Bolívar fue un soñador de la integración y la unión de América Latina, tan cierta es esta afirmación que como una especie de inventario de su vida, Bolívar poco antes de morir pronuncia la frase “si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. No creía en extremismos ni en visiones facciosas, sabía que sólo uniendo ideas, esfuerzos, intenciones por un interés común, es posible un sólido desarrollo y mejores condiciones de vida para todos, su vocación por la unidad de los países a los que él se debía como nativo de los mismos era incuestionable. Pero Bolívar no era de los hombres que pensaban en una unidad a partir de un criterio impuesto desde las alturas del poder, no toleraba los manejos cesáreos del poder, creía en un sistema democrático de gobierno, por ello era partidario de forjar esa unidad a partir de estimular un espontáneo sentimiento nacido de la entraña misma de la sociedad, aquello explica el porqué al mismo tiempo que impulsó la formación de una gran nación como la Gran Colombia, estimuló también la formación de Repúblicas independientes, sin que eso hubiese logrado agrietar el espíritu gran colombiano, pues Bolívar iba más allá, anhelaba en sus ideales una gran nación latinoamericana y caribeña.
Justamente a partir de ese pensamiento claro de Bolívar, que creía en Estados federados o confederados que en teoría política es lo mismo, es que nace el Ecuador como Estado soberano e independiente, sin desviar su convicción y apego por un régimen democrático y republicano de gobierno. Gracias a Bolívar el Ecuador se separa de la Gran Colombia y amparado en el antecedente histórico de la existencia de la llamada Real Audiencia del Quito, funda este país llamado Ecuador en 1830, tomando para ello los territorios del Sur de la Gran Colombia en los que se incluían los que antes pertenecieron al llamado Reino de Quito. Meditemos un instante: el gestor de nuestra independencia con la rebelión de Guayaquil del 9 de Octubre de 1820, pasando por las proclamas libertarias de Manabí de Octubre 15, 18 y 23 de 1820, la de Cuenca en Noviembre 3, de Loja en Noviembre 18 del mismo año, hasta culminar con la Batalla del Pichincha el 24 de Mayo de l822, fue el mismo personaje que nos dio la liberación del coloniaje español, ese mismo personaje nos legó independencia y libertad política-administrativa, nos hizo país libre. Los hechos relatados demuestran la claridad, la grandeza del pensamiento y espíritu de Bolívar, pero en nuestro nacimiento como país es conveniente recordar que en el Congreso de Angostura de 1824 cuando se hablaba del Departamento del Sur de la Gran Colombia, que después lo denomina Ecuador, se lo dividió desde el punto de vista político-administrativo en ocho regiones o provincias, luego cuando se crea la República del Ecuador como un Estado soberano e independiente en 1830, se opta por una división departamental, consciente el libertador Bolívar de las diferencias de orden climático, geográfico y étnico culturales que caracterizaban al naciente país, ello lo lleva a crear tres distritos que se los llamó: el Departamento del Norte que comprendía básicamente lo que se conoce como la Sierra y la parte Norte y Central del Oriente, lo que es el Austro y la parte Sur del Oriente, y el tercer Departamento que es la región de la Costa que incluía las cinco provincias del Litoral y la Región Insular de Galápagos. Bolívar tenía sus razones, conocía muy bien el Ecuador, él entendía a cabalidad que la unión en la que creía, sólo era posible en la medida en que se respetara la diversidad étnico-cultural, de ahí nace esta división política-administrativa que en el fondo respeta tradiciones y realidades históricas, geográficas y culturales, pues no se puede dejar de mencionar que los territorios de las provincias costeñas no estuvieron integrados al antiguo Reino de Quito; y más bien estaba fresca la posición de Guayaquil que después de la proclama de Octubre de 1820, tuvo una fuerte corriente de opinión mayoritaria por un Guayaquil independiente, sin dejar de existir opiniones entre quienes querían adherirse al Virreinato de Lima en el Perú, y los que querían unirse al Virreinato de Nueva Granada, esto es a la Gran Colombia.
