miércoles, 22 de mayo de 2013

Apuntes a “Ecuador: Identidad o Esquizofrenia”


Mayo /2013
Medardo Mora Solórzano
Leer el libro de Miguel Donoso Pareja “Ecuador: Identidad o Esquizofrenia”, emociona, recrea, nutre de patriotismo, alecciona, es una invitación concebida y narrada para hacernos sentir que el Ecuador sí puede ser un país unitario,  si lo aceptamos tal como es, con sus diferencias étnicas, culturales, geográficas, climáticas.

El autor es uno de los ecuatorianos más lúcidos y un profundo conocedor de la realidad nacional. Nos advierte con la  frontalidad y sencillez  de quien sabe lo que dice “detectado el mal, asumida su existencia  y sus causas, no luchar contra él es un suicidio”, lo escribe con la seguridad de un criterio basado en la investigación  histórica y el estudio permanente, con la cabal comprensión de elementos y factores que han confluido y confluyen en la falta de  unidad, “una identidad nacional  esquizofrénica,  puede llevar  a un país  a su disolución, a desmoronarse, a caerse en pedazos”.

Este concienzudo  análisis fundamenta sus opiniones en hechos históricos y actitudes irrefutables. Recuerda el cruce de expresiones que como dardos se lanzaron dos grandes personajes de la historia nacional, ambos patriotas, pero con ópticas regionales vividas desde diferentes orillas llenas de desafectos.  Eugenio Espejo apasionado  en ensalzar al quiteño y denostar al guayaquileño Juan Bautista Aguirre con toda su artillería poética, refutando la arremetida de Espejo describe al guayaquileño  como seres con “indolencia,  crueldad  y barbarie en los habitantes  montenses de Guayaquil y Babahoyo”, el poeta de Daule, Juan Bautista Aguirre, arremete contra el quiteño y lo define, “va también cual rapaz, vestido de ángel andante, con su cara por delante y máscara por detrás, con tan donoso  disfraz, echan unas trazas raras, dándonos señales claras, que  en el quiteño vaivén, aún los ángeles también, son figuras de dos caras”.

Estos dos personajes que vivieron  en el siglo XVIII,  demuestran  que  percibir la realidad con visiones parcializadas cargadas de animadversión: los  guayaquileños y por extensión los costeños, son superficiales, tontos, impulsivos, violentos, sin ideas, inconsistentes, salvajes, crueles, orgullosos; y los quiteños  y por extensión  los serranos, de dos caras, farsantes, imbéciles, traumados, chismosos y traidores. Estas diferencias son a las que Jorge Enrique Adoum, notable intelectual ambateño residente en Quito, las considera como “señas particulares” del Ecuador.

Otro notable ecuatoriano, Belisario Quevedo, tampoco  esquiva escribir sobre las radicales diferencias  entre quiteños y guayaquileños, no mezquina el uso de calificativos para fundamentar sus afirmaciones, el propio autor con su texto “ La violencia en el Ecuador” y Jorge Enrique Adoum, con su obra “Ecuador Señas Particulares” no esconden sus criterios  para resaltar las formas de ser y pensar de quiteños y guayaquileños,  y los calificativos para fundamentar sus afirmaciones, aquello lleva al autor del texto que comento a decirnos sin ambages, que  han pasado más de 200 años y seguimos sin superar diferencias que se ahondan en la medida en que no se las reconozcan. Hoy  en el año 2013, hay un balance que exhibir, Guayaquil dejó de ser sin darse cuenta la capital económica del Ecuador, Quito la supera en riqueza que circula casi con el doble , el flujo de los petrodólares en la capital  de la República, el tener concentrada la administración pública, ser sede de Misiones Diplomáticas, de las Organizaciones no Gubernamentales,  unido a la gestión regionalista del mal llamado gobierno nacionalista que impulsó el General Guillermo Rodríguez Lara, tiene un resultado al haber sembrado los petrodólares en Quito que creció y se embelleció ostensiblemente   después del boom petrolero, en cambio la Amazonía,  territorio de donde se extrae esta riqueza natural del subsuelo, profundizó su condición de región marginal del país, aunque debo señalar  que el recurrente reclamo  de sus habitantes la van rescatando de su olvido y subdesarrollo.

El remezón provocado por el planteamiento de instaurar  en el  país  un régimen de autonomías provinciales (años 1999-2000), que respetando el ordenamiento territorial cambiara radicalmente el modelo de gestión  y la estructura política-administrativa del Estado,  hizo que  al menos se destine a los gobiernos seccionales un porcentaje  del 15% del Presupuesto del Estado, se descentralizó  administrativamente algo, pero no se desconcentró políticamente nada.

