martes, 22 de septiembre de 2009

Hacia una nueva sociedad o una tercera Reforma Universitaria

Justamente París, que ostenta con legítimo orgullo la merecida membrecía universal de "Ciudad Luz" por haberle tocado ser la sede histórica donde se consolida el proceso de instauración del régimen democrático de gobierno en el mundo entero, terminando para siempre con el sistema prevaleciente en la edad media, caracterizado por regímenes dirigidos por la voluntad omnímoda de Reyes, de los llamados señores feudales y los poderes eclesiásticos puestos al servicio de las oligarquías políticas y económicas, convierten a esta ciudad en la cuna de la más trascendente de las transformaciones que ha experimentado la humanidad, como fue la Revolución Francesa cuyo más notable legado es haber consagrado la declaración de los derechos humanos como permanente garantía en la vida de los seres humanos, tan válido es este hecho histórico, que aun en los regímenes dictatoriales más opresivos y totalitarios, nunca se atrevieron a dejar de promover como política de Estado, la protección y defensa de los derechos humanos, aunque en la práctica aquello no correspondiera a lo que se proclamaba, sin que esa posición reste valor al episodio que destacamos con tanto énfasis y convicción.

A esta misma y hermosa ciudad, tan enriquecida por sus gestas históricas, también le pertenece ser la abanderada de un movimiento generado justamente por su juventud universitaria en 1968, cuando sus calles fueron tomadas para levantar trincheras de lucha, proclamado una Segunda Reforma Universitaria, que proponía un cambio que buscase terminar con el elitismo en las Universidades y consagrar la democratización de la enseñanza, degenerada por los traficantes de la credibilidad de los jóvenes, al desviar el legítimo reclamo del derecho a la igualdad de posibilidades a la educación superior en un proceso de masificación y facilismo, no compatibles con ese movimiento de ideales renovadores, que buscaba básicamente se respeten el derecho de todos de acceder a la Universidad, de acuerdo al claro dictado del artículo 26 de la Declaración de los Derechos Humanos, rompiendo de esa manera con inaceptables privilegios que favorecían a personas con influencias políticas y económicas, reclamando de otra parte una diversificación de la oferta educativa en el nivel superior y tecnológico que rompiese con la esclerosis educativa en este subsistema de la educación y la acoplara a las demandas sociales de la última etapa del siglo XX; una reforma destinada a revaluar el título profesional y exigir que la Universidad se preocupase por el destino del egresado de sus aulas en el ejercicio profesional, consciente de que el egresado o el profesional es el producto que entrega al mercado social, y otros planteamientos que no se limitaban al aspecto puramente educativo, si no que inclusive luchaban por propuestas de tan trascendentes efectos sociales como aquel pensamiento cimero, de "la imaginación al poder" o el de la equidad de género que colocase a la mujer en igualdad de derechos y condiciones que los hombres.

Lo anteriormente expuesto hace que meditemos profundamente sobre el verdadero contenido, alcance y posterior repercusión y beneficio que pueda obtenerse de esta Primera Conferencia Mundial que sobre educación superior ha organizado la UNESCO, en claro concepto innovador y actualizado de sus políticas, impulsadas por su ejecutivo, brillante y visionario Director Dr. Federico Mayor. Me atrevo a sostener ante tan altísimo auditorio, que es desde la educación superior donde efectivamente comienza a construirse la pirámide del desarrollo social, soportado por la formación de un recurso humano provisto de conocimientos técnicos, científicos, culturales y sobre todo seres humanos, lo cual le permita ser a la Universidad lo que le corresponde ser, el núcleo matriz donde se forjan y producen los nuevos dirigentes y líderes del mañana.

Estos antecedentes, expresados a manera de preámbulo, que pretenden ubicar y situar este foro en el correcto debate para el que nos hemos convocado, que nos permiten además refrescar gratos recuerdos del pasado que no debe olvidar la memoria colectiva, tan necesario para países como los latinoamericanos cuyos pueblos son tan frágiles en la pérdida de su memoria histórica, nos obliga a que reflexionemos detenidamente, que solamente en la medida en que la Universidad actúe dentro de lo que puede y debe hacer en el ámbito de su competencia, atribuciones y deberes, asumiendo su cometido irrenunciable de rectorar el pensamiento social y penetrar en la profundidad de la identidad y realidad de una comunidad o nación, que no los puede excluir de sus ulteriores fines, que no la limitan a una gestión meramente educativa cuyo destino no puede reducirlo al interior de sus predios, sino que también es factor esencial de sus deberes, liderar la orientación de la conciencia ciudadana, asumiendo su condición de escenario social de la verdad, de una verdad que tiene que ser entendida no como producto de apreciaciones subjetivas, o de creencias o ideas personales, sino aquella que emerge del análisis o investigación objetivamente realizado del testimonio documentado, sustentada con el amparo del rigor científico, técnico y vivencial, para que como consecuencia de ese análisis de hechos que la respalden, haga posible demostrar que nuestras afirmaciones o conclusiones no son producto de dogmatismo o meras subjetividades, sino que sí estamos transitando por el camino de contribuir a forjar una Universidad, que con un accionar enmarcado en su destino histórico, pueda convertirse en lo que le corresponde ser, según muy clara conceptualización del indiscutible modernizador de la UNESCO, su ya mencionado actual, Director, que propuso con honda filosofía en una de sus múltiples ideas creativas, que la Universidad debe ser "la conciencia de la sociedad".




Las ponderaciones anteriores de ninguna manera, están separadas y al contrario se acoplan íntimamente a ellas, esto es, a la trilogía de líneas maestras que fueron propuestas en la primera reunión preparatoria de esta Conferencia que se realizó en La Habana en noviembre de 1996, pues nuestra posición persigue y está formulada en función de realidades presentes, pero con una óptica que coloca su mirada en el futuro y no en el pasado. Por ello es válido que en esta parte recurra a la sabiduría de ese gran filósofo de la vida como lo fue Ortega y Gasset, que sostenía "que la historia es como una melodía que para poderla entender y disfrutar hay que contarla o cantarla completa y así poderla apreciar debidamente". Aquella trilogía de principios planteados en la reunión de La Habana: pertenencia, calidad e internacionalización, fueron escogidos con la extraordinaria claridad mental para su debate y desarrollo por el CRESALC, pues son sin duda alguna, efectivamente los conceptos que reclama la sociedad contemporánea sean debidamente implementados, en el cambio que se reclama en la educación superior, advirtiéndonos que en un mundo donde la interrelación es una constante insoslayable por la dinámica del avance de la tecnología de los medios de comunicación, quien tiene en primer lugar la necesidad imperiosa de admitirlo, en cuanto forma recursos humanos no para el pasado sino para el mañana, es la Universidad, que está obligada a ser interactiva, visionaría, actora y no simple espectadora a la distancia del devenir de acontecimientos colectivos, si es que no quiere seguir cometiendo el error de usar y abusar de su autonomía para enclaustrarse en sus predios y seguir reclamando la paternidad de un conocimiento repetido y hasta innovador, pero simplemente discursivo, cuya producción la limita al consumo interno de sus estamentos de docentes, estudiantes, y funcionarios, y lo que es peor, en muchas ocasiones puesto al servicio diminuto y reducido de algunos intereses facciosos políticos-partidistas. Por ello resulta incuestionable y procedentes que tengamos que advertir que aquel trípode de criterios sobre los que giró la reunión de La Habana, no pueden dejar de ser vinculados o enlazados a los anhelos presentes y futuros de las sociedades contemporáneas, poniendo la proa de nuestro rumbo hacia el mañana y no anclarlo al de las actuales circunstancia ni mucho menos volver estéril su irrenunciable obligación histórica de preparar las nuevas generaciones buscando absurda e inversamente revivir un pasado, que nos sirve en el mejor de los casos, de ejemplo o antecedente para sustentar adecuadamente nuestros análisis y proyectos, pero jamás como propósitos u objetivos de nuestra acción. Ello equivaldría a traicionar a la juventud preparándola para situaciones pretéritas imposibles de ser revividas, para tiempos y circunstancia que filosóficamente jamás serán idénticas y que es contranatural pretender vuelvan a existir, el pasado no se lo puede revivir.