Sin temor a equivocarnos, Bolívar quiso una nación latinoamericana poderosa, autosuficiente, competitiva, respetable, en el concierto de naciones del mundo, era un convencido de esa causa, sabía muy bien de las debilidades y diferencias de los habitantes de este subcontinente, pero no pensaba en grandezas materiales, quería una nación como él la concibió desde su destierro en Jamaica, en 1815, una nación que antes por sus riquezas y por su extensión fuese grande por su libertad y su gloria, era un ser humano que no pensaba que el poder engrandecía, privilegiaba en todo hombre el honor, por ello en el Congreso de Angostura, pronunció una de sus más profundas y hermosas frases dejando para la posteridad un concepto de vida extraordinario, “antes que el pomposo título de Libertador gustaría que me digan que soy un buen ciudadano, útil a la sociedad y la patria” y afirmaba “la verdadera gloria y felicidad de un ser humano no está en el poder y el dinero, sino en ser un hombre de honor”, que lección con que abofeteaba y sigue abofeteando, con la hondura de su sentimiento y la fortaleza de su recia personalidad, a tanto mediocre arribista que anda a la caza de escalar posiciones a como dé lugar, atropellando principios y valores, Bolívar era un ser superior, una especie rara dentro del género humano, no ambicionaba su bienestar personal, sino el bienestar de los demás, ahí radica la real diferencia entre el que vale y es útil a los demás, con el pequeño de espíritu que no vale nada ni sirve a nadie, si no que sólo perjudica o utiliza a los demás. Bolívar era un líder que pensaba en la libertad como un atributo inherente a la vida del ser humano, que sostenía sin vacilaciones que mejor es morir luchando por la libertad que vivir en la esclavitud, un estadista que conocía que la organización política de la libertad tiene su expresión en la democracia, advirtiendo que la democracia debía hallar el equilibrio entre las exigencias de la libertad y la de la estabilidad y la eficacia, o se producirá la anarquía. Estaba consciente de la fragilidad de un sistema que respetara la libertad individual, por ello señalaba “ninguna forma de gobierno es tan débil como la democracia, su estructura debe ser de la mayor solidez y sus instituciones interactuar para la estabilidad, si no es así, lo que tenemos es un ensayo de gobierno y no un sistema permanente, contaríamos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica, y no con un establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz, la justicia”, este pensamiento resume la tragedia de los pueblos latinoamericanos y especialmente del Ecuador, no hemos aprendido a vivir en democracia, eso explica nuestra inestabilidad política reflejada en la expedición de 19 Constituciones.
Bolívar fue un ciudadano de mente y formación universal, un hombre de mundo, le molestaban las controversias para disputar reducidas parcelas de poder. Creía que los problemas entre países deben encontrar sus soluciones en una liga de pueblos libres que resista la agresión y la fuerza de las armas, que diriman sus controversias entre sus miembros a través de un Tribunal de Justicia, creía en el derecho como el mecanismo adecuado para dirimir conflictos sociales e individuales, por ello sostenía “si no hay un respeto sagrado por la patria, por las leyes y por las autoridades, la sociedad es una confusión, un abismo: es un conflicto singular de hombre a hombre, de cuerpo a cuerpo”. Bolívar fue un hombre justo que amó la paz, un hombre desprendido con un credo de vida que hacía que su mente esté siempre pensando en el bien común, un ciudadano digno y respetable, un hombre que simple y llanamente entregó su vida y sus bienes para favorecer la libertad de los pueblos de América Latina, a los que él se sentía vinculado por ancestro. La lucha que libró por la suerte de los marginados, le enseñó a conocer incomprensiones e ingratitudes, pero su vida que la cultivó conociendo lo que significa el mundo desarrollado, que le enseñó a conocer las grandes desigualdades, que le mostró escenarios donde se tomaban las grandes decisiones, que pudo conocer de cerca lo que significó la personalidad controvertida de Napoleón Bonaparte durante su estadía en París, personaje del que se admiró por la adhesión de un pueblo como el francés, que siendo partidario de la libertad idolatraba a su Emperador, pero también aprendió a reprochar sus actos dictatoriales y su egolatría, por eso se negó acompañarlo en su proclamación en la Iglesia de Notre Dame en la tradicional isla de París, no soportó el contemplar su auto investidura, aunque existen historiadores que afirman que la curiosidad de Bolívar lo llevó al acto, pero que mantuvo prudencial distancia para no ser identificado como parte de una ceremonia que no compartía, pues veía en Napoleón un hombre que se contemplaba en su propio espejo.
Bolívar tuvo la ventaja de conocer la abundancia, provenía de una familia muy adinerada, por eso no supo de privaciones, eso contribuyó a tener una personalidad donde no había espacio para envidiar nada a nadie, nada le faltó, fue partícipe de las más apetecidas y encumbradas reuniones sociales, tuvo la suerte de tener grandes amigos que influyeron en su personalidad, no conoció de privaciones, no tuvo motivos para acumular resentimientos, incluyendo dentro de sus emociones de varón el ser un romántico y enamorador, aunque jamás fue conceptualmente infiel a su única esposa María Teresa, una española de ancestro venezolano, a quien jamás sustituyó en el único matrimonio que tuvo y de quién se expresó en elocuente demostración de su apego por la galantería “el cielo se la llevó porque creía que le pertenecía, ella no era de este mundo”. En su agitada vida de galán tuvo varias convivencias con mujeres que despertaron la líbido de sus afectos masculinos.
