Mi agradecimiento a diario El Comercio por esta invitación mi felicitación por el excelente tema que ha escogido para este foro, que permite situar conceptos que han venido siendo definidos con demasiada ligereza y de una manera equivocada. Se afirma que han desaparecido las ideologías, aquello no es exacto, es una especie de atentado a la inteligencia humana, una artificiosa y gratuita incineración de las páginas de la historia que nos han permitido conocer de la democracia griega, de las prédicas del cristianismo, de la herencia jurídica legada por el Imperio Romano, del gran movimiento transformador de la Revolución Francesa, del triunfo de los bolcheviques soviéticos que con la Revolución de 1917 irrumpieron contra las abismales desigualdades del régimen de los zares, todo ello es producto de las ideas y la razón humana. Los ideales han sido siempre y serán la gran fuerza motriz que han posibilitado los avances de la humanidad, son los que han motivado el progreso de las colectividades humanas, las ideologías como fruto de esos ideales equivalen al rumbo por donde han transitado las naciones. Sin ideologías lo que tendríamos es una marcha anárquica, vacilante, sin sentido, sin destino de las sociedades humanas. El cristianismo, el liberalismo, el socialismo, son ideologías o doctrinas que no han muerto ni morirán, sepultarlas es como si despojáramos al ser humano de la posibilidad de mirar y pensar sobre la realidad objetiva (naturaleza y sociedad) o de vivir su realidad subjetiva (conciencia, pensamiento), es como si prescindiéramos para orientarnos de la brújula que señala los puntos cardinales de la tierra. La ideología ha sido y es la que orienta y guía la gestión y acción de quienes conducen la nave del Estado. Un Gobierno sin ideología es como una nave sin rumbo, cuya travesía es incierta.
El fin de la guerra fría, el equilibrio del terror, la lucha por el poder mundial de las dos superpotencias del Este y del Oeste, sólo han contribuido a descubrir un mundo en crisis, un mundo desequilibrado, donde el desarrollo científico y tecnológico fabrica la vida humana pero al mismo tiempo la mata sin reflexiones. La paz que es el fin ulterior de toda sociedad civilizada, se ha convertido en una quimera, la lujuria por el poder, el fanatismo religioso, las ansias de enriquecerse sin límites ni dignidad, las diferencias étnicas y el rebrote de un sentimiento de xenofobia, establecen diques que impiden alcanzar aquella paz que debiera vivir normalmente una sociedad, que se dice ser civilizada. La ONU envía soldados para combatir la guerra en Yugoslavia, pero al mismo tiempo envía armas que terminan con la vida de los soldados que se envía para lograr la paz, son las contradicciones del hombre, el viejo axioma de Hobbes “El hombre es el lobo del hombre” no ha sido superado, somos por naturaleza proclives a la violencia, buscamos cómo enfrentarnos unos a otros, en América Latina seguimos escuchando el grito “abajo los de arriba”, se respira una crisis de gobernabilidad. Por ello felicito el tema escogido, comparto con Ortega y Gasset que lo único que es capaz de unir a las personas es el futuro, pero ese futuro debe ser claramente definido, hay necesidad de fijar objetivos, es imperativo señalar hacia donde vamos, no habrá jamás vientos favorables en el camino a recorrer si no sabemos hacia que puerto queremos llegar.
Si el futuro nos une, el pasado es igual a la muerte, son las dos cosas que no se pueden cambiar ni revisar. El pasado sólo nos sirve para hacer un balance de lo positivo y negativo de lo que hemos hecho o dejado de hacer, son vivencias que nos permiten aprender los enigmas de la vida, la vida es eso, un permanente aprendizaje, que no nos perfecciona pero que si nos permite reducir defectos, por ello es válida la tesis de Mariátegui, “hay que devolverle la memoria a nuestro pueblo” para que no se empeñe en repetir equivocaciones, por eso no podemos olvidar que cuando hablamos de América Latina hablamos de los sueños integracionistas de Bolívar y Morazan, recordamos el espíritu independentista de San Martín y O' Higgins, nos emocionamos con el pensamiento luminoso y la acción transformadora de nuestro Alfaro, sentimos el nacionalismo de Benito Juárez, nos enorgullecemos de la rebeldía de Martí, nos reconfortamos con el idealismo a ultranza del Che Guevara, descubrimos la coincidencia e identidad en el mensaje de nuestros poetas y escritores, de cantores y artistas, transmitiendo el anhelo permanente de moral y justicia, de un folklore y costumbres que nos son comunes, por ello nos identifica un sentimentalismo desbordado que nos hace sentir alegres escuchando nuestra música triste como lo dijo el sabio Teodoro Wolf.