En efecto, cuando hoy día la confusión es de tal nivel que todo el mundo opina de todo y termina por no llegar a conocer ni saber de nada, cuando el simple y añejo pero igualmente sabio refrán de "Zapatero a tus zapatos", ha sido olvidado del léxico cotidiano, nos parece absolutamente acertado que la pertinencia sea el primer eje sobre el cual las Universidades debatan y concilien la propuesta de sus acciones, comenzando por ubicarlas dentro lo que es el ámbito de su competencia, de lo que es su visión, de una realidad que no puede ser oculta, no dejar de ser expresada; cuando no podemos dejar de reflexionar que estamos en el umbral de una nueva etapa de la sociedad, de un nuevo modelo de Estado y por ende ello nos obliga que en esta reunión de París arribemos a propuestas concretas nacida de consensos mínimos que permitan implementar una Tercera Reforma Universitaria y Politécnica, una propuesta vinculada inexcusablemente a lo que debe ser la sociedad del siglo XXI, planteamientos que debemos formularlos dentro de lo que es nuestra capacidad de gestión, de nuestras atribuciones, sin invadir campos de acción de otros sectores, efectuando análisis que nos corresponde realizar, que no traspasen la frontera de lo académico, de lo científico de lo eminentemente técnico, de lo cultural, entendida esta última palabra en el más amplio sentido de su importancia y contenido. Insistimos en una propuesta de lo que puede y debe hacer la Universidad pero sin olvidar que somos parte de una sociedad.

Si hemos de ser consecuentes con los principios que inspiraron la Primera y Segunda Reforma Universitaria, cuyas motivaciones que las promovieron tenían como denominador común una educación de calidad, planteada certeramente como segunda tesis para la discusión y el análisis en la Conferencia de La Habana, conscientes que la calidad es insustituible, que es la que separa y distingue lo bueno de lo defectuoso, lo que tiene valor de lo que no lo tiene, lo trascedente de lo intranscendente, lo aparente de lo real, sostenemos sin ambages ni dubitación alguna que la calidad no tiene reemplazo, que la educación tiene que ser buena y de calidad para ser realmente orientadora y formadora de conciencias y personalidades constructivas y útiles que contribuyan a edificar una sociedad donde la práctica de los valores humanos y el bienestar colectivo puedan ser factibles.

Ello nos conduce como entes de educación superior a tener una preocupación responsable por lo que nuestros profesionales o egresados puedan hacer dentro de la sociedad. No es suficiente el preocupamos por el egresamiento o titulación del alumno, la responsabilidad de la Universidad debe también incluir el destino social de quienes educa en sus aulas, que son al fin de cuentas el producto que entregan al mercado ocupacional y social, por ello deviene necesario acentuar nuestros esfuerzos en función de lo que la época presente demanda, no podemos en esta hora histórica dejar de admitir que la capacidad, la solidez de una preparación, la calidad en la formación de una persona no sólo le permite ser más competitivo en el mejor sentido de la palabra, en esta época de transición de fines de siglo, sino que al mismo tiempo le facilita una más amplia visión de un escenario social, donde justamente lo que más hace falta es advertir con claridad el camino a recorrer en el mañana porque vivimos en "tiempos nublados", para recoger las palabras precisas y honrar la memoria de ese ilustre pensador y literato latinoamericano recientemente fallecido, el mexicano Octavio Paz, que con su amplio bagaje intelectual y recorrido por la vida, no veía despejado el horizonte del porvenir.

No podemos dejar de reconocer que si bien los entes académicos no tienen capacidad de decisión política en el enfrentamiento y solución de los problemas sociales, económicos, administrativos y aún educativos, reiteramos nuestra tesis de que en cambio si están obligados a entregar criterios técnica y científicamente sazonados, que orienten la solución de dichos problemas. La gestión universitaria no puede agotarse en la producción de conocimiento y sabiduría para ser consumida al interior de sus propios claustros, volviendo estéril su inmensa capacidad de influencia en el mundo de las sociedades humanas. Por ello en este foro oportunamente convocado queremos llamar la atención y remarcar que no tiene sentido hablar de una buena educación si no se traduce en un aporte real y consistente de amplio beneficio socio-económico que ulteriormente contribuya al mejoramiento de las condiciones de vida de las colectividades donde desenvuelven sus actividades los centros de educación superior. Para abreviarlo, la vinculación Universidad-Sociedad es consubstancial e indisoluble en materia educativa y mucho más en la educación superior, quizás este sea uno de los principales problemas de la educación de estos tiempos.

Pero la calidad no es ni puede reducirse a un mero enunciado teórico o a una simple afirmación sin respaldo alguno que amerite tal afirmación La calidad implica poseer un conjunto de virtualidades, una formación personal sólida, impermeable a desvíos y tentaciones que nos va presentado la vida, un acervo de conocimientos diversos y al mismo tiempo concreto de hechos, realidades y personajes del entorno social en que vivimos, una mentalidad sinceramente abierta, sin prejuicios, sin fronteras mentales para dialogar y receptar inquietudes o planteamientos, aún los que no compartamos o no sean de nuestro agrado cuando aprendamos a valorar lo que está bien de lo que está mal cuando sabemos obrar con sensatez y justicia cuando se tiene una vocación de solidaridad y afán de servicio hacia los demás, cuando se disfrute siendo útil a los demás y no utilizándolos, cuando se actúe con desinterés que es el alma de la virtud humana como nos enseñó el gran maestro de la vida como lo fue Sócrates, cuando tengamos ideales firmes, cuando comprendamos a plenitud la necesidad de motivar nuestros anhelos espirituales de una manera permanente en todos los actos de nuestra vida, cuando se tenga una línea de comportamiento y conducta que no conozca de debilidades para combatir lo incorrecto, cuando estemos claros y conscientes en que la vida es un camino que hay que saberlo recorrer cuando seamos seguros de nosotros mismos y advirtamos que con los propios pies se puede escalar las más altas cumbres, que tengamos metas definidas en la vida, sabiendo que no existen vientos favorables cuando no tenemos puesta la brújula hacia un determinado puerto de arribo, si no luchamos permanentemente no por lo que es o existe sino por lo que debe ser, tratar de ser lo menos imperfectos posible, procurar tener la menor cantidad de defectos y errores, por ello no es equivocado ni quimérico definir al más alto nivel de calidad cuando obtenemos como resultado cero defectos. En conclusión, un ser humano que posea una personalidad forjada a través de esfuerzos de constancia, de dedicación, de amor a los demás y que jamás utilice su capacidad e inteligencia para sembrar odios y revanchismos sociales, que sea capaz de elevarse ante el egoísmo, la envidia, la calumnia, la vanidad y sobre todo, cuando sea capaz de combatir sin concesiones la codicia y la ambición perniciosa de quienes nos perjudican o causan daño.