Enemigo implacable de la falsedad, de la mentira, Bolívar sostenía “no pertenecen a la Historia ni la falsedad, ni la exageración, si no tan sólo la verdad”, era de los que creía que el tiempo y los hechos son los que se encargan de demostrar la realidad y trascendencia de las acciones o actitudes de los seres humanos, creía al igual que Couture que la naturaleza y el tiempo se vengan de las cosas que se hacen sin su consentimiento. Bolívar era un convencido de que la inteligencia y el conocimiento acompañados de comportamientos morales sólidos, son los que fortalecen una sociedad, por eso sostenía en una de sus frases históricas “un pueblo pervertido si alcanza su libertad muy pronto vuelve a perderla, porque en vano se esforzarán en mostrarle que la felicidad consiste en la práctica de la virtud, que el imperio de las leyes es más beneficioso aunque se deba someter a su benéfico rigor, que las buenas costumbres y no la fuerza son las columnas de las leyes, que el ejercicio de la justicia es el ejercicio de la libertad”, sin duda Bolívar es reiterativo en su apego al derecho como sustento de una vida democrática, un convencido de la necesidad de mantener la práctica de las buenas costumbres, no transige con la corrupción, sabe bien que sin honestidad se desmorona y se viene al suelo toda doctrina, toda idea, por beneficiosa que sea o parezca, enemigo implacable de la injusticia, reafirma que sin justicia no hay libertad, compartió con los griegos el criterio de que un pueblo corrupto es indigno de vivir en libertad, pero tampoco lo salva el despotismo. Cuánto contenido en estas exclamaciones de Bolívar, las que las pronuncia cuando había tenido una serie de vivencias, había experimentado una serie de desengaños, había conocido lo que significaba el ejercicio del poder, sus momentos de gloria, sus desencantos, su soledad, cuando había conocido la euforia de multitudes que lo rodeaban y vitoreaban, cuando había saboreado ser el centro de atención y miradas de quienes lo admiraban y halagaban, cuando había sentido las alegrías y tristezas en su vida como ser humano, en cuya trayectoria Bolívar refleja ser un hombre extremadamente sensible, que lo hacía tener predilección por el lado humano y bueno de la vida.
A Bolívar hay que entenderlo como un hombre que sacrificó su tranquilidad, que sacrificó su fortuna personal por sus ideales, era un idealista que no soportaba el abuso ni el aprovechamiento, su vida significa un latigazo para aquellos aprendices de dirigentes que no escatiman tiempo ni oportunidad para enriquecerse y mostrar sus garras repugnantes para agarrar todo cuanto encuentran a su paso y enriquecerse ilegítimamente, aquellos reptiles que se arrastran por beneficiarse del desconocimiento y desconcierto de un pueblo que ignora sus raterías, ellos jamás entenderán el alma de Bolívar. Creía en el hombre en cuanto es capaz de las más bárbaras destrucciones y de las más nobles e inimaginables acciones, esa forma de ser lo llevó a creer en verdaderos líderes y dirigentes, a creer en lo beneficioso que es un hombre de bien, por ello expresaba analizando la pequeña República de Tebas”, a veces son los hombres no las doctrinas las que forman los gobiernos, los códigos y los sistemas son obras muertas que influyen poco sobre las sociedades, hombres virtuosos, hombres patriotas, hombres ilustrados, constituyen las repúblicas”, Bolívar sabía que la vida había sido grata con él, que lo había premiado, que sin imaginarlo convirtió en verdad aquella promesa hecha en la ciudad eterna de Roma, cuando contempló y presenció el refugio de los plebeyos en la montaña sagrada, huyendo de los patricios, no transigía con el atropello y las injusticias y cuando fue testigo de lo que significaba la desigualdad entre patricios y plebeyos, juró de rodillas en el Monte Sacro en Roma frente a su profesor Simón Rodríguez, que no terminaría su vida hasta no lograr reivindicar a su patria escarnecida por la insolencia voraz de conquistadores de baja calaña, de su América criolla que se encontraba sometida y subyugada por la prepotencia del poder o del dinero de la corona española, estaba convencido que América Latina fue conquistada y no descubierta, que a los españoles de la época antes que desarrollar América Latina les interesaba explotar y sin limitaciones sus riquezas.