Nacimos como repúblicas independientes y democráticas al influjo de la trilogía de valores de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Eso ha calado muy hondo en nuestra alma. Somos amantes de la libertad, vivimos con sed de justicia, buscamos sin descanso la fraternidad, lamentablemente individualismos nos hacen perder de vista los objetivos comunes, aquello explica el éxito de los movimientos populistas que florecen la década del treinta en América Latina: ahí surgen Getulio Vargas en Brasil, Alessandri Palma en Chile, Juan Domingo Perón en Argentina, Velasco Ibarra en Ecuador, haya de la Torre en Perú, Rojas Pinilla en Colombia, Pérez Jiménez en Venezuela, con un denominador común, todos proclaman una mezcla de nacionalismo y autoritarismo, donde se confundieron el influjo de la oratoria encendida, conceptos en que lo aparentemente popular era en el fondo demagógico y antipopular. Fueron movimientos sin el sustento necesario de una ideología, por eso encumbraron esperanzas, pero paralelamente disminuyeron nuestra credibilidad, alentaron ilusiones, sembraron emociones al calor de promesas retóricas y sin contenido, y con ello terminaron por gestar resentimientos y frustraciones; ello explica el porqué hemos vivido entre gobiernos militares y democracias formales, que en su turno nos desengañaron. Hoy sentimos lo mismo, ilusiones que no mueren, pero mezcladas con algo de coraje y desconcierto, de ira e impotencia; pero hay un agravante la fe y el optimismo son cada vez más lánguidos, estamos desmotivados, aquellos sueños de Bolívar y Alfaro que no los dejaban dormir se han convertido por obra y gracia de nuestros malos gobiernos en una pesadilla creciente para América Latina. Así somos.
A lo antes expuesto hay que añadir dos hechos que no podemos dejar de mencionar y que influyeron e influyen en la Latinoamérica de hoy: el episodio de la Revolución Cubana de 1959 que trajo como consecuencia la formación de guerrillas, hoy desacreditadas por la penetración de una de las plagas de nuestros días como es el narcotráfico; y el otro hecho, de enormes repercusiones a nivel mundial, y que es la formación de la OPEP a inicios de la década de los setenta. Qué pasó con la creación de la OPEP, el precio del petróleo que estaba situado en alrededor de US$ 1.20 el barril saltó bruscamente a US$ 13, esto es alrededor de diez veces más de ingresos de petrodólares para los países productores, lo cual implicó un torrente de dinero en países no exactamente pertenecientes al mundo desarrollado. Ese caudal de recursos trajo dos efectos: por un lado, multiplicó y dolarizó la corrupción, y por otro lado, los países desarrollados y principalmente los Estados Unidos atrajeran el dinero de los países petroleros con tasas de interés atractivas, dinero que a su vez, era prestado a los países en vías de desarrollo creando una doble consecuencia, fuga de capitales de nuestros países y simultáneamente el crecimiento desmesurado de una deuda externa que hoy consume entre la cuarta y tercera parte de los presupuestos de los distintos Estados latinoamericanos, factor que lamentablemente gravita tremendamente en la actual crisis golpeando con dureza la posibilidad de bienestar de los más de trescientos millones de latinoamericanos. Paralelamente a este estremecimiento mundial ocasionado por la circulación de dinero petrolero, aparece en América Latina la aplicación de la tesis del economista argentino Raúl Prebish, de que seamos autosuficientes, de producir para nosotros mismos, de implantar el llamado modelo de sustitución de importaciones, con lo cual se estimuló un crecimiento urbano - industrial que creó Estados paternalistas, sin políticas de largo alcance y terminó en el advenimiento de falsas industrias que nos hace actuar pensando que el Estado es bueno cuando nos favorece, y es malo cuando no nos favorece, y así no iremos a ninguna parte. En la década del ochenta revienta la crisis a nivel mundial y ello afecta con mayor rigor a nuestro subcontinente Latinoamericano, la antigua tesis del apoyo a la industria que estimuló la migración hacia las áreas urbanas y perjudicó al sector rural es reemplazada en esta década por el llamado “Fomento a las Exportaciones”, lo cual fue acompañado por una permanente pérdida del valor de nuestras monedas, devaluaciones que terminaron por afectar seriamente las condiciones de vida de los habitantes de Latinoamérica dada nuestra altísima dependencia del mundo desarrollado. Así llegamos a la década del noventa en donde una sucesión de propuestas han caracterizado las políticas de los países de Centro y Sur América, se planteó la necesidad de impulsar la integración, se promovió luego la llamada complementación de esfuerzos, se habló después de la teoría de la calidad total, luego nos pareció mejor la tesis de la reingeniería o reestructuración total, hablamos ahora de la tesis de la globalización y sostenemos novedosamente la tesis de las ventajas competitivas en reemplazo de las ventajas comparativas, es decir no han faltado propuestas que evidentemente son el reflejo de la necesidad angustiosa buscar respuestas a la crisis, para lograr lo que hoy se denomina el desarrollo sostenido.