Me permito un paréntesis, Manabí fue la provincia socializó esta propuesta, difundió el tema de las autonomías con mayor detenimiento y análisis, se conformó un Comité Cívico Interinstitucional con todas las entidades públicas  y privadas representativas de Manabí,  se hicieron cinco Asambleas Provinciales, para debatirla y concienciarla, se recorrió la provincia en todos
sus cantones, parroquias, e incluso recintos, se hizo  la Consulta Popular el 17 de Septiembre  del año  2000, que obtuvo más de un 90% de apoyo ciudadano, se logró incluso  que el Congreso Nacional aprobara  realizar una Consulta Popular  a nivel nacional, se ganó esa difícil batalla  en la Legislatura, pero el Presidente de aquel entonces, sintiéndose políticamente débil,  el Dr. Gustavo Noboa Bejarano se abstuvo de convocar la Consulta, ese movimiento  más cívico que político, lo impulsó y coordinó a nivel de provincia la Universidad Laica “Eloy Alfaro” de Manabí, representada  por varios directivos y por su Rector, que además recorrió el país  impulsándola en incontables foros y conferencias. Hago una digresión de orden personal, mi condición en aquel entonces de Presidente del Consejo Nacional de Universidades y Escuelas Politécnicas  del Ecuador (CONUEP) me facilitó el recorrido y la participación en múltiples reuniones y conferencias en las distintas provincias del país, más aún, formé parte de la Comisión Nacional  de Descentralización, Autonomías y Circunscripciones Territoriales, que conformó el ex Presidente Jamil Mahuad (años1999-2000).

Para sustentar el vasto análisis que hace  Miguel Donoso Pareja  sobre una inocultable  realidad nacional, incorpora  el pensamiento de ilustres ecuatorianos de todas las épocas, para ir al encuentro de una  identidad nacional que nos haga  sentir que somos  un país  con diversidades pero único. Recoge en su relato el criterio  de  ecuatorianos que han honrado al país,  Leopoldo Benítes Vinueza,  que llegó a un sitial  al qué difícilmente llegará  otro ecuatoriano e inclusive otro latinoamericano(hace poco se nombró a un mejicano)presidir la Asamblea General  de las Naciones Unidas, Benítes a quien  cita el autor  en el comienzo y a lo largo de  su libro, escribió con notable acierto “Ecuador, Drama  y  Paradoja”, por ello fue él quien en la Asamblea Constituyente de 1945 después del triunfo de  la Revolución  de Mayo, pronunció un fogoso y vehemente discurso  proponiendo la imperiosa necesidad de desconcentrar al poder político en el Ecuador, teniendo  en aquel entonces el  inmediato  respaldo  del también legislador  constituyente,  Pedro Saad.   
                   
Acude también el autor al testimonio de ese otro  ecuatoriano   inmenso que fue Benjamín Carrión, gran promotor  del quehacer cultural que soñaba con un Ecuador  ubicado en un primer plano  en el apoyo y difusión de la cultura, no deja de  citar escritores  de la talla de Jorge Icaza, de Angel F. Rojas, José de  la Cuadra,  Luis  A. Martínez, Jorge Carrera Andrade entre otros,  incluso de los actuales  valores  del intelecto nacional, por eso cita a Fernando Tinajero, cuyo pensamiento tiene la solidez de criterios filosóficos, por supuesto no  deja de referirse constantemente  al provocador  libro  de Jorge Enrique Adoum “Ecuador señas particulares”, que inquieta a  Donoso Pareja a contarnos con la solidez de su versado  y amplio conocimiento de la esquizofrenia en la que se encuentra extraviada la posibilidad de ir al encuentro de una identidad nacional .

El afán de Miguel Donoso Pareja  es construir un  alma nacional, una identidad que nos convoque como país, que nos haga sentir que tenemos forma de ser y pensar homogéneas. Inversamente  los pasacalles, “el chulla quiteño” y “guayaquileño” son expresiones  con visiones y sentimientos distintos y distantes, el guayaquileño  se autoproclama valiente, guerrero, inigualable en esa faceta, el “chulla” quiteño se cree dueño del patrimonio nacional y también  del Quito Colonial, vive la vida encantado, eso explica que el conjunto  de los ecuatorianos (as)  prefiere escuchar música  de otras latitudes.

No se omite en el completo análisis que efectúa el autor, la existencia de un montubio con identidad propia, por ello recurriendo  a José de la Cuadra y al manabita Humberto Robles,  resalta que en la Costa existe una  etnia mestiza campesina, laboriosa, rebelde, el montubio, de quien  José de la Cuadra dice “es gente en quien confiar”, y considera a Guayaquil  la  capital montubia.   El último  censo revela sus rasgos de tipicidad, los montubios  por propia voluntad se declaran que se sienten y son eso, superan en porcentaje de población a la india en el país, es decir el montubio no escondió su condición de campesino orgulloso de su vida y de sus ancestros, agregó algo, el montubio es 100% de la Costa ecuatoriana, el indio habita a lo largo y ancho de países andinos y en territorios de México y Centro América.

Merece destacarse en todo lo que  se ha dicho sobre el país a lo largo  de su historia, que lo recoge el autor, lo expresado por   Juan  Maiguashca:    que en el Ecuador  entre 1830 y 1925 existieron dos  visiones que compitieron  por transformarse en mitos unificadores de la sociedad ecuatoriana: una católica,  defendida por Quito y Cuenca,  la otra laica, postulada con igual  ardor por Guayaquil.