Pero hay que estar claros, por qué Bolívar pensó y obró de la manera que lo hizo, tuvo grandes maestros y amigos de quienes aprendió la vocación por lo intelectual, por el conocimiento del derecho como la norma que permite una convivencia civilizada y pacífica, Bolívar fue un gran racionalista, creía en la razón y no en el dogma, no existen dudas de que ese firme apego por el derecho lo adquirió de su contemporaneidad y amistad con el gran maestro del derecho Andrés Bello, aprendió mucho del sabio y naturalista alemán Alejandro Von Humbolt, quien le enseñó las diferencias y marcadas diversidades étnico culturales de los latinoamericanos, sabía que agruparlos para una causa exigía enormes esfuerzos, le advirtió lo complejo y difícil que resultaba unificar grupos heterogéneos, Humbolt encontró en los estudios e investigaciones realizados en América Latina, que existía una gran variedad de etnias: “los blancos nacidos en Europa, los criollos de origen americano, los mestizos de sangre india y europea, los indios puros, los mulatos provenientes de la unión de blancos y negros, los zambos con sangre india y negra, y los negros puros”, a esa heterogeneidad había que agregar que los españoles querían construir la economía a base del trabajo forzado de los indios, lo cual originó que en el corazón del indio se alojaran el rencor, el resentimiento y la malicia, es decir que los nativos no pudiendo decir la verdad por temor a represalias o castigos, recurrieran a mentiras y subterfugios, desarrollándose una extraña psicología que los mejores escritores hispanoamericanos han tratado de analizar: un pueblo que se convirtió en servil pero resentido, voluble pero deshonesto, complaciente pero desconfiado, vigoroso pero vengativo, lo cual explican los versos de Chocano: “oh raza antigua y misteriosa, de impenetrable corazón, que sin gozar ve la alegría, y sin sufrir ve el dolor”. Pero un tema tan sensible hay que analizarlo en todas sus facetas y hay que echar una mirada a lo positivo de la herencia indígena, las leyes de Indias constituyen uno de los documentos más depurados de la inteligencia humana, son un monumento jurídico de la época, Garcilazo de la Vega fue un historiador refinado y exquisito de gran percepción de los hechos históricos, la rebelión de Tupac Amarú contra una burocracia obcecada por cobrar más y más tributos, son testimonios de la reconocida valía de líderes indígenas que honraron su raza y pusieron en alto el nombre de sus pueblos aborígenes.
Simón Bolívar Palacios fue un hombre de ideas muy claras, de gran formación, estaba preparado para liderar y conducir un pueblo, sabía muy bien que el único factor capaz de unir a la América mestiza era la religión, pues su gran diversidad geográfica y cultural conspiraba contra la unión que él siempre buscó, esa realidad lo llevó a incorporarse en París a la francomasonería alcanzando el grado de maestro en la cofradía americana, pero luego se separó de la misma para seguir por el camino en el que realmente creía, a guiarse por las ideas eternas de la razón, de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad, por los postulados de la Revolución Francesa. Reafirmando su gigantesca ansia de justicia, sostenía con elevada espiritualidad “la justicia es la que resuelve el conflicto entre el bien y el mal”. Fue desde el punto de vista filosófico un demócrata a carta cabal, no fue un radical ni irrealista, fue un creyente de la necesidad de la independencia de los pueblos latinoamericanos, quiso seguir la tesis y el ejemplo de los líderes que triunfaron en las revoluciones de Inglaterra, Francia y Norte América, coincidió con las tesis de Francisco de Miranda, un venezolano de origen canario por parte de su madre, que se convirtió en el primer adelantado de la independencia latinoamericana, quien después de haber estado enrolado en el ejército español del que fue separado acusado de conspiración, regresó a Venezuela para iniciar la lucha por la independencia. De Miranda Bolívar heredó su anhelo integracionista, Miranda deseaba se integraran todos los pueblos desde el Mississippi hasta el cabo de Hornos, incluyendo a Guayanas y Brasil, creía en la posibilidad de forjar un imperio latinoamericano y caribeño.
Dentro de la gran formación que alcanzó Bolívar como líder político, sostenía con muy claros conceptos que el sistema de gobierno más perfecto “es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política”, sin estabilidad todo se corrompe y termina por destruirse añadía, aunque siempre pensó en su conciencia claramente democrática que “las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder político”. Creyó en el principio de la alternabilidad democrática, sin que ello implique contradecir su adhesión a la estabilidad, y continuidad de políticas y acciones favorables al bienestar colectivo, es necesario precisar que no obstante sus arraigadas convicciones democráticas, Bolívar era partidario de gobernantes que apliquen la ley sin temores ni favores, su identificación con los anhelos populares no reñía con su energía y clara noción del principio de autoridad, no compartía con los equilibristas y acomodaticios que aplican la ley según conveniencias.