Hacia la tercera Reforma Universitaria
Si la calidad es inseparable de una buena educación entonces la propuesta de una Tercera Reforma Universitaria, debe incluirla como premisa de cualquier planteamiento y es en esa línea que nos atrevemos a definir nuestra propuesta incluyendo los siguientes aspectos fundamentales.

Es inaplazable impulsar una carrera académica que privilegie los merecimientos del docente universitario: con una buena planta profesoral, que se dedique a tiempo completo o exclusivamente al ejercicio docente, al menos en un porcentaje equivalente al 50% del total de catedráticos de una Universidad, con profesores que comprendan que su misión no es tanto la de enseñar sino la de contribuir al aprendizaje y formación de sus estudiantes, que esté consciente que el mejor profesor no es el que más sabe sino el que mejor orienta a sus alumnos, solamente así podemos decir que avanzamos realmente hacia un mejoramiento cualitativo de la educación universitaria; pues es una verdad de Perogrullo que buenos profesores hacen una buena educación, siendo en esta carrera docente imperioso multiplicar y acentuar el trabajo en el nivel de Postgrado y alta especialización de los docentes, pues no podemos dejar de entender que el mundo actual es altamente competitivo que demanda conocimientos muy calificados y puntuales de toda actividad que se realiza; 2) es urgente reorientar la investigación científica y tecnológica vinculándola a la producción y/o productividad de bienes y servicios, porque la producción de conocimiento sin destino social se convierte en una investigación sin resultados y socialmente insensible; 3) hay que impulsar una enseñanza en la que no limitemos nuestras preocupaciones únicamente al proceso de acceso del alumno a las aulas universitarias politécnicas o tecnológicas, sino que debemos efectuar el seguimiento de todo el proceso del ciclo de estudios del alumno a través de programas de tutorías altamente especializadas, que monitoreen su vocación y formación profesional, para desembocar en la entrega de un título logrado por la vía de la superación y el estudio claramente diseñado y bien comprendido: que lo capacite para un eficaz ejercicio profesional, pero no sólo ello, la Universidad también debe responsablemente advertir que el futuro profesional sea necesario y al mismo tiempo útil a su país o a la comunidad a la cual se pertenece; 4) una oferta de carreras diversificadas, muy específicas e individualizadas en sus programas acordes con el mundo de nuestros tiempos caracterizado por el avance de un desarrollo tecnológico irrefrenable, sobre todo en el mundo de la informática y las comunicaciones, lo cual impone nuevos paradigmas que rompen esquemas tradicionales del proceso enseñanza-aprendizaje que caracterizó el pasado, lo que ha provocado un lamentable inmovilismo de amplios sectores docentes que todavía no se alcanzan a situar en un espacio y una temporalidad que ha rebasado sus antiguos logros en el área pedagógica y en la metodología de la enseñanza; 5) hay que desarrollar un sistema de rendición social de cuentas a través de la organización de una red bien articulada, con parámetros evaluatorios uniformes y coherentes que establezcan procesos continuados y sostenidos de auto evaluación institucional y acreditación social, sistema en el que desde el interior y el exterior de la institución se califique el rendimiento académico, el cumplimiento de programas, el logro de objetivos, la pertinencia y eficacia de su gestión, el aporte que se entrega a la sociedad. En esta evaluación los alumnos desde lo interno y gobernantes y sectores productivos desde lo externo, deben tener el correspondiente protagonismo y acción que contribuya a contar con un sistema universitario y politécnico que premie el esfuerzo y la responsabilidad institucional, y por ende a sus catedráticos, que, a su vez, permita situar a los entes de educación superior en el alto nivel jerárquico y de respetabilidad social que les corresponde; 6) una reforma integral de la educación superior con la debida planificación para el corto y mediano plazo, para que sea confiable no puede dejar de incluir, debidamente clarificado, que es obligación de cualquier Estado financiarla en todos sus niveles pues si bien es verdad que de acuerdo a la Declaración de los Derechos Humanos en su ya citado artículo 26 el Estado debe acentuar su preocupación en la educación hasta el nivel básico, ello no lo exonera del deber de apoyar y garantizar el financiamiento también de la educación universitaria, para cuyo efecto es conveniente "globalizar un parámetro" de ese aporte, que de acuerdo a criterios válidamente expuestos, se lo puede ubicar en una franja que se sitúe entre el 1% y e12% del PIB de un país, pues establecer porcentajes vinculándolos al Presupuesto de un Estado es someterlo a criterios variables de los gobiernos de turno.


