual manera.
A la democracia hay que conservarla, hay que protegerla, hay que enfrentar sus adversarios, si es que queremos que el derecho impere en el país, caso contrario nos estamos auto engañando, creyendo que vivimos dentro de un régimen democrático y lo que vivimos es un régimen de arbitrariedades, de conveniencias personales, de abusos, de aprovechamiento de los más audaces, de los más atrevidos, e incluso de los más cínicos e inescrupulosos. En otras palabras, se da ventajas a la insolencia, a lo irracional, a lo violento. Por ello insisto, si somos sinceros, si queremos vivir dentro de un régimen realmente democrático, tenemos que someternos al imperio de la ley y del derecho, a tomar conciencia plena de nuestras facultades y de nuestros deberes y responsabilidades, felizmente el derecho nos confiere atribuciones, pero también nos señala obligaciones; es decir consagra reciprocidades y eso es beneficioso para todos.
No se trata de sostener algo que todos los que estamos en este auditorio lo sabemos, porque estamos conversando con personas inteligentes, porque estamos hablando con personas que sí conocen la realidad del país, porque estamos hablando con personas que sí han tenido la oportunidad de prepararse lo suficiente, como para no advertir por dónde estamos caminando los ecuatorianos, para no darnos cuenta que transitamos por rumbos confusos, inciertos, que es evidente carecemos de metas definidas y eso equivale a deambular, a perder de vista nuestro destino como país, a desmoronar la esperanza, a renunciar a buscar un futuro mejor, menos injusto y más solidario, por ello no enfrentar nuestros males equivale a resignarnos a una especie de “suicidio social”.
Históricamente se ha repetido que el Ecuador es como una nave al garete, que tuvo y tiene afortunadamente a su favor la suerte de contar con una naturaleza que siempre lo favoreció, que siempre fue generosa, eso es indiscutible. No estoy dentro del coro de críticos negativos y pesimistas, no es nuestra forma de pensar y actuar, aportando a nuestro drama con sabor a tragedia, ese tipo de personas abundan en el país, el Ecuador no busca encontrar culpables, necesita y con urgencia encontrar responsables de su presente y su futuro, lo que hemos querido en tan selecto foro es cumplir con nuestro deber de advertir o identificar donde están las causas de un indebido comportamiento que está matando el porvenir de los jóvenes, que está derrumbando el ánimo, que está terminando con el optimismo, que está acabando con todo vestigio de esperanza. Sin el ánimo de acusar a persona alguna en particular, porque no soy de los que creo que hay que satanizar nada en particular ni a nadie en especial, pero sí con el ánimo de intentar encontrar la raíz del mal, lo que yo sí observo y lo encuentro evidente es que lamentablemente la dirigencia política no le respondió al país de acuerdo a sus expectativas y anhelos, estuvo y sigue estando muy por debajo de los retos y desafíos del exigente y competitivo mundo contemporáneo, desafortunadamente hemos degradado la práctica de la política aquello nos duele, porque debemos aceptar: la política es la actividad humana más noble, en cuanto significa posibilidad de servir a los demás, en cuanto significa la más elevada vocación de solidaridad y de servicio, aquello exige sacrificios de todo orden, pero lo que nosotros observamos es que existen grupos politiqueros que sólo les interesa saquear la ya escuálida caja fiscal y perjudicar impune e insensiblemente a la mayoría de ecuatorianos.