Hay un hecho que debe ser advertido, Bolívar nace en 1783, su natalicio coincide con los vientos libertarios que soplaban con fuerza en Europa y que ya habían tenido un eco sonoro y de gran trascendencia para la posteridad histórica, cuando las trece Colonias norteamericanas declararon el 4 de julio de 1776 su independencia de Inglaterra, debió haber influido en sus afanes libertarios, ello explica el porqué se asegura fue un seguidor de George Washington, prócer de la Independencia de los Estados Unidos, cuya efigie la colgó siempre de su pecho según afirmación del historiador Rufino Blanco Fombona, valoraba en él y en los patriotas norteamericanos la lucha contra el coloniaje inglés, su defensa de la libertad, de la vida, de la justicia, de la soberanía e independencia de los pueblos, de su apego a la libertad de opinión, se emocionaba con los que creían al igual que él en las democracias, era un hombre que dimensionaba el ser y sentirse un ser humano libre y de buenas costumbres, por eso fue como fue, sabía que hay muchos hombres buenos pero pocos son grandes, el alma de Bolívar estaba reservado para la grandeza, ello explica otro de sus célebres pensamientos cuando afirmaba: “El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad, se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas” otra lección para los mediocres, para aquellos aprendices de dirigentes que nunca comprenderán a los hombres de honor, que sólo piensan en lánguidas satisfacciones del momento, que sólo les preocupa aprovecharse de la oportunidad, que viven solazándose con comedias de mal gusto, pero son incapaces de sentir solidaridad por la tragedia humana, por eso se arrastran cuando necesitan conseguir favores de otros, por eso dedican su tiempo a pensar en el engaño o utilización de gente sencilla y de buena fe, por eso tampoco son capaces de brillar con luz propia y tratan de cobijarse en la sombra ajena. Son esbirros y aduladores cuando les conviene, déspotas y agresivos cuando tienen la oportunidad de serlo, son esos personajes los que han hundido en una gran crisis a la patria latinoamericana, han sido incapaces de vencerse a sí mismos, viven de los antivalores, se quedan diciendo o escribiendo discursos repletos de retórica, hueco de contenido y vacío de sinceridad.
Sin duda Bolívar en su viaje por Europa fue influenciado por la tesis de la revolución francesa que calan profundamente en sus ideas y sentimientos libertarios, por eso también fue admirador de la independencia norteamericana, lo cual explica la visita que hizo a ciertos lugares de Estados Unidos, entre los que se incluyen los Estados de Massachussets, Carolina del Sur, las ciudades de Boston y Charleston, entre otras, esto lo hace a Bolívar vivir y saborear los efectos positivos de la revolución norteamericana que en el fondo es la primera que proclama la Declaración de los Derechos Humanos que están consagrados en la Constitución de Virginia de 1776 y que luego fueron universalizados por la Asamblea Legislativa Francesa después del triunfo de su revolución en 1789. El conocimiento y apego de Bolívar por el que constituye el movimiento de mayor trascendencia y cambio que ha vivido la humanidad a lo largo de su historia, que es el triunfo de la Revolución Francesa con las tesis de los llamados enciclopedistas o de los promotores de la era del romanticismo, queda demostrado cuando Bolívar en su visita a Italia se desencanta de Venecia, puerto comercial, pero le fascina Florencia la ciudad cuna del Renacimiento, donde por primera vez se estudian y difunden las tesis democráticas en la Academia de los Medicis.
Bolívar siempre pensó en la conveniencia de forjar una clara conciencia social que permita establecer lo que es honesto de lo que no es honesto, lo que es sincero de lo que es falso, lo que es empírico de lo que es científico, lo que es real de lo que es aparente, por ello el tema educativo no le fue ajeno a sus preocupaciones y prioridades, su histórica frase “la esclavitud es la hija de las tinieblas: un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción: la ambición y la intriga abusan de la credulidad y la inexperiencia de los hombres ajenos a todo conocimiento político, económico, civil, adopta como realidades lo que son puras ilusiones, toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia”, frase que refleja el hondo conocimiento de lo que significa la educación como un proceso orientador de las conductas y comportamientos humanos y de una realidad, que impida a las personas ser víctimas de embusteros que dedicados a tratar de obtener ventajas con su audacia, con su atrevimiento o con su desmesurada ambición, sólo buscan inescrupulosas ventajas aprovechándose de la buena fe ajena. A Bolívar le pertenece aquella sabia expresión “sólo la educación nos hará libres”, sabía y estaba consciente que una buena educación es la que nos alumbra con el conocimiento de hechos y realidades, sólo cuando sabemos es que estamos en capacidad de entender la verdad de las situaciones o acontecimientos que se producen dentro del convivir social, por ello Bolívar sostenía que “la educación popular debe ser cuidado primogénito del amor paternal del Congreso”, y en uno de sus pensamientos muy bien logrados afirmaba “moral y luces son nuestras primeras necesidades”, “moral y luces necesitan las jóvenes repúblicas latinoamericanas”, he ahí un mensaje sublime de profundo contenido con el que acertaba a resumir lo que necesita un país que se respeta a sí mismo, nos advertía que sin la práctica de valores y sin la ayuda de conocimientos transitamos por rumbos inciertos, deambulamos en la confusión. Si en la actualidad nos preguntásemos: qué es lo que prioritariamente necesitamos, responderíamos sin mayor análisis: “restablecer valores, formar una sólida y consistente conciencia social a través de una educación de calidad que ilumine nuestro desarrollo futuro”, sin educación es imposible el desarrollo sostenible. Bolívar tuvo la suerte y ventaja de aprender y escuchar de sus grandes maestros lecciones de vida, lo cual contribuye sin duda a formar su gran personalidad, empezó su actividad ciudadana cometiendo repetidas faltas de ortografía que las fue corrigiendo con el tiempo, pues poseedor como era de una gran sensibilidad humana, comprendía la verdadera dimensión del proceso educativo, el hecho de haber sido un autodidacta lo volvió un ser disciplinado.