Hecho un diagnóstico a partir de exámenes y análisis objetivos y subjetivos de nuestra realidad social y humana, estamos en capacidad aplicando la receta Socrática de “conocernos a nosotros mismos”, premisa fundamental para cualquier propuesta que queramos hacer con miras al futuro. Sostenemos aunque aquello resulte repetitivo, que la crisis es de todo orden: moral, económica, política, social, administrativa, educativa etc., crisis que no debe asustarnos y más bien aprovechar esta lamentable realidad, para entender la necesidad de unir esfuerzos e intenciones en favor de los intereses de la región. No es el momento para seguir insistiendo en una lucha de clases, es el momento de deponer intereses personales o de grupo, creencias políticas o religiosas, debemos abolir de nuestra mente todo síntoma de confrontación de los sectores públicos y privados, lo urgente es sumar el aporte de ambos sectores, hoy no hay espacio para atizar hogueras regionalistas, es la hora de la patria y del patriotismo, hay que entender la necesidad de una sólida organización, de un liderazgo firme y visionario, “es hora de remar en una misma dirección” en función de objetivos comunes que nos unan, de lo contrario seguiremos sumergidos en un surrealismo que sólo consigue desgastar esfuerzos creadores para mantenernos bajo el síndrome de una “quejitis permanente” que no contribuye a nada, que sólo busca encontrar culpables de ayer y olvida encontrar responsables de hoy y de mañana. Qué hacer, cómo hacerlo, con quién hacerlo y sobre todo para quién hacerlo es el interrogante. Todo esfuerzo debe tener presente primero el interés de colectivo, es indiscutible que América Latina no entendió el mensaje de Bolívar, Bolívar nos dijo que para que un Estado marche por un camino confiable y consistente hay necesidad de tres condiciones: 1) estabilidad, y es lo que no hemos tenido, cada cambio de Gobierno es un nuevo ensayo de programas, 2) tranquilidad o seguridad interna y externa y encontramos que si algo crece es: la inseguridad, la delincuencia, los conflictos territoriales son una constante en la vida de nuestros países latinoamericanos, 3) bienestar, y en esto hay que ser enfáticos, un gobierno debe ser medido en función del mejoramiento o desmejoramiento de las condiciones de vida de sus gobernados y la conclusión es obvia, hemos desmejorado esas condiciones, la trilogía de factores que nos señaló Bolívar están muy distantes de ser aplicados en nuestro subcontinente, aquella política populista que nace la década del treinta a la que antes me referí, ha sido hoy día sustituida por una política de libre mercado en la que lejos de lograr un bienestar compartido, se ha creado una muy pronunciada brecha entre unos pocos que tienen mucho y una inmensa mayoría que tiene muy poco o nada, es decir la distribución equitativa de la riqueza como expresión de justicia social es una utopía, no existe, se habla de logros en materia de inflación pero se pierde de vista que la inflación no puede ser un fin, apenas es el efecto de una causa y la causa es que debemos trabajar más, que debemos apoyar sin reservas la producción, la inflación no es sino uno de los factores de la gran trilogía de elementos fundamentales de cualquier planteamiento económico, cualquiera sea el sistema político-económico, hay necesidad de controlar la inflación, pero al mismo tiempo hay que controlar las tasas de empleo y estimular un crecimiento económico sostenible, si los tres factores no interactúan, tendremos un lógico resultado, seguiremos igual o peor, tan mal que a manera de ejemplo comparativo encontramos que los llamados tigres del Asia: Taiwán, Singapur, Corea del Sur, Hong Kong, que en la década del setenta tenían una producción de 2.736 millones de dólares, frente a 7.600 millones de dólares de los tres grandes de América Latina: México, Argentina y Brasil; en el año noventa los países asiáticos suben a alrededor de los 200.000 millones de dólares, mientras los tres grandes de América Latina sólo llegan a 72.000 millones de dólares, la tesis de Jorge Luis Borges es cierta, "si América Latina desapareciera del mapa nadie se percataría", tan pequeño y poco influyente es nuestro peso en el contexto mundial.
