martes, 5 de abril de 2011

Universidad = élite




La palabra elite es un galicismo (francés o galo) con el que se refiere a un grupo selecto de personas, que sabe y conoce bien la actividad, profesión u oficio que realiza, es decir son los que tienen un mejor dominio de lo que hacen, saben lo que quieren, cómo lograrlo y lo que hacen lo hacen bien, esta es la verdadera definición de lo que significa una elite que puede ser parte de la gestión política, económica, financiera, educativa, técnica, etc., es decir, se puede hablar de elites en las diferentes actividades del quehacer humano.

Surge la pregunta debe o no debe una Universidad formar los mejores técnicos o profesionales que le sea posible, debe una Universidad formar elites o contentarse con otorgar títulos a ciudadanos comunes y corrientes, con conocimientos superficiales, la respuesta no admite vacilaciones ni dudas, esa es su obligación y responsabilidad, no se trata de formar profesionales o técnicos en abundancia, se trata de formarlos de la mejor calidad que sea posible, con un adecuado bagaje de conocimientos, que estén debidamente orientados y preparados para la vida, no se puede sacrificar calidad por cantidad, primero en educación universitaria es lo cualitativo y después lo cuantitativo, los méritos, las virtudes, la dedicación, la vocación, las aptitudes, las habilidades, las destrezas, forman parte del deber ser en la formación profesional en una Universidad, lo contrario es apostar por la mediocridad y eso está lejos de ser la función de una entidad de educación superior, no se puede olvidar que en la histórica Declaración de los Derechos Humanos se estipula que a la educación universitaria se accede por méritos, lo cual es igualitario, lo alternativo es tratar por igual al que se esfuerza, al que estudia, al que procura superarse, al inteligente, al que se esmera, con aquel que sólo le interesa ocupar su tiempo concurriendo a la Universidad u obtener un título que no tiene la suficiente base en su formación profesional, aquello le impedirá ejercer su profesión con la solvencia y eficacia que la sociedad demanda.

Lo antes expuesto nos conduce a sostener que una Universidad debe fomentar o estimular la superación de sus estudiantes, tratar de que sean profesionales y/o ciudadanos del más alto nivel, una Universidad está para preparar futuros dirigentes o líderes en las distintas actividades humanas, para que eso sea factible debe formarlos en los mejores ambientes o condiciones posibles, para ello debe contar con todos los insumos para hacerlo, buenos docentes, talleres o laboratorios para prácticas, no tiene ningún sentido que una Universidad a pretexto de ser democrática o popular forme a sus futuros egresados sin que aprendan a diferenciar lo que vale de lo que no vale, es prepararlos para alcanzar un buen nivel de vida, eso se lo logra familiarizándolos con los más exigentes y mejores ambientes y lugares, lo contrario es acostumbrarlos o habituarlos a frecuentar sitios que van incidiendo en el proceso formativo de su personalidad y se van acostumbrando a ser personas que se contentan con ser de niveles inferiores, aquello a su vez crea resentimientos que en nada ayudan a construir un mejor país, no hay que olvidar que el ser humano es un ser cuyas costumbres van incidiendo en su mentalidad y se constituyen en parte de su personalidad y estilo de vida, o nos preocupamos para ser parte de lo más selecto de nuestra actividad o pasamos a formar parte de una masa donde no cuentan los méritos, pasamos a ser parte de un grupo humano que abandona su derecho a pensar, a razonar, a ser autocrítico y crítico, lo que no nos permite aportar a la solución de los complejos y heterogéneos problemas de una sociedad, nos constituimos en una especie de personas arrebañadas que siguen a quien más grita o es más audaz y/o insolente, es un espacio donde la razón no tiene cabida y eso es lo opuesto a lo que debe aspirar un ser humano que se respete así mismo, sobre todo si ostenta la condición de profesional.