En el contexto de la extraordinaria concepción de líder social que alcanzó Bolívar, fue un verdadero adalid de la integración latinoamericana, ello lo llevó a convocar en 1826 en Panamá, un Congreso con el ánimo de formar una América Latina unida y vigorosa, pensaba que Europa era fuerte y podría ser la sede del despotismo, América debía esforzarse en ser sede de la libertad, compartía en este aspecto el pensamiento de Jefferson. Lamentablemente en el Congreso de Panamá no tuvo la concurrencia que hubiese deseado, pero analistas coinciden en que logró sentar las bases de lo que después sería la Organización de Estados Americanos (OEA), Bolívar era un convencido que si algún día se establecieran naciones libres en América del Sur, una Federación entre ellas sería la forma más aconsejable de unión, ya en 1813 le decía a sus tropas: “América espera de nosotros la libertad y la salvación”, es decir, hablaba de una sola América, “unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa” afirmaba en otra de sus exclamaciones que recoge la posteridad histórica, su sueño era una gran nación, no pensó jamás en la idea de un súper Estado, porque Bolívar era enemigo de las monarquías, era enemigo de las tiranías y de los centralismos del poder, de los absolutismos, creía en la unidad pero nacida de la voluntad espontánea de los pueblos y no impuesta desde las alturas del poder, no anhelaba un sistema de Estado a semejanza del viejo mundo representado por Europa, pensaba para el nuevo mundo que él buscaba liberar, un régimen distinto, genuinamente democrático, encontraba una gran diferencia entre la Santa Alianza europea integrada en aquel entonces por Prusia, Austria y Rusia, que privilegiaba el poder impuesto desde las alturas, frente a una tesis bolivariana que pensaba en un poder nacido desde la base de la sociedad, del estado llano como lo llamaban los revolucionarios franceses. Era un leal creyente de la democracia en cuanto fuese una fiel expresión de los anhelos populares, era un vehemente defensor de las libertades y garantías ciudadanas, pero ante la escasa concurrencia a la convocatoria hecha en Panamá, a la que no asistieron los más importantes países de América del Sur, como el caso de Chile, Brasil, Argentina, Bolívar pensó como alternativa en conformar la llamada Federación de los Andes que comprendiese desde su natal Venezuela hasta Bolivia, pasando por Colombia, Ecuador y Perú, pueblos que él había independizado con su espada libertaria, estimaba que esa Federación andina tendría la ventaja de ser homogénea, pues en sus propósitos integradores de América Latina, nunca pensó incorporar a norteamericanos y haitianos, sostenía sería una sustancia extraña en el cuerpo social de la Liga o Federación de naciones que deseaba conformar. Hay algo que debe resaltarse, Bolívar llegó a tener una gran admiración por la Gran Bretaña, a la cual la llegó a denominar “la dueña de las naciones” o “señora de los mares” esto último por sus linderos marítimos que la conectaban fácilmente con el resto del mundo, admiraba el constitucionalismo inglés, pensaba que Inglaterra era el único país europeo al que interesaba la independencia latinoamericana, creía podría ser un soporte de apoyo para el equilibrio entre el nuevo mundo y el viejo mundo.