Creo oportuno hacer unas reflexiones sobre la realidad de nuestro país, que no es muy diferente ni está muy distante de la realidad latinoamericana, lo cual nos ayuda a comprender lo expuesto, después de todo somos parte de este Subcontinente. Como Presidente del Consejo Nacional de Universidades y Escuelas Politécnicas, he sostenido que la nueva sociedad debe edificarse sobre valores, con cuatro pilares fundamentales: 1) honestidad, 2) sensatez y equidad, 3) respeto al derecho de los demás, 4) verdad; esto equivale a la necesidad de terminar o por lo menos frenar la corrupción y el enriquecimiento ilícito, el acabar con la impunidad y la mediocridad, extirpar el abuso, la insolencia, atacar todo vestigio de engaño, de mentira de farsa, sólo así podremos aspirar a una nueva sociedad para principios de siglo que resumo debe estar caracterizada por lo siguiente:
1) Unidad en función de objetivos de país frente a la confrontación retórica y sin destino de intereses facciosos.
2) Es hora del Patriotismo y no del partidismo. Nuestros Partidos Políticos no son sino pequeños grupos de amigos y familiares que han abandonado sus principios e ideologías.
3) Descentralización administrativa como primera condición de una equitativa distribución de la riqueza que respete una planificación central, devuelva la libertad de conciencia. Fomente la solidaridad humana, desregularice la administración, que de facilidades y no ponga dificultades a las actividades lícitas de las personas.
4) Hay que erradicar los monopolios. Es irracional mantener un sistema en el que tenemos un pésimo y caro servicio de agua y luz, una mala seguridad social un deficitario programa de vivienda. No se puede seguir con aberraciones de que un conserje en instituciones privilegiadas gane dos o tres millones de sucres y un profesor de Colegio o Universidad trescientos o quinientos mil sucres, ello es una antología al absurdo y al disparate.
5) Hay que establecer políticas de Estado que prioricen y privilegien la atención a la salud, la educación, la seguridad de las personas, la justicia. Estos deben ser objetivos permanentes de la Nación y no deben estar sujeto a criterios coyunturales de Gobiernos de turno.
6) Fomento del ahorro, disciplina fiscal. Sin capitales para generar producción y empleo no existe progreso posible. No se puede gastar más de lo que se tiene, hay que disciplinar el gasto público.
El Ecuador va de mal en peor. Cada Gobierno es peor que el que le antecedió. Las estadísticas no mienten, somos como una nave al garete, sin ningún rumbo, por ello estamos en la casi totalidad de casos a la cola frente a otros países latinoamericanos. Nuestros Presidentes con el elevado respeto que se merecen por su altísima investidura, no se animaron a ser estadistas, se contentaron con repartir cheques con fines electoralistas. Nacimos como República independiente con una frase fatídica, "último día del despotismo y primero de lo mismo" hoy la hemos reemplazado en el argot político por la de que “hago lo que me da la regalada gana”. Es verdad que la primera letra del abecedario político es el diálogo, aquello es imprescindible, pero ello lo hemos acomodado a nuestras conveniencias, hoy se afirma con total desprecio, que en la política hay que negociar, que están bien los pactos de “toma y daca” practicamos la cultura de la "viveza criolla” tenemos un sólo grito de guerra frente al gobierno de turno “abajo los de arriba” vivimos en una gran confusión. Ya casi no se distingue entre quien dice la verdad y quien miente. No podemos perder el honor de luchar por una patria mejor para nosotros mismos, para nuestros niños y jóvenes. Defendamos valores y luchemos por lo que todavía es posible salvar. A lo mejor aquella, frase que con una mezcla de alegría e ironía se repite hoy día es válida, “protejamos el medio ambiente, pues la otra mitad se ya se la llevaron los pícaros”.
Concluyo sosteniendo que las ideologías siempre existirán y son necesarias como es imprescindible un liderazgo firme sólido. No se trata de imponer dogmas, pero sí debe haber un marco conceptual y teórico dentro del cual nos desenvolvemos con reglas del juego claras, pero sin duda vivimos una etapa de transición y creo asistimos al nacimiento de una renovada sociedad que recogiendo nuestra idiosincrasia y anhelos futuros proponga tesis concretas para solucionar problemas que también son concretos.
Hoy más que nunca tiene validez la tesis de Einstein "más importante que el conocimiento es la imaginación”. Aportemos con ideas en beneficio del país. No miremos hacia atrás miremos hacia delante y busquemos estimular un gran mercado de consumidores en América Latina para romper el ancestral intercambio desigual de bienes y servicios, entre los países desarrollados del Norte y los subdesarrollados del Sur. Existe una nueva geopolítica a nivel mundial que no podemos ignorarla, no podemos pasarnos echándole a otros la culpa sin tener la honestidad de aceptar nuestros errores y limitaciones. Aprendamos la lección de Zapata “las tortillas no se hacen con palabras se hacen con maíz”.
Termino expresando: se podrán decir muchas palabras, pero nada valdrá si no cambiamos de actitud, sino creamos un clima de confianza, la incertidumbre será siempre el camino más corto a la equivocación.
10 de Octubre de 1995
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