Insisto en mi afirmación y vuelvo a interrogarme cuál ha sido y es nuestra dura realidad, la respuesta es evidente, la clase política ha limitado sus esfuerzos a buscar como ganar una elección, volviendo la democracia un sistema meramente electoralista donde el dirigente político se acuerda del pueblo ecuatoriano en épocas de elecciones, luego sólo busca convertirse en un personaje experto en maniobras, en pactos “de toma y daca”, en componendas, en conciliábulos entre “gallos y media noche”, en inconsecuencias ideológicas, en traiciones a partidos y amigos, es decir lo que importa y se discute: qué es lo que le toca a cada cual en el reparto de cuotas de poder, qué es lo que le toca en el reparto de cargos para amigos y familiares, qué es lo que le toca en el manoseo incorrecto e ilegítimo del pastel presupuestario, “qué obra o contrato” se puede conseguir para ganarse “una comisión” y enriquecerse injustificadamente perjudicando el interés nacional. En ese escenario, los más audaces los que son un poco más avezados se llevan la mejor parte, y a otros les toca al menos las migajas del poder político que ejercen, con lo cual lo único que se está logrando es volver cada día más insoportable la supervivencia de los ecuatorianos, deteriorar las condiciones de vida del conjunto de la sociedad, el que exista un empobrecimiento progresivo de los que viven de su trabajo honrado, el que crezca el desaliento y la falta de fe en el país. Por ello es triste observar como los ecuatorianos más laboriosos y humildes no encuentran otra opción que salir del país, desarraigarse de su tierra, abandonar y sacrificar su familia, mientras el país lejos de reaccionar ante tan duro drama humano, se entretiene en una vaga dicotomía entre el escándalo y la impunidad, optando lamentablemente por aceptar actos de corrupción política que por el daño que causan al país, al menos debiera merecer el más severo desprecio de la gente digna y honorable hacia quienes nos causan tanto daño. Los que ejercen el poder sabiendo lo que hacen se contentan con exhibir cifras que nos señalan que esos ecuatorianos envían fuertes sumas de dinero para ayudar a mantener a las familias que dejaron y en definitiva en ayudar a mantener al país, pues ese dinero circula y se gasta entre los ecuatorianos y en consecuencia vigoriza nuestra economía.
Hace pocos días el país recordaba la fecha aniversaria del nacimiento de quien merece llamarse con todo merecimiento y razón “el padre de la patria”, el Libertador Simón Bolívar, él decía en una de sus célebres frases “un buen gobierno es aquel que entrega a su pueblo la mayor suma de estabilidad, la mayor suma de tranquilidad y seguridad posible y la mayor suma de bienestar general”, qué nos estaba recomendando el Libertador, procuremos vivir en un ambiente de estabilidad, sin estabilidad 1o que existe es incertidumbre, desconfianza y aquello es negativo para el desarrollo y para mejorar nuestras condiciones y calidad de vida, de tal manera que en el aspecto individual o colectivo la estabilidad es básica para tener mejores posibilidades u opciones de progresar, resulta en consecuencia altamente peligroso apostar al desorden social, a la protesta estridente y grotesca carente de propuestas alternativas, con lo cual en último término lo que se ha logrado es convertir en realidad aquel adagio “en río revuelto ganancia de vividores” a la estabilidad hay que agregar según la frase comentada, algo de lo que también carecemos, seguridad o tranquilidad, sin sentirnos tranquilos o seguros lo que experimentamos es desasosiego, es tener una percepción de no saber que nos puede ocurrir o suceder en el corto o mediano plazo. Es inclusive abrir las puertas al temor y cuando tenemos temores resulta muy difícil y duro poder desarrollar nuestros proyectos o metas, finalmente nos decía Bolívar procurar la mayor suma de bienestar general, esto es, que todos vivamos con un relativo confort, no se trata de que todos seamos iguales en el sentido literal de la palabra, aquello no existe, siempre existirán unos que tienen mejores posibilidades, oportunidades o en definitiva mejores recursos, más capacidad, mayor habilidad, más destreza, son más especializados o en definitiva una personalidad mejor formada, que les permite aplicar con mejor criterio y resultados lo que saben en sus actividades y lo importante en la vida no es solamente saber algo en teoría sino saber aplicarlo en la práctica, en consecuencia lo que debe buscarse es que no existan tratamientos desiguales en razón de ideologías, género o condición social, lo que se desea es que todos vivan tranquilos y sin razones valederas para estar descontentos, lo que se quiere es que exista armonía social, por ello no es justo ni equitativo lo que sucede en el Ecuador, donde cada vez menos personas tienen mucho o demasiado y cada vez más personas tienen menos o nada, esto es, se observa una notable inseguridad social, una ascendente pobreza colectiva, hay una tendencia hacia la pauperización social, por ello un buen gobierno debe buscar un bienestar general o compartido, dándole a cada cual la posibilidad de vivir en un ambiente de paz y de la mayor equidad y libertad posible.
