miércoles, 29 de octubre de 2008

La Universidad y el Estado





Para comprender el rol que debe cumplir una Universidad dentro de un país o un Estado, es necesario partir de los componentes básicos que deben confluir para que un Estado pueda organizarse democráticamente, sin lo cual es imposible o se vuelve muy difícil que el Estado pueda cumplir con los fines y objetivos que justifican las razones de su existencia, por ello no podemos olvidar que el Estado lo integramos todos los habitantes de un país y todos tenemos el derecho y el deber de preocuparnos porque el Estado desenvuelva sus actividades dentro de un ordenamiento jurídico, que establezca con precisión derechos y deberes de las instituciones y personas que lo conforman.
A partir de lo expuesto, la organización de un Estado democrático de Derecho requiere de la existencia de tres sectores básicos y/o indispensables que soportan su organización y el cumplimiento de sus fines y funciones: 1) un poder político, que lo integran la Función Ejecutiva ejercida en el caso del Ecuador por un Presidente de la República, la Función Legislativa, la Función Judicial, a los que se agregarían la Función Electoral y la Función de Control, poder político que es el que tiene la potestad de gobernar y administrar el Estado, regular la vida de los habitantes, juzgar los conflictos interpersonales o de personas con instituciones. Ese poder político también está integrado por los organismos seccionales 2) un sector empresarial, que puede ser de carácter público o privado, o de economía mixta, que se encarga de la producción de bienes y servicios necesarios para la supervivencia de quienes habitan el territorio del Estado y, 3) un sector productor o proveedor de recursos humanos que es el campo que compete a las Universidades y Escuelas Politécnicas, insumo que es de fundamental importancia si aceptamos que buenos ciudadanos hacen un buen país.
Estos tres sectores que sustentan la vida y vigencia de un Estado, tienen forzosamente que ser respetados en el ámbito de sus respectivas atribuciones para que interactúen adecuadamente en beneficio del interés colectivo. Para efectos de nuestro comentario, no nos vamos a detener en un análisis detallado de cada uno de estos tres pilares con los que debe contar un Estado democrático, el objetivo de nuestro comentario es referirnos específicamente a la Universidad, pero aquello no es posible hacerlo con lógica, si no partimos de ubicar a esta institución en el sitio y jerarquía que le corresponde dentro de una sociedad organizada como Estado.

Retos de la Universidad contemporánea
Si algún sector de una sociedad tiene que ser dinámico y tiene que acoplar sus políticas y acciones a los procesos evolutivos que vive la humanidad es la Universidad. Los centros de educación superior como formadores de profesionales, técnicos, especialistas y en definitiva de los dirigentes de la sociedad del mañana, no pueden anclar su gestión mirando al pasado, tienen que dirigir su visión hacia el futuro, es elemental admitir que no se forman recursos humanos para enfrentar retos del pasado sino desafíos del porvenir.
A partir de esa premisa el cambio de siglo (XX al XXI) generó en las últimas tres décadas acelerados y cambiantes planteamientos o tesis, aquello nos impone comprender que estamos en un proceso de construcción de una nueva sociedad. La velocidad con que se han producido estos cambios de propuestas en estas últimas décadas, nos obliga advertir aquello, para no caer en apreciaciones deleznables que carezcan de coherencia en las afirmaciones o conclusiones que pretendemos realizar, por ello recuerdo brevemente que a partir de la década de los años 80 se ha venido hablando de un mundo que requería procesos de integración o de una complementación de esfuerzos, como la alternativa válida frente al alto nivel de conflictividad que caracterizó buena parte del siglo XX, con dos guerras mundiales y una pugna por el poder hegemónico mundial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, después estuvo de moda hablar del imperio de la calidad total, luego se habló de la necesidad de tomar en consideración las ventajas competitivas y/o comparativas de los distintos países, posteriormente se reiteraba en cuanto foro se convocaba, de la necesidad de avanzar en una reingeniería para revisar estructuras y súper estructuras de instituciones públicas o privadas, hasta desembocar en la tesis de la existencia de un mundo globalizado, término en el que se ha insistido sobre todo desde el punto de vista económico, pero desde mi punto de vista estimo más apropiado hablar de un mundo internacionalizado e interdependiente. Lo expuesto nos conduce a que cualquier planteamiento que se formule se lo haga en base a la existencia de ese mundo, que obliga a países y a instituciones ser competitivos internacionalmente, limitar los análisis a las fronteras de un país, es también limitar propuestas que terminarían por ser de poca o ninguna importancia en la realidad y al mismo tiempo tendrían limitaciones en su propio contenido y carecerían además de objetividad y praxis.