En este punto es indispensable convertir a la educación universitaria en un objetivo nacional permanente, en una política de Estado, siendo conveniente precisar que el financiamiento es tan importante que sin recursos económicos es imposible planificar y menos aún ejecutar ningún plan de acción, aparte de que sin un financiamiento garantizado la autonomía universitaria se reduce a un simple enunciado teórico. Quizás convenga agregar en este planteamiento que, para contribuir a formar una cultura del uso responsable de recursos económicos en el ámbito de la educación superior y en la propia formación ciudadana del nuevo profesional, hay que ser austeros y cuidadosos en el buen uso de esos recursos, formando mentes que entiendan que en la vida todo se logra a base de esfuerzos, que nada es gratis, que los bienes y recursos públicos deben ser celosamente cuidados. Por ello somos partidarios que los entes de educación superior deben crear fuentes complementarias de financiamiento, tanto con la venta de conocimientos como con el establecimiento de aranceles orientados al pago de la utilización de servicios que suministran las Universidades, especialmente en tareas de prácticas y la utilización de equipos indispensables para un eficiente proceso de enseñanza-aprendizaje, lo cual contribuye a romper vicios como aquel de que existan ciudadanos que piensan que sólo son titulares de toda clase de derechos, pero no sujetos de obligaciones, forjándose una mentalidad de escasa contribución social, tesis que pueda ser complementada con la organización de un sistema de créditos y becas para los alumnos de alto rendimiento y escasos ingresos, planteamiento al que añadiríamos para sustentar nuestro criterio que, de acuerdo a investigaciones realizadas, el nivel del financiamiento de la educación universitaria y politécnica, tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo, está situado en un margen que oscila entre el 70% y el 80% del costo total de la educación superior, pues sólo a manera de ejemplo en países como Australia donde no existe educación superior pública, el Estado la financia en una media del 65%, lo que nos da la medida exacta de que es absurdo hablar de tesis extremas como la de una educación superior autogestionaria o alternativamente gratuita: la tesis es que el Estado tiene el ineludible deber de financiarla; 7) fortalecer la cooperación internacional a través de planes que contribuyan a una fluida interrelación que posibilite el acceso a todo tipo de beneficios de programas de carácter multinacional, que vuelvan útil una real cooperación de organismos internacionales y concomitantemente a ello unificar políticas educativas en el nivel superior, siendo imperativo que para mejorar la educación universitaria en el nivel tanto de pregrado como en el de postgrado para proteger a este último nivel en su elevado rango, consideramos debe contarse siempre con instructores de reconocido prestigio internacional, de lo contrario el título de postgrado en el corto plazo sufrirá la misma devaluación y deterioro que el de pregrado. Asimismo estimamos que este proceso de cooperación internacional debe incorporar en sus políticas, reglamentos relativos a la revalidación de títulos, a la convalidación de estudios y homologación de planes de estudios y carreras profesionales, que lleguen inclusive a volver similares en lo que sea posible, el diseño de perfiles profesionales, cooperación internacional que también podría contemplar, el que se llegue a elaborar por organismos especializados bajo la dirección de la UNESCO, parámetros internacionales de educación superior, que incorporen la libertad de enseñanza y cátedra y la investigación aplicada a las necesidades nacionales, que es la característica de la Universidad alemana, la rigurosa selección de catedráticos y alumnos de la Universidad francesa, la tesis inglesa de formar pensadores, investigadores, empresarios técnicos y dirigentes, el rigor del estudio desde el proceso de ingreso hasta la promoción de sus alumnados que identifica a la Universidad japonesa el apoyo a la creatividad y vinculación con la sociedad como peculiaridad del sistema norteamericano, la promoción de la competencia académica entre los estudiantes y su integración al trabajo productivo de la Universidad rusa y el celo y defensa de la autonomía que caracteriza a la Universidad latinoamericana; 8) impulsar una actividad cultural que busque identificarnos con nuestras raíces, con nuestras costumbres, con nuestros ancestros, con nuestras diversidades étnicas, pues sólo a partir de conocernos bien nosotros mismos, es posible unirnos en base a un pasado común que nos sirva de sólido antecedente y punto de partida para hilvanar un futuro también común y sólido, aparte de que nada mejor que la actividad cultural en sus facetas literarias, de música, de danza, de dramaturgia, para motivar vocaciones habilidades, destrezas, y al mismo tiempo despertar los más profundos anhelos espirituales del ser humano, aproximando a través de esas afinidades la integración de sentimientos y formas de ser comunes, pues también debemos admitir que no existe mejor terapia para el esparcimiento y abandonar tentaciones y desvíos mundanos que la actividad cultural, y no podemos dejar de mencionar sin excusa alguna que la Universidad no fabrica objetos o seres inanimados sino recursos humanos que no pueden dejar de ser primeramente sensibles; 9) extender la actividad universitaria a los más amplios sectores de la sociedad, aprovechando las facilidades de los medios de comunicación social actual, procurando una equitativa distribución del conocimiento como genuina expresión de la llamada justicia social. En este aspecto hemos de identificar cuatro vías para efectuar una verdadera labor de extensión: creación de Universidades Regionales, creación de Extensiones de Universidades que lleguen con su actividad académica a los más diversos lugares y poblados de un país o región; la labor de extensión propiamente dicha, mediante la cual los centros de educación superior vinculan su acción a los sectores sociales que menor grado de bienestar poseen, incluyendo en ello sectores rurales y de la periferia de los centros urbanos, que son en definitiva los de mayor grado de marginalidad en la posibilidad de acceder al disfrute de bienes y servicios, y en cuarto lugar los estudios a distancia justamente aprovechando las ventajas de los medios de comunicación; 10) finalmente o primero que nada, una Universidad vinculada sin ningún tipo de reservas a los distintos sectores y actores sociales, en franca y abierta interacción que le permita percibir la realidad de su entorno social, receptar los anhelos colectivos. Una Universidad interactiva pues para decirlo en palabras del gran abogado, educador brasileño Paulo Freire, la educación verdadera es "praxis, reflexión, acción del hombre sobre el mundo para transformarlo". Sólo así es posible hablar de una Universidad que cumple con la sociedad, que está en capacidad de rectorar el pensamiento social, de una Universidad que tenga el derecho de poder decir que “un país va hacia dónde va su Universidad”: pues desde sus claustros, desde sus aulas salen los distintos y futuros directivos y líderes de todas las áreas de la actividad humana. En síntesis, sin una Universidad que no se sienta parte de la sociedad, que esté divorciada del sentimiento y anhelos colectivos, es una Universidad socialmente improductiva, que se disminuye y limita a difundir "verdades inútiles" que en el fondo chocan y se contraponen con lo que es realmente conveniente. Estas diez propuestas bien podríamos denominarlas como "El Decálogo de la Tercera Reforma Universitaria".

La tercera línea gruesa planteada por la UNESCO en la reunión regional de La Habana de 1996, es la de la internacionalización, terminología que compartimos en su forma y contenido pues vivimos exactamente en un mundo auténticamente internacionalizado e interdependiente movido por el galopante desarrollo de las comunicaciones y la informática, cuya vías y autopistas nos transportan a un rápido acceso a la investigación, aproximando el conocimiento y acercando distancias, que ponen al globo terrestre al alcance de nuestros sentidos, volviendo al hombre un hombre universal lo cual contribuye a una real vivencia de la Universidad como institución que por su naturaleza, por su esencia y por historia, es universalidad de ideas, de pensamientos, de creencias, de actitudes que no pueden ni deben reconocer fronteras mentales. Si esa es la actual realidad del Universo, es lógico y necesario que la Universidad deba situarse dentro de ese contexto: no hacerlo es negarse a sí misma la posibilidad de orientar el rumbo de la sociedad hacia caminos y metas que respondan a las legítimas aspiraciones y esperanzas de las actuales y futuras generaciones humanas. No podemos, en el umbral del siglo XXI, dejar de admitir que los medios audiovisuales de comunicación comienzan a decidir lo que las personas debemos oír, decir, saber y hasta soñar.

Quizá sea bueno recordar a ese gran filósofo francés Paúl Valery y sólo para procurar poner una "pica en Flandes”, como él decía, para dejarlo para la reflexión personal, la Universidad ecuatoriana cree que el término de moda, la llamada "globalización”, se ha convertido en un slogan, en un concepto mimetizado publicitado e insertado en el mundo de nuestros días; un término acuñado por una tesis típicamente economicista que busca colocarnos en una situación de tener que enfrentarnos entre grandes y pequeños, en una contienda entre tiburones y sardinas, en una desigual lucha por competir y supervivir, volviendo como lógica consecuencia más desigual el intercambio de bienes y servicios otorgando considerables ventajas a los países desarrollados y de mayor poderío sobre aquellos que están buscando desarrollarse. Tan cierta y comprobable es nuestra reflexión e inquietud, que los diversos planteamientos hechos después del fin de la guerra fría se han ido sucediendo y cambiando propuestas con notable celeridad, demostrando su inconsistencia y circunstancialidad. Por ello se habló de paradigmas como el de la integración, el de la complementación de esfuerzos, el de la calidad total, la reingeniería, el de las ventajas comparativas o competitivas, y actualmente de la globalización lo cual revela la transitoriedad y fragilidad de las tesis planteadas. Lo que existe, y esto es indiscutible, es un mundo globalmente internacionalizado por el avance de la tecnología de la comunicación social y la informática, de medios de transporte que rompen con la velocidad del sonido, pero este mundo es un mundo en proceso de cambio, es un mundo que vive una etapa de transición y que debe detenerse a pensar y repensar en su futuro, a repasar su pasado, utilizando justamente las tres grandes armas del mundo universitario: la razón, la crítica o análisis objetivo y la creatividad, como los faros que alumbren nuestra vida del mañana, cuando coincidentemente nos acercamos al amanecer de un nuevo siglo. He ahí el reto que sin renunciamientos debe asumir la Universidad de nuestros días. Respetando el valor de la educación en los niveles preprimario, básico y medio, es la Universidad la forjadora de quienes en los diversos sectores políticos, sociales, económicos, administrativos, etc., impulsan con su capacidad su formación y su inteligencia, el verdadero desarrollo y bienestar de una sociedad o de un país. Por ello, tanto sus propios estamentos, como los Gobiernos y la comunidad, la deben valorar como el verdadero cerebro, al cual compete señalar el camino a transitar por una colectividad; no hacerlo es desconocer el qué, el cómo, el quién, el por qué y el para qué de la razón de existir de una sociedad organizada bajo la forma jurídica de Estado, pues no se puede perder de vista que la superación o deterioro de una sociedad tiene como elemento determinante el conjunto de seres humanos que la integran.