Bolívar no se desanimó por la poca concurrencia que tuvo en Panamá, donde asistieron solamente Perú, Colombia, México y Guatemala, lo importante es destacar la vocación por los Estados Federados que tuvo Bolívar, por ello al concebir en el Congreso de Panamá la creación de la Liga latinoamericana de naciones, preconizó por primera vez en la historia del derecho internacional, el arbitraje en el hemisferio occidental, como medio de solución de conflictos y fue igualmente de los primeros en pedir internacionalmente la abolición del comercio de esclavos, habiendo instituido las conferencias panamericanas como una institución permanente. Acreditados analistas sostienen que la política de buena vecindad de Franklin Delano Roosvelt está muy cerca de los íntimos deseos de Bolívar, así como las resoluciones de Chapultepec y San Francisco, están animadas del mismo espíritu que impulsaba Bolívar cuando convocó el primer Congreso Latinoamericano de Panamá. Estaba consciente que su convocatoria al Congreso de Panamá no tendría el mismo resultado que tuvo el Congreso de Viena cuando se formó la Santa Alianza europea, no ignoraba que lamentablemente las repúblicas latinoamericanas sólo poseían una sola causa común la independencia, pero sabía perfectamente y ese era su propósito, que este Congreso tendría una repercusión a nivel mundial, lo cual contribuía a fortalecer la libertad y la soberanía de los países de América Latina. Bolívar en 1815 ya había sustentado la opinión de que un Estado demasiado extenso, con fronteras muy alejadas de un centro de operaciones, debe por su misma naturaleza degenerar en tiranía, y Bolívar era un obsesionado opositor a cualquier vestigio de un régimen monárquico y mucho menos tiránico, por eso Bolívar pensaba en la Federación como un mecanismo para evitar la anarquía, creía que esta Federación favorecía la atención de intereses locales de los distintos países de América del Sur y que todo el esfuerzo por integrar una América Latina libre, hubiese sido en vano, sino se consolidaba una Federación que respetase la independencia de cada país con sus peculiaridades y tradiciones. En este campo, Bolívar tenía colaboradores escépticos como el caso de Santander, que consideraba utópica y absurda la unión entre Colombia y Perú, Sucre tenía sus dudas de que una república gigantesca de esta índole redundara en beneficio de las naciones libertarias, pero Bolívar mantenía su tesis, de ahí sus palabras, busquemos un fundamento para la unidad, los países Andinos eran para él la respuesta a su empresa independizadora. Bolívar soñaba con una nación poderosa en América del Sur que rivalizara con los éxitos de los Estados Unidos y fuera capaz de competir en autoridad e importancia con esta potencia del norte y con los países europeos, sin que eso signifique que no se diera cuenta que las barreras geográficas y los prejuicios raciales separaban a los nuevos Estados latinoamericanos. Bolívar fue considerado como una especie de artista y poeta que trataba de insuflar vida a la arcilla americana, pensaba como Schiller, cuando expresaba “este siglo no está bastante maduro para mi ideal, yo vivo como ciudadano de tiempos venideros”, para los que no creían en sus anhelos, la libertad significaba autodeterminación y consideraban que la federación andina podría convertirse en una expresión completa de los esfuerzos por la libertad.
Conclusión: el hecho histórico
En un análisis respetuoso de la historia no podemos dejar de ser objetivos, y para serlos tenemos que ubicarnos en el entorno en que suceden los acontecimientos. Era incuestionable que los pobladores de la América conquistada por los españoles se sentían incómodos con los 300 años de coloniaje. Para entender claramente lo que acontecía en los pueblos de América Latina y El Caribe recurramos a Cervantes quien expresaba “América se había convertido en el refugio para los desesperados; la iglesia de los defraudados, el asilo de los asesinos, un refugio para tahúres, el cebo para mujeres de mala vida, en general significó la decepción para muchos y una panacea para unos pocos”, se sentía en definitiva que España impuso a América su idioma, religión y las leyes de su gobierno, reteniendo los indios como propias nada más que sus vidas.
En ese escenario mundial cuando había triunfado la Revolución Francesa en Europa con su trilogía de valores: libertad, igualdad y fraternidad se transmitió a todo el mundo esa influencia, que Bolívar la recoge y sobre la que estructura su lucha para liberar e independizar a los pueblos de América Latina, Bolívar se identifica con los preceptos de la doctrina liberal que triunfó en la Revolución Francesa, fue sin duda alguna un seguidor de las ideas sobre todo de Rousseau, cuyo Contrato Social se afirma lo leyó con especial emoción, pues era uno de los libros preferidos de su profesor Simón Rodríguez, que era catalogado por algunos como genio o como loco, pues inclusive cambió su apellido de Carreño por el de Rodríguez, quien en el ocaso de su vida sostenía “he tratado de crear un paraíso para todos y he conseguido crear un infierno para mí y para mi familia”, agregaba con mucha nostalgia “si no se puede esperar nada de la vida hay que esperar algo de la muerte”, Rodríguez es el más influyente ideólogo de Bolívar, siendo incuestionable que seguía los principios de la Revolución Francesa que son los que calaron intensamente en el pensamiento de Bolívar.
No se puede dejar de mencionar dentro de este análisis que de alguna manera influyó en la lucha bolivariana, el debilitamiento que en la defensa de sus colonias, experimentó España al entrar en guerra con Francia en razón de la expansión que pretendía Napoleón que tenía enquistada en su mente la tesis “la Francia es el mundo”, Napoleón, fue en consecuencia un aspirante a convertirse en el gran monarca de todo el mundo, aunque hay que admitirlo en América Latina no tuvieron eco sus tesis expansionistas, pues de todas maneras en América Latina seguía teniendo influencia la herencia heredada de los españoles.