Del somero análisis efectuado queda claro que en el Ecuador no existe una confiable institucionalidad democrática, la cual tiene su principal causa y origen en la falta de respeto a la ley, irrespeto que se da lamentablemente en primer lugar por quienes están obligados a dar ejemplo de apego y sometiendo al régimen jurídico imperante. No se puede hacer distingos ni excepciones, ni el poder Ejecutivo en sus diversas instancias, ni el poder Legislativo, ni el poder Judicial, y junto a ellos los supra organismos del Estado, como el caso de los órganos de control y el Seguro Social, son respetuosos del cumplimiento de la ley, generando con ello una cultura social donde cada cual se considera titular de derechos, pero no sujeto de obligaciones, o en definitiva cada cual se cree en el derecho de opinar o afirmar lo que piensa, de pedir o exigir lo que le favorece personalmente creándose un ambiente donde lo individual se antepone a lo colectivo, en síntesis lo que menos importa es el país y a eso no tiene derecho ningún ciudadano por justificada que parezca su posición.

Algunas ideas o sugerencias
No estoy para inventar soluciones a problemas reales que no sólo los conocemos sino que los vivimos, no se trata de idear fantasías o encontrar recetas mágicas a problemas que más responden a conductas o comportamientos que tenemos los ecuatorianos frente a nuestra triste realidad. He sostenido que desafortunadamente el Ecuador camina y se debate en un grave dilema que lo empuja hacia un abismo cuyo destino es profundizar la crisis, desgraciadamente la mediocridad y la corrupción han ganado terreno y se han enquistado en la conducta de quienes conducen la nave del Estado, contaminando peligrosamente a un importante segmento ciudadano y cuando esa mediocridad y corrupción se apodera de quienes manejan o tienen influencias en el poder político y económico, es virtualmente imposible y quimérico que desde ese mismo sector nazcan soluciones a esta grave crisis que soporta el Ecuador, ello explica el recurrente desengaño y decepción que los ecuatorianos sienten de los gobiernos de turno, a quienes la verdadera opinión pública (no el público que gusta de la comedia de la vida y que lo ofrezcan soluciones milagrosas), los sindica como autores cómplices o encubridores de la tragedia nacional, porque sin retroceder demasiado en el tiempo, al menos es visible que desde el boom petrolero de inicios de la década de los años setenta, se han sucedido gobiernos civiles y militares y todos son culpables del pecado de perjuicio al país, en unos casos por acción y en otros por omisión, llevando al Ecuador a que tenga condiciones de vida tan bajas o deterioradas, que analistas internacionales las comparan con las que exhibe Haití, el país más deprimido de América Latina y El Caribe.
Dentro del sustento que procuro utilizar para mi razonamiento, recurro nuevamente a la ley fundamental del Estado y en el Artículo 3 de la Constitución se señalan sus deberes fundamentales y ahí se estipula que el primer deber del Estado “fortalecer la unidad nacional respetando la diversidad”, en esa disposición nosotros encontramos una de las claves por las cuales históricamente el Ecuador deambuló sin objetivos nacionales que nos unan y que exhibe como resultado una intermitente inestabilidad reflejada en una sucesión de gobiernos democráticos y dictaduras civiles y militares, que han producido 19 Constituciones, de tal manera que cambios de orden legal han existido multiplicadamente y en exceso, por ello hay que intentar un cambio de rumbo en el señalamiento de objetivos de país y ese cambio nos impone respetar la diversidad, diversidad que tiene una arraigada connotación de orden étnico - cultural, el Ecuador es un país diverso y su gran fortaleza de la que nos ufanamos con frecuencia está exactamente en esa rica y variada diversidad, que lo convierte en un país de excepción. Cómo lograr convivir unitariamente dentro de esa diversidad, respetando justamente libertades y derechos de las distintas regiones o comunidades del país, por eso también pienso que la Constitución es acertada, cuando estimula procesos de descentralización, que en mi opinión podrían avanzar hacia un régimen de autonomías como el que tiene España o hacia un régimen federado que tan buenos resultados ha dado en otros países que contrariamente a lo que parece, lejos de desunir, une a los pueblos, a manera de ejemplo podemos señalar el caso de un pequeño país (con una extensión territorial semejante a la que tiene la provincia del Guayas), que está dividido en veintidós cantones, parecido al Ecuador, en cuanto estamos divididos en veintidós provincias, optó por un sistema federado en el orden