Nuestra posición hacia el futuro
La actual UNESCO con la enorme dinamia que le han impuesto sus actuales directivos y asesores, no sólo que ha dado a la educación universitaria la importancia y protagonismo que le corresponde dentro de una sociedad, al incorporar dentro de las prioridades de su agenda de trabajo el tema de la educación superior, como consecuencia de lo cual, su realidad y circunstancias han venido siendo debatidos en diversos y multiplicados foros en los distintos continentes, hasta llegar a esta, para la Universidad ecuatoriana, histórica Primera Conferencia Mundial sobre Educación Superior Siglo XXI, cuyos efectos en el inmediato futuro serán los de ubicar a las Universidades en su justo sitial, buscando romper el viejo círculo vicioso, intrascendente y negativo, de una sociedad celosa de su Universidad y de una Universidad divorciada de su entorno social. En esa línea de acción la UNESCO en estos últimos años ha venido formulando propuestas de alto contenido filosófico, como aquella tesis ya enunciada anteriormente de una Universidad que sea la "conciencia de la sociedad", en cuanto en su gestión jamás debe olvidar que es la preparación y dotación de recursos humanos, las que terminan por influir en la forja de esa conciencia social. Por ello los escenarios universitarios están obligados al uso de un lenguaje de verdad, de esa verdad que es duro investigar, muy duro decirla y mucho más duro y difícil decírsela a quienes no quieren oírla, pues si la Universidad no asume ese rol áspero pero necesario de desenmascarar la mentira, la farsa, la comedia humana, le será difícil cumplir su rol de rectorar el cambio social; si es una verdad a gritos, y hay que decirlo, los círculos de poder político se mueven a base de la promesa fácil, del discurso retórico, de la demagogia insincera que termina atrapando la buena fe y la natural credibilidad humana. Por ello es oportuno recordar tanto al maestro Sócrates, que situaba a la verdad en la cima de las virtudes humanas, como a ese ilustre pensador francés, Albert Camus que sostenía que "el único heroísmo válido es aquel que privilegia la verdad ante todo". Otra tesis, aparentemente sencilla y de fácil enunciación, pero de profunda y clara visión del recurso humano que el mundo actual requiere, es formar mentalidades y conductas que "aprendan a emprender", conscientes que el mundo del mañana demanda la mayor entrega, el mayor esfuerzo y trabajo, y sobre todo imaginación, para poder enfrentar las duras condiciones que la aguda crisis socio-económica exige inaplazablemente realizar; de otro modo no habrá forma de combatir la pobreza, la corrupción, la delincuencia, aquellos monstruosos vicios que tanto daño han hecho y que han enfermado históricamente las sociedades humanas, como el armamentismo, el narcotráfico, el contrabando, la trata de blancas con su secuela de enfermedades destructoras de una vida saludable y normal como el caso actual del Sida. La tesis de la implementación de la cátedra de la paz, que busque sin ningún tipo de pausas y con la mayor fe y convicción que la única guerra en la que el hombre no debe escatimar esfuerzos y en la que debe luchar decididamente hasta lograr la victoria, es por vivir en un ambiente pacífico y civilizado, pues si algo no se discute en la vida, después de las indiscutibles leyes de la genética, es el acertadísimo pensamiento de Hobbes de que el ser humano es por su naturaleza conflictivo, el ser más depredador que existe sobre la tierra, por ello este estudioso de la compleja y heterogénea problemática social sostenía que "el hombre es el lobo del hombre", de tal forma que modelar mentes y espíritus que venzan sus propias pasiones negativas y destructivas, para volverlas positivas y constructivas, optimistas y no pesimistas que aporten al bienestar colectivo, es una tarea que la Universidad debe priorizar. Ello ha llevado a la Universidad ecuatoriana a incorporar una cátedra especial para el estudio de los problemas étnicos que tanto gravitan en un mundo, donde la xenofobia de un deformado nacionalismo está abriendo profundas grietas en los cimientos de la paz mundial, afectando el legítimo anhelo de las sociedades humanas por vivir en un ambiente de respeto a sus derechos y deberes, que justifiquen en fin de cuentas, el haber renunciado a su libre albedrío, pero para vivir libremente en una sociedad organizada, donde sepa a cabalidad que puede vivir en paz. También el Consejo Nacional de Universidades y Escuelas Politécnicas ha iniciado una Cátedra para la Cultura de Paz, proyecto para el cual estamos solicitando a la UNESCO el apoyo y auspicio necesario.

Por todo el análisis efectuado, que hemos creído conveniente incorporar en nuestra ponencia, es que sostenernos que la Universidad, en su elevadísima jerarquía y misión dentro de una sociedad, no puede agotar su rol a un aspecto puramente académico o educativo. Ello equivale a negarse a sí misma su condición de entidad eminentemente social, su labor no puede quedarse produciendo un planteamiento o cualquier idea, para escucharse ella misma en uso y abuso de sus atribuciones privativas. La Universidad no sólo está llamada, como ya lo hemos dicho, a orientar la solución de los problemas de una sociedad con el aporte técnico y científico de sus investigaciones, de sus estudios, de sus eventos académicos, de sus foros, sino que debe ser también el gran motor que mueva de un modo permanente la edificación de una sociedad más justa y solidaria sugiriendo para esos fines métodos y soluciones. Es aquí donde busca la Universidad ecuatoriana llamar la atención del mundo académico internacional y atrevemos a exponer nuestra posición de plantear el modelo de un nuevo Estado del siglo XXI, donde el conocimiento científico, el conocimiento especializado, sea el factor determinante de un Estado gobernado por un equipo de técnicos altamente calificados en las diversas ramas del saber humano, que sepulte el viejo modelo de un Estado centralista, fiscalista, atemorizador, perseguidor, obstruccionista, por un Estado descentralizado que promueva el espíritu comunitario y solidario, que comprenda que jamás existirá un ambiente social propicio sino es capaz de garantizarle sin restricciones la libertad de conciencia a sus habitantes; un Estado que promueva la producción de bienes y servicios, un Estado que sancione lo punitivo: todo aquello a partir de una real vivencia democrática, de una democracia participativa, que no se reduzca a un cumplido de tipo político, sino como tangible manifestación de un espíritu donde la solidaridad tenga cabida.