LAS ÉLITES EN UNA DEMOCRACIA
Etimológicamente democracia es el gobierno del pueblo, (demos=pueblo, cracia=gobierno) un gobierno elegido o escogido por el pueblo, tomando esta palabra en su más amplio significado, en el sentido que todos los que formamos una sociedad somos parte del pueblo o población, todos(as) somos parte de un país, no hay razón para tratar peyorativamente a parte del conglomerado social y ponerle la etiqueta de pueblo. En teoría los griegos concibieron a la democracia como el mejor sistema de gobierno de una colectividad, entendiendo la democracia como aquel sistema altamente participativo, que se gobierna en beneficio de todos y todas, es un sistema en el cual los ciudadanos deben ser considerados y respetados en el goce pleno de todas las garantías y posibilidades de ejercer sus derechos, para que eso sea posible se debe tener no sólo la formación y conocimientos para demandar la aplicación, el uso y usufructo de sus derechos humanos, alcanzadas a través de dilatadas e históricas luchas de siglos libradas por la humanidad, aquella demanda debe hacérsela sin temores, sin sentirse inferior frente a quien dirige su petición, la misma debe efectuarse al amparo de tener plena conciencia de la igualdad de derechos y oportunidades, sin lastimar derechos ajenos sin perjudicar a nadie, en este ámbito no existen distinciones por razones étnicas, religiosas, económicas, políticas, sexuales, etc. en este escenario no hay duda que quien prevalece es quien más sabe o conoce, quien más conocimientos tiene de la problemática social en todas sus aristas y complejidades, ahí reside el privilegio de los mejores y eso es justamente lo más democrático posible, los méritos, la capacidad, los que más dominio poseen de su profesión u oficio siempre deben prevalecer sobre los mediocres, deben estar por encima de todo lo que signifiquen sofismas, mentiras, suposiciones, retórica vacía de sustento, no se puede olvidar lo que sostuvo filosóficamente Ortega y Gasset, “la democracia no es otra cosa que un sistema donde las mayorías quedan sujetas a las decisiones de la minoría que gobierna”, para que aquella afirmación filosófica sea pertinente, debe entenderse que en una auténtica y real democracia, quienes ejercen el poder son los que más conocen de las necesidades y anhelos sociales, los que perciben con mayor claridad y sensibilidad el interés común, deben ser aquellos que sean conscientes que por elevada que sea su función, están subordinados a la normativa jurídica que regula las relaciones entre las personas y entre estas y la sociedad, que se debe respetar a las instituciones creadas por ley, la ley es la que protege de cualquier tipo de abusos o excesos de autoridad, la ley es la llamada a resolver las controversias que se producen entre personas y/o entidades que conforman un Estado, la Ley estará siempre sobre los caprichos y autoritarismo del gobernante, en la democracia el soberano es el colectivo social, ese es el mandante, el gobernante es el mandatario y por eso en un régimen presidencial como el que existe en el Ecuador, el Presidente de la República (forma como se gobierna en una democracia) se convierte en el primer mandatario.

DEMAGOGIA vs. ÉLITES
Si admitimos que elite es una expresión que se refiere a los mejores, y más capaces, a los que más merecimientos han acumulado y han demostrado tenerlos, hay que aceptar concomitantemente que los enemigos de los más capaces son los demagogos, los que practican la tesis de lograr lo que se proponen sin importarles los medios utilizados para alcanzar lo que desean, la máxima “el fin justifica los medios” se la practica torcidamente sin considerar ningún parámetro, por ello utilizan inescrupulosamente cualquier mecanismo para obtener provecho que los favorezca individualmente, en ese ambiente la deslealtad, la farsa y la impunidad resultan expresiones de “habilidad”, ser indignos no los afecta, inversamente se sienten glorificados, sus afanes de aprovechamiento o enriquecimiento no justificado los hace que obren ilícita e inmoralmente, esa conducta ni siquiera los incomoda o afecta, se sienten “exitosos” y disfrutan de sus mal habidos logros aunque con sus actos causen daño o perjuicio a cualquiera que se oponga a sus tropelías, lucran de la buena fe y credibilidad ajena, su frase y actitud preferida es aprovecharse de los demás, son los que se autotitulan que son “vivos”, pero que no pasan de ser sinvergüenzas, desvergonzados, es lo que en Ecuador se conoce como “viveza criolla”, son personas peligrosas por el mal que causan a la sociedad, no conocen de valores, no entienden de ideologías, o más claramente expresado su ideología es el arribismo aunque para ello deban atropellar amigos y familiares, es buscar tener dinero o poder aunque sea en niveles medios sin observar ningún pudor, pretenden hacer de la vida política un circo que para desencanto social no deja el sabor de la alegría, hacen del circo una comedia agresiva, agria, ácida, de mal gusto, por eso queda después de la función la sensación amarga del desengaño, del resentimiento, ellos forman parte del grupo de los demagogos, que disfrutan utilizando la buena fe, ingenuidad o ignorancia ajena, creen que engañar es ser hábiles y hasta se creen inteligentes, hay que admitir que existen por excepción demagogos ilustrados, pero generalmente los demagogos exhiben una rústica formación.