Del análisis que realizamos surge inevitablemente el que recordemos aquella frase atribuida al ilustre Rector de la Universidad Central del Ecuador, Dr. Alfredo Pérez Guerrero, “el Ecuador irá hacia donde vaya la Universidad”, lo cual implica que una Universidad que no se esmera en producir un buen recurso humano, en realizar investigación permanente, una Universidad que no sea capaz de formular planteamientos con el debido sustento académico para procurar la solución de los complejos y heterogéneos problemas de una sociedad, es una Universidad que está abdicando de su altísima posibilidad de rectorar el pensamiento social, de ser como le corresponde el cerebro de la sociedad, de ser una especie de voz de aquel ciudadano anónimo que no se siente bien y debidamente representado por quienes detentan el poder político, esto es, ser como lo pretendía el ex Director de la UNESCO Dr. Federico Mayor Zaragoza “la conciencia de la sociedad”, todo lo cual nos lleva a concluir que la Universidad no puede dejar de ser seria y responsable en el cumplimiento de tan elevada misión social, lo contrario la convertiría en culpable del rumbo indebido que tome el país.
Para que la Universidad pueda cumplir tan elevados fines debe proceder con apego a la razón, la racionalidad debe ser compañera inseparable del comportamiento institucional, sus reflexiones críticas tienen que ser fundamentadas, la subjetividad no puede tener cabida en el quehacer universitario, la creatividad y la imaginación deben ser aspiraciones permanentes de la institución universitaria, si es que pretende el calificativo de Academia, no se puede olvidar que si bien el conocimiento es fundamental, ese extraordinario académico y pensador del siglo XX Albert Einstein, estuvo acertado cuando sostuvo “más importante que el conocimiento es la imaginación”, efectivamente es a partir de tesis imaginativas que podemos ir ensamblando iniciativas que ayuden a orientar el camino de una sociedad, a mejorar sus condiciones de vida, cuando la Universidad entiende aquello, es capaz de aproximarse a lo que significa su ontología filosófica, que es la de ser el escenario social de discusión y encuentro de la verdad, que combata y enfrente la mentira. Una Universidad que se respete a sí mismo no puede dar cabida a sofismas que deben ser reservados para quienes buscan ganar elecciones en determinadas circunstancias, para lo cual no escatiman falsas promesas u ofertas huérfanas de seriedad, pero la Universidad no está para preocuparse de elecciones pasajeras sino para preocuparse de las futuras generaciones, lo primero es transitorio y de interés para una o un grupo de personas, lo otro es socialmente trascendente y de interés de todos.
Hay otro factor de análisis que no puede dejar de mencionarse y es el de la pertinencia con la que debe proceder la Universidad, esto significa que debe obrar con apego a su ineludible responsabilidad social que la obliga a formar profesionales, técnicos o especialistas del más alto nivel, realizar investigación científica-tecnológica que le permita producir conocimiento que tenga aplicabilidad real hilvanando propuestas concretas con fórmulas y métodos también concretos que contribuyan a dar respuestas a los deseos de bienestar de la sociedad en la que desenvuelve sus actividades, ser una contribuyente en todo lo que significa promoción y desarrollo de la cultura que nos conduzca a saber y sentirnos lo que hemos sido y lo que somos, a disfrutar de nuestro ancestro y costumbres, en definitiva plantear ideas o tesis que ayuden en la construcción de una sociedad más justa y solidaria, todo lo indicado bajo la premisa ineludible de obrar siempre con el más severo apego a la ética y a principios de orden moral, que no lo vuelvan permeable a desviarse del cumplimiento serio y responsable de sus fines y funciones.