Por ello creemos en el Estado que pensó el renombrado escritor argentino Ernesto Sábato, sobre todo en cuanto a su concepción estructural soportado en su andamiaje por tres grandes pilares: a) una clase política como responsable de la toma de decisiones, b) un sector productivo de bienes y servicios, responsable de la generación de riqueza y bienestar, y c) un sector académico como el responsable de proveer recursos humanos, bien preparados, dotados de una férrea formación ética, intelectual y física. De otra manera, al menos en los países en vía de desarrollo, cualquier otra forma de ejercicio del poder tendrá un elevado costo social, que ya lo estamos pagando con una elevada dosis de pobreza, nacida de una injusta distribución de la riqueza, del poco aliento que tiene la inversión, por no contar con una confiable seguridad jurídica. Todo lo cual vuelve mucho más distante y difícil alcanzar una aceptable equidad social, de la cual se desprende la existencia de aquellos bienes jurídicos superiores que el hombre busca permanentemente, como son la paz, la seguridad personal, la unidad nacional, la defensa de los derechos humanos, la justicia, el respeto al derecho ajeno, entendido todo lo expresado siempre que tengamos un marco social donde estén presentes la moral, la libertad y el derecho.

Ese Estado requiere con urgencia un gran pacto social y en esto también hemos de recurrir abusando de las grandes glorias que Francia ha entregado a la humanidad, a ese insigne precursor de la Revolución Francesa, Juan Jacobo Rousseau, pues hemos de convenir que sin la unión en función de objetivos estratégicos que nos sean comunes, es utópico pensar en un desarrollo confiable y sustentable. La posibilidad de unir voluntades, la capacidad de convocatoria a los más amplios sectores de una sociedad, se convierte hoy en una condición indispensable para la instrumentación de un proyecto de desarrollo de largo alcance en los planos político, social, económico, ético, administrativo, educativo y de todo orden.

No estamos transitando por "los cerros de Ubeda" para citar una frase, que si no estoy mal informado, y en esto les pido disculpas, le pertenece al Rector de Rectores universitarios Miguel de Unamuno, la Universidad como ente pensante y guía del rumbo de las sociedades no puede dejar de pensar que tiene que estar consciente y saber en qué escenario social desenvuelve sus actividades. No hacerlo sería iluso y ofende al mensaje tan profundamente realista que, sobre hechos y sueños de la vida real, legó a la humanidad el insuperable idealismo de "El Quijote" de Cervantes.

Estamos en el umbral de un nuevo siglo, asistimos sin duda a un cambio estructural y no cosmético de las sociedades humanas, más allá del fin de la lucha por la hegemonía del poder político y mundial de las dos grandes súper potencias, como lo fueron E. U. y la U.R.S.S., que caracterizó la vida de gran parte del siglo XX, por encima del fin de la guerra fría y de una carrera armamentista que buscaba el logro de la paz por la vía del equilibrio del temor y del terror; un equilibrismo de poder que por último buscaba evitar la guerra, admitiendo que le pertenece al pasado y a la historia la discrepancia y disputa por el predominio de sistemas o ideologías políticas, sociales y económicas, existe la urgencia de fortalecer a través de la unión de voluntades, esfuerzos, ideas y criterios la necesidad del nacimiento de un nuevo Estado, de ese Estado moderno del que tanto se habla, de una sociedad con nuevos elementos de influencia que no serán los mismos que predominaron en décadas pasadas, y en ese contexto la Universidad ecuatoriana acentúa su propuesta para sostener que la sociedad del nuevo milenio debe encarrillar sus acciones sobre dos líneas paralelas: el conocimiento y la restauración de valores humanos. No puede el mundo tolerar su naufragio en el pleamar de la corrupción, que si bien es verdad es tan antigua como el hombre en cuanto es producto de sus propias debilidades, como la ambición y la codicia, sus descontroladas ansias de figuración, de su egoísmo, de su vanidad, no se puede dejar de procurar restaurar aquella sanción cívica (que siempre existió), que despreciaba al corrupto y le señalaba sus pústulas espirituales; hay que evidenciar al que se enriquece de la "noche a la mañana" perjudicando a los demás, hay que luchar en este mismo terreno porque, la justicia devuelva al menos la esperanza de que cada uno tiene derecho a lo que le corresponde; hay que restablecer como lo decía el mexicano Benito Juárez, "el respeto al derecho ajeno como única vía para vivir en paz". En definitiva pongamos de moda la sensatez, la honradez, la sinceridad (aquella palabra transparencia muy utilizada después del "glasnot" soviético de Gorbachov); este es un esfuerzo que corresponde a todos los países desarrollados y países que buscan su pleno desarrollo, pues la corrupción es una de las lacras de fines de siglos y por ello merece un espacio especial en nuestro análisis y ponencia, más aún si la educación debe sustentarse en valores morales.

No podemos olvidar que en este último cuarto de siglo, aparte de la ya tan mencionada caída del Muro de Berlín, se remeció la geopolítica mundial; remezón que todavía no encuentra caminos adecuados y confiables para el manejo pacífico y estable de la vida y el desarrollo de la humanidad. En efecto, a inicios de la década, de los años 70 el mundo en su aspecto económico fue impactado por una subida en los precios del petróleo, en una escala de 1 a 10, crecimiento vertical que se opera a raíz del nacimiento de la OPEP y cuyas dos grandes secuelas que han generado inestabilidad política y crisis económica y social son: la una, que los petrodólares multiplicados por diez fueron captados con clara visión y perspicacia financiera por la gran banca internacional, ofertando atractivas tasas de interés; paralelamente a ello, masificó una oferta de crédito que endeudó agresivamente a los países en vías de desarrollo en cantidades que hoy han empobrecido a muy amplios sectores ciudadanos, que todavía no atinan a descubrir las causas de su desconcertante y angustiosa situación económica; la otra, que la inestabilidad de los precios del petróleo impide en la actualidad una planificación de largo alcance que permita programar; un desarrollo sin sobresaltos ni intermitencias.

Tan evidentes son estas secuelas de influencia negativa de una aparente reivindicación de países "explotados" que, como efecto del mal llamado "boom petrolero", hizo estallar en un lógico fracaso en América Latina y El Caribe el modelo económico de la CEPAL, mentalizado por el economista argentino Raúl Prebish de la llamada "Sustitución de Importaciones", imperante en la década de los años 70. Mientras tanto desde el mundo asiático, desde la capital del ultrasonido y la electrónica, el Japón, surgía la propuesta de un desarrollo acelerado y progresivo de la informática, cuyos efectos multiplicadores en el hoy día llamado proceso de "globalización" tienen honda gravitación en la situación que vive la humanidad. El descontrol de un controlado manejo de la regla de "tres" simple de la economía: control infla­cionario, pleno empleo y crecimiento económico, escapa a todo empeño por lograr que coexistan desarrollo económico, con justicia y paz social; pero la irrefrenable y multiplicada invasión de la informática con sus medios audiovisuales de comunicación no sólo revolucionaron la forma de interrelación humana, sino que cambiaron hábitos, formas de comportamiento, que han llegado a desbordar los moldes clásicos de los procesos educativos, pues la antigua enseñanza en el aula, ajena a la incidencia que hoy tienen en la casa la televisión, el fax, el Internet, fueron influyendo en la modulación del pensamiento y costumbres de los niños y adolescentes, rompieron los tradicionales cánones de relación padre-hijos hasta terminar hoy día transformando en alumnos y profesores como medios y mecanismos indispensables de estudio e investigación, al extremo que no sin alguna razón se sostiene que el no saber acceder a la computación es estar muy cerca de convertirse en un analfabeto funcional.