En este contexto queda claro que la demagogia es la expresión degenerada de una democracia, que en uso y abuso de la libertad buscan confundir lo que está bien con lo que está mal, saben que en río revuelto hay ganancia de “vividores”, en la demagogia tienen cabida la mentira, la promesa incumplida, en el imperio de la demagogia se dice y hace lo que conviene en beneficio personal y no lo que debe hacerse en beneficio de todos, lamentablemente en democracias donde la sociedad ignora los tejidos y manejos del poder, las mayorías marginales gustan oír y escuchar no lo que debe ser escuchado sino lo que conviene oír en un determinado momento y circunstancia, lo que aparentemente los favorece eso es lo atractivo, posteriormente la vida futura les pasa una costosa factura de sus equivocaciones pero ya es demasiado tarde, el demagogo en fin de cuentas explota el sentimiento o resentimiento social, en ese contexto lo racional, lo lógico, lo verdadero, no tienen posibilidad de ser escuchados, en síntesis un buen ejercicio democrático y por ende el gobierno de los mejores está muy distante en sociedades sin una buena educación, algo más triste, cuando prevalecen la mentira y la deshonestidad, las personas honradas y dignas evitan ser parte del espectáculo circense de los “dimes y diretes”, de los insultos y ofensas, con el que entretienen los falsos y mediocres “dirigentes” a la sociedad, dilatando u ocultando la solución de los problemas que la afectan o agobian, son sembradores de ilusiones como esos predicadores con el que estafadores de baja calaña convocan a los ingenuos que se quedan boquiabiertos escuchando la palabrería gaseosa, hueca y sin ningún sentido para “entretener” a los incautos, en ese escenario la verdad lamentablemente termina siendo apabullada, sólo queda espacio para la ira, el lamento y la pálida luz de una esperanza distante, por eso el gran líder argentino Faustino Domingo Sarmiento tenía toda la razón cuando sostuvo “si el pueblo es el soberano, hay que educar al soberano”, no hay que olvidar que al corrupto sólo es posible enfrentarlo cuando se llega a saber y ellos también lo llegan a saber, que la sociedad no ignora las fechorías que cometen y la falsedad de lo que dicen, por ello las personas docentes tienen el deber de evidenciarlos en lo que realmente son y no en lo que aparentan ser, la sanción cívica del desprecio es una de las medidas que históricamente utilizó la sociedad para defenderse de los pícaros y falsos dirigentes, la justicia desgraciadamente siempre fue lenta, parcial y relativa.

Concluyo en esta parte haciendo una reflexión, hay hechos sociales que aparentan ser populares y son antipopulares, defender privilegios de unos en perjuicio de otros parece ser popular, a manera de ejemplo si abogamos por una buena remuneración para quienes laboran en una determinada actividad, en la que la principal y prioritaria preocupación debe ser cuidar y atender el interés social, (sectores petroleros, eléctricos, seguro social, entidades autónomas), resulta injusto y antipopular beneficiar sólo a las personas que laboran en esa actividad, lo correcto es abogar en beneficio de todo el sector público, oponerse a que se beneficien a esos sectores aparenta en la forma ser impopular, lo “popular” es apoyarlo, pero en el fondo es antipopular, lo auténticamente popular es que lo que hacemos lo hagamos con el ánimo y finalidad de que se favorezca a todos igualitariamente, la justicia debe ser para todos, la justicia debe aplicarse por igual a ricos o pobres, si sólo es rigurosa con los que no tienen influencia es simple y llanamente injusticia, si se tuerce la aplicación de la Ley se convierte en injusticia y mucho más si se afecta a un inocente, por eso quien juzga debe revestirse de la mayor imparcialidad, ecuanimidad y serenidad, actuar sin prejuicios, sin afectos o desafectos, ser injusto además de ser una vileza, es un acto de perversidad y crueldad humana, una persona de bien debe ser justa, reconocer las virtudes y meritos de quien los tiene en la misma medida que no debe ser complaciente con quienes con falsedades y bravuconadas nos perjudican a los demás.

LA EDUCACIÓN vs. LIMOSNA
La educación forma y prepara para la vida, dota al ser humano de los conocimientos, de los saberes, de la técnica, de las destrezas, para realizar bien su trabajo, para ejercer eficientemente en la vida una profesión u oficio, los provee de una personalidad que les posibilita valerse por sí mismos en el emprendimiento de cualquier actividad, los fortalece para sentir confianza y seguridad en lo que hacen, los impulsa a vencer obstáculos, escollos, dificultades, si la educación dota a los seres humanos para que con sus propios medios e ideas encuentren una hoja de ruta en la vida y transiten por el camino que estimen más conveniente y correcto, aquello los hace libres, si eso es así, es lógico que el ser humano no se educa para vivir a expensas de la ayuda o auxilio de otras personas, pretender que vivir de la buena voluntad ajena es lo adecuado, es colocar a las personas en la triste situación de depender de terceros, de sentirse incluso inferiores a la persona(s) de quien recibe ayuda generando en el fondo un renunciamiento a ser independientes y aquello sin duda disminuye a una persona en su autoestima y termina por desmejorar su calidad de vida.