Tampoco se puede dejar de citar  la broma de buen o mal gusto, de Simón Espinoza Cordero, que irónicamente comenta que es una pena que no seamos vecinos de Bolivia, para darle una  salida al mar  “que nos sobra”, recibiríamos a cambio el poder respirar el aire puro de los páramos bolivianos.   Nos recuerda  el autor que ya el Barón de Carondelet buscaba que Quito tenga  su puerto en Esmeraldas, sosteniéndose con mucha razón que  antes era más fácil para los quiteños  viajar de Quito a Bogotá que a Guayaquil y de Guayaquil a Lima que a Quito, la construcción del ferrocarril Quito-Riobamba-Quito, obra iniciada por García Moreno (guayaquileño) y hecha realidad  por  el  manabita Eloy Alfaro sin duda contribuyó a  comunicarnos entre serranos y costeños y en general entre todos ecuatorianos.

La falta de identidad que se pone en evidencia en el libro nos hace notar el autor, que no tenemos ni siquiera un “trago” nacional, como lo tiene Cuba con el “mojito”,  Chile y Perú con el “pisco souer”, Puerto Rico  con la “piña colada”, Brasil con la “caipiriña”, México  con “la margarita”, en cambio en Ecuador el aguardiente y hasta la cerveza se los procesa  de desiguales maneras en Costa y Sierra, su sabor no es exactamente el mismo.

Tan frágil ha sido y es la identidad del Ecuador como país,  que políticamente  se utilizaron las antiguas disputas territoriales con el Perú, para motivar en  la ciudadanía  un elemento de unión, aquella  estrategia la utilizó el ex -Presidente Velasco Ibarra en los años 60, cuando denunció la nulidad  del Protocolo  del Río de Janeiro, luego los conatos de guerra en los gobiernos  de Jaime Roldós  y Sixto Durán,  hicieron vibrar un sentimiento patrio, después apenas nos hemos  sentido unidos y orgullosos con los triunfos  de la selección nacional de fútbol, con los éxitos  alcanzados por deportistas como Alberto Spencer, campeón mundial de clubes de balompié con Peñarol de Uruguay,  los triunfos de tenistas de élite como  Pancho Segura, campeón mundial en la década de los años cincuenta en los circuitos de aquella época, de Andrés Gómez cuando ganó el afamado torneo de tenis de Roland Garros de París, de Jefferson Pérez campeón olímpico y mundial en marcha atlética, los triunfos  de Jorge  Delgado  en natación como campeón panamericano, la epopeya de “los 4 mosqueteros” en Lima, logrando un campeonato sudamericano de natación, de Jacinta Sandiford campeona  panamericana de salto alto en Buenos Aires, son  logros y/o episodios que posibilitaron unirnos como ecuatorianos  y sepultar,  aunque sea con  emociones circunstanciales, nuestras diferencias regionales y a corear a gritos  el nombre de Ecuador, que parecería haberse encontrado represado.

Después de fundamentar sus puntos de vista de lo  que ha  sido y es la vida del Ecuador, aquel que Jorge Enrique  Adoum lo definió como un país irreal, limitado por sí mismo, dividido en dos por una línea imaginaria, de reconocer el valioso aporte hecho por el padre Juan de Velasco para dotarnos de un origen e historia común, es necesario concluir  rescatando el mensaje que Miguel Donoso Pareja  nos entrega: buscar imperiosamente una identidad nacional que solo será posible si nos reconocemos como un país diverso, conscientes que en esa diversidad no está su debilidad, sino  su real fortaleza, por eso coincide con Benítes Vinueza en la necesidad de complementarnos y no de dividirnos, ese país diverso  no debe abogar por ser plurinacional, lo que procede es que se defina como pluricultural, con la existencia  de etnias que forman parte de una riqueza cultural que tiene mucho que mostrar a nacionales y extranjeros, por ello también  remarca el autor que no se puede seguir insistiendo en un bicentralismo o en un tricentralismo, existe un quiteño-centralismo, que emerge de la condición  de capital de la República que tiene Quito, ahí reside el  centro del poder político, es la sede  del gobierno, ahí radica y se regula la administración pública, allá se administran los recursos públicos que a partir  de la bonanza petrolera disminuyó la preponderancia  que tuvo en épocas pasadas la agro exportación de la Costa.

Más de doscientos años después dos ecuatorianos del más elevado nivel intelectual, Miguel Donoso Pareja y Jorge Enrique Adoum,  sostienen  la polémica que tuvieron  esos dos extraordinarios personajes de la historia patria, Eugenio Espejo y Juan Bautista Aguirre, lo cual sin duda contribuye a  alimentar en el espíritu ciudadano de ecuatorianos  y ecuatorianas que la autocrítica y crítica nos hacen bien, es el punto de partida para el logro de cualquier objetivo.