Lo antes señalado nos ratifica que la Universidad no puede dejar de ser protagonista de los procesos que viven las sociedades, inversamente es más bien su deber contribuir a canalizarlos y llegar inclusive a asumir el liderazgo de las llamadas ONG, en leal cumplimiento de su rol social, a ser la gran promotora de la activa participación de la sociedad civil en los programas de desarrollo de los distintos países; no puede exonerarse de rectorar esa participación, haciéndolo por supuesto desde las áreas académica, científica, tecnológica, cultural, que son las que le compete y corresponde, sin convertirse en instrumento de intereses facciosos o de proselitismo político y religioso, ajenos a sus elevados fines. Ello la obliga a vincularse estrechamente con todos los sectores sociales, a recuperar la confianza y credibilidad pública, a mantener diálogos fluidos, permanentes y razonables, a que abandone toda práctica retórica y demagógica, a que comprenda que no puede seguir declamando y reclamando un espacio de ente inteligente, científico, pensante, si no piensa al mismo tiempo, que su misión no tiene destino y pasa a ser estéril, si no pone su caudaloso aporte en beneficio del bienestar colectivo, si no tiene la visión de que, por magníficas que sean las cátedras que se impartan en sus claustros, su tarea educativa se anula si no está al servicio de todos. No hacer ello es convertirse en una institución que se coloca muy por debajo de su propia razón de ser y existir. Por ello desde el Ecuador reclamamos sea ella con su palabra autorizada la que plantee y proponga las tesis de la nueva sociedad del siglo XXI. La alternativa sería una interrogante que sobre todo es más sonoro en los países latinoamericanos y caribeños, quién puede asumir estos desafíos, quién puede convocar a la organización de la sociedad en su conjunto, a través de tesis y planteamientos que no respondan a intereses personales o de grupo, que permitan reactivar la esperanza de un proyecto político, social y económico que establezca condiciones para una confiable estabilidad política, una segura tranquilidad ciudadana y un bienestar económico como trilogía indispensable para generar un clima propicio que nos haga respirar vida humana. Regresamos a las reflexiones de nuestro preámbulo. Los jóvenes parisienses del 68 nos dijeron "la imaginación el poder", y esa imaginación y esa creatividad tiene que gestarse y nacer de los claustros universitarios.

Para abundar en el sustento de nuestra tesis, para no dejar de recordar que las sociedades son dinámicas y que lo único permanente es el cambio, solicitamos comedidamente nos detengamos a observar ciertos episodios históricos, que nos obligan a retrotraer nuestra memoria al pasado, para encontrarnos que, a fines del siglo XVIII Francia con su Revolución produjo un gran movimiento por la libertad, cuyos vientos soplaron con tanta fuerza que repercutieron en América Latina y El Caribe, generando los procesos libertarios que lideraron Bolívar, San Martín, O Higgins, Morazán y otros ilustres precursores de la Independencia, poniendo fin al coloniaje imperante de la época, pero ese Estado forjado al calor de una lucha por la "libertad, igualdad y fraternidad" del siglo XIX, cambió de modelo por un nuevo Estado en el siglo XX, donde la llamada ''Revolución Industrial" provocó la concentración de capitales y mano de obra, forjando al mismo tiempo grandes empresas y grandes organizaciones de trabajadores, poniendo en auge los derechos societario y laboral como mecanismos jurídicos de arbitraje de conflictos económicos de interés contrapuestos de impredecibles repercusiones, que generaron acontecimientos de tal magnitud, como la I y II guerras mundiales, la Revolución Rusa de 1917, la Revolución China de 1949, la pionera Revolución Liberal Radical de Alfaro en el Ecuador en 1895, la Revolución Mexicana de 1917, la Revolución de Figueres en Costa Rica en 1948, la Revolución Cubana de 1959, entre las más notables, que demuestran que lo vivido por la humanidad en el siglo XX no es un accidente, sino que es producto de situaciones, de hechos sociales, de circunstancias, que se impusieron en su tiempo y nos imponen ahora; revisar no sólo objetivos de una manera fría y teorizante, sino comportamientos humanos, pues las sociedades en fin de cuentas están formados por seres humanos con sus virtudes, defectos, por ello nuestra propuesta incluye y prioriza al ser humano como sujeto activo y destinatario de toda actividad en sociedad y en nuestro caso específico en su proceso formativo durante su paso por la Universidad.

No hay tiempo ni espacio para la vacilación o la duda La Tercera Reforma Universitaria nacida del lenguaje elevado, reflexivo, dialéctico y creativo es un imperativo histórico de la época. Nuestra responsabilidad con las nuevas generaciones nos obligan a que con la imaginación reclamada por los promotores de la II Reforma Universitaria, seamos capaces de formular una propuesta que señale el rumbo y establezca las metas y objetivos de la nueva sociedad del Siglo XXI. No es la época de mirar para atrás. Detenernos en la indefinición y el análisis que diluya la concreción de respuestas a los multiplicados problemas de nuestro tiempo es renunciar a ser lo que nos corresponde y debemos ser, aceptemos el reto y asumamos el compromiso. Esta conferencia internacional está llamada a difundir la verdad del mundo de nuestros tiempos. La diplomacia política de la clase gobernante tiene limitado su pensamiento por el conflicto de intereses que son normales entre los diversos países del mundo. La Universidad ecuatoriana no ha querido formular un planteamiento apegado exclusiva­mente a las técnicas educativas en materia de educación superior. Creemos en una Universidad que forme recursos humanos, que investigue, que culturice, que analice la problemática socio-económica y política, pero todo aquello en función social, con sentido humano, de solidaridad con el mejoramiento de las condiciones de vida de las colectividades donde desenvuelvan su acción. No hacerlo no sólo que no es beneficioso o útil, sino que es un renunciamiento tácito y cómplice de no entregar su sólida e inconmensurable posibilidad de ayuda a la sociedad, que es lo que le permite merecer el respeto y reconocimiento que por su naturaleza y altísima misión social, le corresponde, si es que anhela vivir con el decoro y dignidad legada por la historia.

Hacia la tercera Reforma Universitaria
Creo oportuno, al terminar nuestra ponencia, que podamos informar al más alto organismo de la educación mundial, como es la UNESCO, a nuestros colegas de los distintos países asistentes y preferentemente a los de América Latina y El Caribe, que en el Ecuador por fortuna la organización del subsistema de la Educación Superior está confiado a un organismo que tiene facultades autónomas para orientar, para planificar, para regular, para coordinar, armonizar y en ocasiones hasta ser el ente supervisor de las actividades de los Centros de Educación Superior. Esa organización que dirige la Educación Superior integrada por los Rectores de las distintas Universidades y Politécnicas Públicas o Particulares, ha permitido unir esfuerzos, ideas, propósitos, dentro de un ambiente donde los miembros de la Organización conocen en profundidad el tema y están familiarizados con el mismo. Aquello nos ha permitido mantener continuidad en nuestras políticas y en ello la Universidad ecuatoriana ha tenido la suficiente entereza para comenzar con un auto-diagnóstico evaluatorio de sus falencias, identificar sus nudos críticos, hacer una propuesta de lo que será y debe ser la misión de la Universidad en el Siglo XXI y traducir ese plan de la misión de la Universidad en una serie de acciones que ha ido vigorizando el sistema, volviéndolo socialmente confiable y útil, obrando dentro de nuestro ámbito de acción y respetando el de las otras entidades que están vinculadas al sector educativo y principalmente al subsistema de la educación pre-primaria, primaria, media y técnica de post-bachillerato, cuya responsabilidad en el Ecuador corresponde al Gobierno Central y a su Ministerio de Educación y Cultura.