Bolívar: el personaje
Ninguna tesis, ninguna doctrina, ninguna lucha, produce el resultado deseado, si no tiene un líder que dirija el proceso, por ello una vez establecidas las tesis inspiradoras de la independencia y libertad de los pueblos latinoamericanos, es obvio debemos analizar al personaje que abanderó esas tesis, esto es a Bolívar, que al decir de quienes lo han analizado y estudiado fue sensible, franco, impaciente, fácilmente desconcertado, los sentimientos apasionados se enraizaban más pronto en su alma con toda su turbulencia que el ser simple y cómodamente un espectador de injusticias y atropellos, sin embargo hay que anotar en él su temprana madurez y es evidente que desde joven prefirió decididamente las conversaciones de adultos a la compañía de gente de su edad. El temperamento de Bolívar era un temperamento un tanto explosivo, alguna vez su tutor José Sanz le dijo que parecía un barrilito de pólvora a lo que Bolívar le respondió “entonces no se me acerque mucho porque puedo estallar”, esto pone de relieve la forma de ser y pensar de Bolívar, fundamentalmente Bolívar pertenece a esa rara especie de seres humanos, que está preocupado por dar todo por los demás antes que pedir nada a los demás, fue un hombre de extremada seguridad en sí mismo y por ende un hombre auténtico, su pensamiento tenía una perfecta armonía con sus actitudes, por lo que podríamos afirmar que tenía una gran autenticidad, jamás fue un hombre que dijo o hizo algo por cálculos o intereses personales, en esencia es fácil advertir la condición de hombre realmente virtuoso de Bolívar, su frase “renovemos en el mundo la idea de un pueblo que no se contente con ser libre y fuerte si no que quiere ser virtuoso”, confirma el pensamiento de un hombre que siempre privilegió valores antes que aprovecharse de cualquier interés de orden personal o material.
Es fácil apreciar en Bolívar su condición de un verdadero estadista, fue un dirigente que estuvo pensando en las nuevas generaciones y no en las próximas elecciones como piensan los seudos dirigentes políticos, su desafío era construir un mejor mañana, jamás estuvo buscando cómo obtener ventajas de determinadas circunstancias que le podrían favorecer, un líder que entendía a cabalidad la ciencia política, que sabía lo que significa una organización social, lo que significa un país y lo que significa dirigir ese país, para poder conseguir satisfacer los más ambiciosos anhelos colectivos, fue un personaje con la más sólida formación que le permitía conocer todas las variables que inciden o interactúan en la vida misma de la sociedad, era un visionario, un conductor confiable, que entendía bien y sentía profundamente un ideal del que nunca claudicó y con en el que jamás transigió, como hombre superior sabía que los principios, los ideales no pueden ser objeto de negociación política.
Bolívar en fin de cuentas, merece para los ecuatorianos ser reconocido como el padre de la patria, si el Ecuador existe es por decisión y deseo de este extraordinario y completo líder de América Latina.
La actual situación Andina
Los sueños integradores de Bolívar no se concretaron. Los países que él liberó han actuado y actúan en función de los intereses de cada uno de ellos, de tal manera que lo único que los une es justamente su anhelo por la libertad e independencia, es un pasado común en cuanto quien los liberó fue la mente, el espíritu y la decisión de Simón Bolívar. Actualmente los países que Bolívar quiso unir no han podido avanzar en un verdadero mercado común de orden económico, en una integración política o en una alianza estratégica que les permita ser más competitivos dentro de la interdependencia que caracteriza el mundo actual; al contrario, soplan fuertes vientos para que la Comunidad Andina de Naciones deje de significar un convenio que ate a los países que la integran, la crisis lamentablemente no les da tiempo si no para buscar como superar sus propias dificultades internas y en ese contexto es muy difícil que el Acuerdo de Cartagena, suscrito hace más de dos décadas, pueda tener el resultado deseado por quienes lo suscribieron y mucho menos producir una verdadera integración como lo quiso Simón Bolívar.
La cátedra bolivariana
A Bolívar no se le puede rendir homenaje acordándonos de la fecha de su nacimiento o de la de su muerte, como acostumbramos normalmente a recordarlo. Si queremos realmente ser leales a la obra de Bolívar, no hay otra forma de hacerlo que emulando su conducta, y para emular su conducta, para entender su grandeza de alma, su gran generosidad, su desprendimiento a toda prueba no existe otra posibilidad que no sea la de mantener vivos sus ideales, su patriotismo y trasmitirlos a quienes interese el bien de la patria. Ello sólo es posible a través de foros permanentes, a través de una cátedra Bolivariana como lo planificó el Consejo Nacional de Universidades y Escuelas Politécnicas del Ecuador, que tuve la honra de presidir, cátedra que a nivel nacional se confió su coordinación a una persona probadamente bolivariana, no de ocasión sino de todos los días, como es el caso de Margarita Mendoza Cubillo, a quien se debe en buena parte la organización de este seminario que ha convocado y que ha permitido escuchar y refrescar el pensamiento y la obra eterna de Bolívar.
Julio 22-2003
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