Definido el rol de la Universidad habría que analizar qué aporte puede realizar la institución dentro de una realidad contemporánea con miras al futuro. Hemos afirmado que el futuro se construye con las lecciones del pasado, lo cual se vuelve mucho más necesario en una Universidad en la que debe prevalecer el saber sazonado con el apoyo de la ciencia. Sostenemos que la ciencia sin experiencia y sin conciencia no es ciencia. En este aspecto la Universidad de manera especial la latinoamericana y caribeña no puede olvidar aquella epopeya sin las cuales no gozaría del reconocimiento de derechos que hoy ha conquistado, por ello hay que recurrir a la Primera Reforma Universitaria de Córdova de 1918 para comprender que la autonomía de la que debe hacer uso para cumplir con libertad su finalidad, se consolida a partir de ese movimiento que tuvo como gran protagonista al estudiante, que reclamó ser parte del proceso educativo para convertirse en coparticipe del proceso enseñanza-aprendizaje de lo cual nace el cogobierno universitario, que tiene su justificación en cuanto quiere un estudiante que fiscalice que la educación sea de buen nivel, aquello en el fondo significó una ruptura con el viejo esquema del “magister dixie” de la época medioeval, que en lo esencial significa que lo que el maestro dice esa es la verdad y la última palabra y no hay nada más que investigar o analizar, esa misma Reforma planteó la igualdad en el acceso a la educación, que no existan exclusiones por razones económicas, étnicas, sexo, políticas, etc. Finalmente se propuso una Universidad que asuma un compromiso social, la Universidad se debe a la sociedad y no puede ser ajena a sus vivencias, a sus dificultades, a sus contradicciones, a la realidad imperante.
La II Reforma Universitaria planteó terminar con el elitismo en la educación superior en cuanto personas de poder político y económico eran los que podían graduarse o tenían ventajas para su promoción, creando con ello una casta social con privilegios, este justificado planteamiento derivó en una medida extrema como la del libre ingreso, cuya aplicación sin regulaciones y parámetros que permitan establecer méritos ha masificado la educación superior con grave quebranto del rigor académico y meritos que deben prevalecer, se planteó romper con la Universidad napoleónica segmentada en Facultades que terminaron por esclerotizar su gestión, todo ello fue forjando nuevas reformas sociales como la equidad de género y la incorporación de más jóvenes a los procesos democráticos de un país.
Establecido el escenario mundial actual, la Universidad contemporánea tiene retos que la obligan a impartir una educación de calidad, a entender que el estudiante es el gran actor del proceso educativo, lo importante es que el alumno aprenda, y no que el profesor dé discursos para escucharse a sí mismo, de ello nace la necesidad de docentes con dedicación a tiempo completo que ejerzan verdaderas tutorías en sus estudiantes, a incorporar en su gestión procesos de rendición social de cuentas a través de programas de evaluación institucional y acreditación social, impulsar cursos de alto rendimiento como el posgrado para hacer frente a un mundo exigente que demanda competitividad, a utilizar medios tecnológicos que faciliten el proceso enseñanza-aprendizaje, llegándose a sostener que quienes no están familiarizados con redes temáticas de medios informáticos es un analfabeto funcional, todo aquello amerita hablar de una III Reforma Universitaria, para que la Universidad no ahogue su inmensa capacidad de producir ideas y conocimientos en estallidos callejeros sin destino.
No puede dejar de mencionarse que el fracaso de los regímenes totalitarios que dominaron una parte de Europa del siglo XX, como el nacismo de Hitler, el fascismo de Mussolini, el comunismo de Stalin, que llegaron a su fin con la caída del Muro de Berlín y el fin de La Guerra Fría, son los que dan origen al rebrote de aquel liberalismo del “laisser faire, laisser passer” dejar hacer, dejar pasar, que convierte al Estado en un mero espectador de la actividad privada generando el auge de un modelo económico monetarista que ha tenido como indicador principal la salud del dinero, aunque el cuerpo social esté enfermo, aquello creó abismos e inequidades sociales que se traducen en pocos ricos con opulencias fastuosas y muchos pobres con grandes carencias, este modelo alentó un consumismo desenfrenado que está llegando donde tenía que llegar, provocar un verdadero colapso económico con devastadoras consecuencias sociales, el gastar más allá de las posibilidades se volvió un hábito, el dinero plástico sirvió para adelantar comodidades antes que se tuvieran posibilidades de disfrutar de ellas, con el agravante que ese afán desmedido por tener, eclipsó al ser, los valores fueron fulminados y en ese ambiente el avance perverso de la corrupción fabricó nuevos ricos salidos de la nada, mientras las virtudes humanas perdieron espacio en la sociedad, he ahí el desafío de la Universidad revertir esta inversión de valores.