político - administrativo y se ha convertido en una gran potencia mundial, como es el caso de Suiza, o el salto cualitativo que ha tenido España después que la clase política entendió la necesidad de dialogar y ponerse de acuerdo a través de establecer un régimen de autonomías creando diecisiete regiones autónomas, otorgando el suficiente poder a los gobiernos locales o seccionales para impulsar multiplicadamente un desarrollo del que hoy día disfrutan los españoles dejando en claro que un régimen de autonomías o federado lejos de hacer perder o disminuir el amor por la patria, lo fortalece, a manera de ejemplo un estadounidense, un alemán, un brasileño, un mexicano etc., que tiene regímenes federados de gobierno, estoy seguro sienten más afecto y se identifican más con su país que ciudadanos de otros Estados que no lo tienen, porque un trato igual o equitativo une y no desune, por ello creo firmemente que la descentralización progresiva y controladamente implementada se convierte en un imperativo de tal manera que la autonomía o el régimen federal es una alternativa que debe ser estudiada y debatida en el Ecuador, si es que nosotros admitimos nuestra diversidad y si es que queremos edificar un país moderno y renovado para el siglo XXI.
Otro de los factores que sin duda alguna abona en favor de la crisis que sufre el país, es el relacionado con la demagogia, que es igual a la mentira, al sofisma, a la retórica vacía de contenido y trascendencia, a la oferta irresponsable y calculada. Lamentablemente en el Ecuador prevalece una acentuada tendencia de una forma de hacer política, donde el político se acostumbró a no decirle al país lo que debe decirle, sino lo que conviene escuchar al elector, el cual a su vez se acostumbró a oír promesas redentoras o en último término a recibir dádivas e incluso coimas en acto de evidente corrupción al y del elector. Como lo afirmaba en líneas anteriores nuestros dirigentes políticos no piensan en el futuro del país sino en las próximas elecciones, al Ecuador le han faltado y esto lo remarco, verdaderos estadistas, pues haciendo salvedades históricas como el caso de Eloy Alfaro, cuya vida de gobernante ha trascendido su existencia vital, y unos pocos presidentes que cumplieron honorablemente con el país durante el periodo de su mandato, el Ecuador ha vivido unido al fatalismo de una frase histórica pronunciada cuando se terminó con el extranjerismo representado por Juan José Flores “último día del despotismo y primero de lo mismo”, el Ecuador ha renovado ilusiones, se ha entusiasmado con cambios de gobiernos, pero el país ha seguido igual o peor que antes. En el análisis de lo nocivo que es la demagogia que en el fondo produce el más grave acto de corrupción pues explota intencionalmente la necesidad de los más débiles, recurro a un bien logrado pensamiento de Stefan Sweig “en la demagogia cohabitan impunemente la mentira y el robo”, lo cual es exacto, pues con el imperio de la demagogia ya no se alcanza a distinguir que es verdad y que es mentira, quien es honesto, y quien es pícaro, y eso es justamente lo que nos sucede a los ecuatorianos, que en el fondo vivimos engañados o auto engañándonos y esto hace que se vuelva inviable la posibilidad de recuperación del país.
No puedo también dejar de señalar porqué esto nos afecta a todos, la falta de estímulos al sector productivo, sector que es el gran generador de bienes y servicios con el cual se satisfacen las necesidades de los doce millones de ecuatorianos, con lo cual se alimenta al país, hago referencia señalada del sector productivo auténtico, como lo son los sectores agropecuario y pesquero, pero este sector productivo no solamente que no es estimulado a través de lo que se le ofrece repetidamente y nunca se cumple, brindándole o facilitándole asistencia técnica o crediticia, sino que es un sector que se encuentra huérfano de toda clase de apoyo y lo más grave es que no solamente no se le presta ninguna atención, sino que es constantemente agredido en sus costos de producción con gravámenes como el aumento de precios de combustibles, aumento de tarifas en la energía eléctrica, en definitiva aumento de precios de servicios básicos, o en otros casos por la vía de aumentar tributos, con todo lo cual de manera directa o indirecta, aquella afectación al sector productivo, va repercutiendo en las condiciones de vida de los ecuatorianos, por ello sostengo que mientras no entendamos que al sector productivo no se le puede aumentar costos, simple y llanamente no solamente que no estamos ayudándolo, sino que lo estamos agrediendo injustificada y abusivamente y con ello volviendo más distante las posibilidades de bienestar del país.