Al mencionar las bondades del subsistema, lo hacemos porque la Educación Superior goza de la necesaria independencia para planificar sus propias acciones. Se ha dicho y se ha repetido que la solución de los problemas de la Educación Universitaria debe nacer de los propios entes de la Educación Superior y esa ha sido la posición de la Universidad ecuatoriana. Su autonomía está debidamente reforzada y garantizada por un financiamiento consagrado legalmente con la creación de un Fondo de Desarrollo Universitario y Politécnico, afianzando de esa manera su condición de una organización no gubernamental, lo cual la coloca en una situación de no tener compromisos ni con el mundo de la clase política, ni con el mundo de la clase empresarial privada que busca su propio lucro. Aquella organización autónoma también ha permitido que sea la propia Universidad la que haya enfrentado situaciones tan sensibles y conflictivas como la del libre ingreso, el de la gratuidad de la enseñanza y los vientos de la auto gestión, el auge gremial que deforma la alta misión del catedrático; el de la politización de la Universidad, con su secuela de deterioro de la actividad académica que ha desmejorado la calidad docente, al dejar de ser el profesor producto de concursos de méritos y oposición como lo manda la naturaleza de la cátedra universitaria, y pasar a ser producto de nocivas influencias politiqueras.

Creemos que la legislación ecuatoriana ha permitido a la Universidad, a través de su máximo organismo, el Consejo de Universidades y Escuelas Politécnicas del Ecuador, lograr con toda claridad aplicar la regla de tres de una gestión exitosa: a) una robusta organización, b) el señalamiento de objetivos estratégicos unificadores y c) el contar con un liderazgo firme e inteligente, conjunto de factores indispensables para enfrentar los retos en cualquier actividad y por supuesto el relativo a la educación superior.

Los grandes ejes de la política universitaria ecuatoriana están orientados a la consecución y puesta en práctica de las tesis planteadas, la llamada, para nosotros, Tercera Reforma Universitaria que consta de la presente ponencia.
(El presente texto forma parte de lo que será la obra La educación: única vía hacia la igualdad de Medardo Mora Solórzano, y que saldrá bajo el sello editorial de Mar Abierto y Eskeletra. Además se prepara una coedición con la Universidad de Córdova para ver los avances de la reforma Universitaria de Córdova con la tercera reforma Universitaria propuesta por nuestra universidad)





La universidad, un ente crítico

Nuestra Universidad sin falsa modestia es el mejor monumento que el Ecuador ha edificado en homenaje al más notable de sus hijos nuestro Patrono el General Eloy Alfaro, homenaje hecho en su tierra manabita en el área de lo que fue sin duda su obra de mayor trascendencia social y humana: la educación.

La verdad es la más subversiva de las actitudes humanas, esa verdad hemos sostenido es dura para quien la investiga, muy dura para quien la dice y más dura para quien la oye y no le conviene oírla. Una Universidad debe investigarla de una manera objetiva, desapasionada, fría, sin la injerencia de criterios políticos interesados, sectarios o prejuiciados, aquello aparte de expresar una creencia, idea o pensamiento que no deja de ser subjetivo, desnaturaliza su acción, minimiza sus propósitos y termina por disminuirla en su sitial, que por su elevado rol en la sociedad le pertenece y corresponde.

Los recursos humanos no pueden ser bien formados si no lo hacemos dentro de parámetros que reflejen una línea de conducta sin tacha de principios que nos hagan sentir que somos consecuentes con lo que decimos, el ejemplo es la mejor lección de un docente a sus alumnos.

En esta Universidad se ha avanzado mucho en aquella dirección en la que ojalá nuestra patria y América Latina avancen, de hacer sentir a las personas libres y dignas, como lo quisieron los inspiradores de nuestra lucha, el General Alfaro y Juan Montalvo. Montalvo terminaba por sostener que prefería pertenecer al partido que defienda la libertad y dignidad del hombre.

La Universidad está llamada a ser la institución que entregue criterios orientadores desde un punto de vista científico y técnico para la solución de los problemas socioeconómicos de un país, sin invadir atribuciones de otras instituciones, ni menos aún pretender convertirse en tutora o consejera del deber y la responsabilidad de otras instituciones públicas o privadas.

Una Universidad debe obrar bajo claros criterios de racionalidad, debe ser un ente crítico despojado de todo tipo de afectos o compromisos de un sector de la sociedad, fundamentalmente debe obrar con mentalidad imaginativa y creativa, para de esta manera no rezagarse en la dinámica social de un mundo que por ser dinámico es cambiante.

Si en la gestión universitaria están ausentes la razón, la posibilidad de una crítica no comprometida y si su mentalidad la hace vivir repitiendo enseñanzas del pasado, se confiesa infecunda en su cometido de ser generadora de ideas y criterios que apunten a la solución de nuestros problemas en un mundo cada vez más complejo y duro de ser vivido y por lo mismo exigente y competitivo.

La labor de promoción y desarrollo cultural que efectuamos nos hace sentir que estamos llegando a nuestra sociedad, para devolverle su memoria, recordarle su folklore, sus tradiciones, su ancestro, combatiendo de esa forma todo vestigio de penetración cultural ajena a nuestra verdadera idiosincrasia y costumbres.

Adecuamos nuestra gestión a criterios que responden a tesis y principios modernos de una ágil y eficiente administración, hemos concebido un organigrama institucional orientado a vivir una auténtica y cabal democracia participativa dentro de nuestra Universidad. Afortunadamente no hemos fomentado la formación de súper estructuras de poder que puedan degenerar en actitudes autoritarias, sin caer tampoco en la debilidad igualmente condenable, de no defender los principios de autoridad y disciplina que tanta falta hacen en el mundo de nuestros tiempos.

Nuestras Unidades Académicas a nivel de Facultades, Extensiones y Escuelas, son respetadas en su independencia en las gestiones que les incumben, sin que aquello implique en modo alguno que haya una descoordinación del aparato administrativo de gobierno de la Universidad, estamos vertebrados por objetivos, fines y planes de trabajo que nos son comunes y que han sido claramente definidos.

Planteamos que nuestros profesores, alumnos y empleados, sin sacrificar su dignidad, rebeldía e ideales, admitan siempre que primero está la institución y que tenemos que respetarla para poder exigir respeto de los demás.

Un profesor que no investiga y actualiza sus conocimientos, defrauda su alta misión, un estudiante que no estudia con ahínco no sólo que cae justamente en el conformismo si no que se mediocriza, y unos y otros terminan por ser socialmente improductivos.

Somos una entidad solvente con un equilibrio en el orden presupuestario logrado en base a definidos criterios de austeridad y racionalidad del gasto, consideramos que los fondos públicos son recursos del pueblo ecuatoriano que no pueden ser alegremente repartidos y dispendiados para provecho o canonjías personales, somos enfáticos en sostener que la Universidad está obligada a ser un ejemplo del buen uso de los recursos fiscales, no hacerlo significaría confesarnos sin autoridad moral alguna para criticar los excesos, abusos e incorrecciones que se producen en el festín creciente de dineros públicos, que el país observa absorto y asqueado con frecuencia, haciendo perder esperanzas a un pueblo anímico y moralmente desarmado por el imperio de la corrupción que se observa tanto en los sectores público como en el privado.
(El presente texto forma parte de lo que será la obra La educación: única vía hacia la igualdad de Medardo Mora Solórzano, y que saldrá bajo el sello editorial de Mar Abierto y Eskeletra)