Posición de la Universidad ecuatoriana
Una Universidad nunca puede estar satisfecha de lo que ha hecho y lo que hace, siempre debe procurar mejorar, no puede estacionarse, debe tener como norma un accionar siempre dinámico y ascendente. A partir de esta indispensable tesis observamos que la Universidad ecuatoriana a través de líderes históricos como Alfredo Pérez Guerrero (Universidad Central), Rubén Orellana (Escuela Politécnica Nacional), P. Hernán Andrade (Universidad Católica), Guillermo Falconí (Universidad de Loja) lograron se expida la Ley de Universidades y Escuelas Politécnicas de 1982, que le dio total independencia a la educación universitaria y politécnica (me correspondió colaborar con esa Ley como miembro de la entonces Cámara de Representantes), esa ley le daba tanta independencia a las Universidades y Politécnicas que incluso le daba la potestad reglamentaria que corresponde en un régimen presidencial a la Función Ejecutiva, en efecto el Consejo Nacional de Universidades y Escuelas Politécnicas tenia la facultad privativa de regular el sistema de educación superior, facultad que se perdió con la Ley expedida el año 2000, afortunadamente el Reglamento a la ley pudo ser consensuado por el CONUEP con la buena voluntad y colaboración del entonces Ministro de Educación Dr. Roberto Hanze. En todo caso la creación del CONESUP con nueva composición y la expedición de la ley del año 2000, tenían como objetivo introducir controles administrativos a las Universidades y Politécnicas, esos controles pretenden en la actualidad avanzar a verdaderos procesos intervencionistas en el sistema universitario y politécnico, eso no hay que dejarlo prosperar, el control está bien la intervención agrede la autonomía.
Hay que señalar que la educación superior en el Ecuador no escapó a manejos arbitrarios e incorrectos del poder político, el Congreso Nacional creó Universidades respondiendo a intereses clientelares y electorales y prescindió de la opinión del órgano regulador y coordinador de la educación superior, de otra parte la tendencia privatizadora en el mundo entero de la última década del siglo XX, hizo florecer la multiplicación de Universidades privadas como sucedió en todos los países del mundo, lamentablemente algunas de estas Universidades mercantilizaron sin pudor la oferta de títulos profesionales y grados académicos, lo cual contagió a ciertas Universidades públicas entrando en una inaceptable “competencia”, de quien daba más facilidades para conferir títulos de tercero y cuarto nivel.
Afortunadamente existen algunos logros alcanzados por la Universidad ecuatoriana en los últimos años, logró consolidar una autonomía financiera inédita, con la expedición de la Ley que creó el Fondo Permanente de Desarrollo Universitario y Politécnico, estableció un sistema de rendición social de cuentas pertinente a través de la evaluación institucional y acreditación de la sociedad, se apoyó al posgrado para contrarrestar la devaluación del título de pregrado, se impulsó una expansión a nivel nacional de la educación a nivel universitario y politécnico, se apoyó sin pausas internacionalizar el sistema que lo acerque a la realidad del mundo globalizado de la época presente, se masificó el uso de medios tecnológicos para estimular procesos de mejoras cualitativas en el aprendizaje. Concluyo, la Universidad ecuatoriana no puede sustraerse a los afanes reiterados de cambio del país y es su ineludible obligación enfrentar con serenidad de ánimo, ideas claras y firmeza de principios, los retos que se le presentan y que no puede dejar de asumirlos.
Octubre/2008