Conclusión
Queda claro todo por lo expuesto que el Ecuador tiene una frágil institucionalidad jurídica, lo que explica que nada está seguro ni nadie tiene las suficientes garantías ciudadanas pensar en un cambio que surja de los actuales detentadores del poder político o económico que son los beneficiarios y usufructuarios de la actual situación, es simplemente iluso. Qué nos queda, la solución es compleja y demanda clara visión de la realidad del entorno en que vivimos, del escenario nacional e internacional, y por supuesto requiere una decisión firme para enfrentar el enraizado mal que tiene enfermo al país. Requerimos una doble gestión: de una parte, que la sociedad civil organizada a través de sus legítimos representantes analice la profundidad y gravedad de la crisis del país e intente plantear soluciones consensuadas, y de otra parte, que desde esa sociedad civil organizada se escoja un líder que haya demostrado probados merecimientos ciudadanos y tome la bandera de rescatar al país de las garras de la corrupción y la mediocridad.
A qué sociedad civil me refiero: a universidades, medios de comunicación social, colegios de profesionales, organizaciones de mujeres, organizaciones de derechos humanos, sector empresarial, sector social representado por organizaciones indígenas y laborales, incluyendo a las fuerzas armadas, todas las cuales nombrarían uno o dos delegados de una calidad moral y humana, que serían los llamados a viabilizar una propuesta de un Ecuador renovado que rompa con su dependencia de una actitud de desencanto y comience a pensar positivamente en su desarrollo y bienestar futuro.
Por qué la sociedad civil organizada se nos preguntaría, porque cuenta con personas conocedores en su campo de especialización y un Estado moderno debe ser un Estado técnico, por ello sostengo la inaplazable necesidad de cambiar el modelo de administración del Estado, que buscando la cooperación en el sector público de profesionales o expertos en las distintas áreas pueden efectuar una eficiente administración pública. El actual modelo de administración vigente en el Ecuador, ha convertido al Estado en un ente dadivoso, paternalista, y en otros casos como un Estado exageradamente reglamentarista, arbitrario y en ocasiones favoreciendo de acuerdo a criterios de funcionarios de turno intereses de particulares, perjudicando el interés nacional, ese modelo de administración en el fondo ha contribuido a institucionalizar una abusiva aplicación y hasta la interpretación de la normatividad jurídica, fomentando con ello la inseguridad jurídica o patentando la frase de una administración pública que “fabrica dificultades para vender facilidades”, en resumen hay que avanzar hacia un modelo de administración donde el rol del Estado sea el de facilitador y estimulador de la reactivación económica y social, de árbitro de controversias interpersonales o de personas con entidades públicas, de regulador desde el punto de vista macroeconómico y social de las actividades individuales de personas o entidades particulares, sin perjuicio de profundizar la descentralización del poder político al que antes hice referencia.
En el contexto indicado los profesionales de ingeniería al igual que todos los ecuatorianos realizan esfuerzos aislados por tratar de superar circunstancias que le son adversas, en una economía deprimida, en un ambiente político que lejos de brindar confianza asusta, en una sociedad donde la pobreza y el desempleo crecen, donde la moneda se ha depreciado tanto que hasta llegó a desaparecer para adoptar una moneda extranjera, el campo de acción de la ingeniería tiene inmensas limitaciones por la dura crisis que vive el país, pero tiene al mismo tiempo inmensas posibilidades por ser una profesión eminentemente técnica y si el Ecuador se decide transitar por la ruta de una modernización y la estructuración de un modelo de administración tecnificada del Estado, la ingeniería tendría grandes opciones de contribuir de manera protagónica en la recuperación del país.

Quito, 12 agosto del 2003

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