Es cierto que hay sectores sociales que merecen tratamiento especial de la sociedad, niños (as), adolescentes, discapacitados o minusválidos, adultos mayores, sectores sociales marginales como las comunidades campesinas (indígenas, afroecuatorianos) que han sufrido históricamente tratos discriminatorios, tanto por cuestiones de carácter étnico como por la lejanía que tienen del poder al vivir en lugares periféricos, lo cual los ha colocado en una ancestral marginación, pero esos sectores antes citados que están en inferioridad de condiciones frente a otros sectores sociales, deben ser atendidos con programas estatales concebidos específicamente con la finalidad de incorporarlos íntegramente a una vida en sociedad sin discriminaciones, no justifica el considerar que la alternativa es la compasión, la limosna pública o privada para hacerlos sentir que hay preocupación por ellos, aquello no es la solución al problema, puede llegar a ser un paliativo y no es censurable, pero no puede ser elevada a la categoría de una política de Estado, para pretender ser la solución de un problema de hondo contenido humano.

La creación en el Ecuador del bono de desarrollo humano al que acceden más de 1´000.000 (un millón) de personas, ayuda a los beneficiarios que sin duda experimentan la satisfacción de recibirlo, pero si esa medida la analizamos comparativamente con medidas adoptadas en países desarrollados, vía seguridad social, programas de vivienda, socialización de la atención a la salud, suministro de medicamentos, hay que convenir que el seguro social ha fallado en el Ecuador, que justamente se nutre de aportes solidarios de afiliados (as) para cubrir contingencias, riesgos, imprevisiones, accidentes, vejez, cesantía, enfermedades de todos (as), por ello la alternativa es una política integrada de carácter social por parte del Estado eso es lo aconsejable, para que vía programas de salud, educación, vivienda, asistencia social, control de la inflación, favorecer el pleno empleo, promover al ahorro y la inversión, protección del medio ambiente, contribuyan a lo que sí es deber de la sociedad, darles atención especial a grupos sociales que por diversas circunstancias se colocan en la imposibilidad o inferioridad de facultades para ser autosuficientes.

Esa falta de adecuadas políticas de Estado han profundizado la marginalidad de los sectores antes mencionados, lo cual ha dado origen a labores de voluntariado o actos de filantropías de sectores privados o de personas o grupos particulares que atienden a estos sectores vulnerables, eso es ponderable, pero termina por crear una cultura de acostumbrarse a vivir de la limosna, de la dádiva, de la buena voluntad de terceros, de abandonarse al ocio en espera del auxilio o ayuda de personas pudientes y bondadosas, aunque hay grupos que para realizar su “obra social” lo que hacen es pedir ayuda a otros, buscando “hacer el bien” con aportaciones ajenas, lo realmente preocupante de este comentario es que se crea una especie de costumbre peligrosa de considerar que si el gobierno o los actores políticos son dadivosos es bueno y hay que ser gratos y recíprocos electoralmente con los mismos, si no son dadivosos hay que censurarlos, por ello el vivir de la buena o mala voluntad de terceras personas no es lo que aspira una sociedad individual o colectivamente considerada, esta costumbre social es la que da origen al clientelismo electoral y convierte en falsos dirigentes a quienes son “generosos” con dinero o bienes de terceros, con recursos públicos que le pertenecen a todos (as), el lema “hacer el bien sin mirar a quien” y agregaría sin ostentación y desinterés, debe ser la conducta a observarse desde un punto de vista auténticamente humano.

Reafirmamos que lejos de que se priorice una política donde prevalezca la compasión, hay que instrumentar políticas que contribuyen al bienestar general, hay que formar no seres que se contenten con recibir ayuda de terceros, sino personas preparadas para la vida, principalmente altamente especializadas, profesionales de alto rendimiento, líderes que conozcan la problemática social y sus soluciones, no hay alternativas o alentamos el alto rendimiento o alentamos la actitud dadivosa que entrega remanentes de ingresos a favor de personas necesitadas, vuelve a ser necesario recordar a Confucio “no me regales un pez con ello comeré un día, enséñame a pescar y comeré toda la vida”, ahí queda sintetizada la bondad de la educación como la única vía para un verdadero desarrollo humano sustentable, prepararse para ser autosuficiente, depender de su propia capacidad laboral, aprender a vivir comprendiendo la realidad de la vida en todas sus facetas y enigmas es el desafío a emprender.

POPULISMO, ÉLITES, OLIGARQUÍA
Nos referíamos anteriormente a un hecho real, hay situaciones en que lo que se pide o decide es antipopular, aunque parezca popular, no es justo favorecer a un grupo y perjudicar a todos(as), desagraciadamente la estructura de organización de una sociedad basada en la información de grupos con poder político, obliga al resto a ser dependientes de la toma de decisiones, que pudieran causar más daño que el que se trata de remediar, a manera de ejemplo el Estado importa combustibles, quienes se benefician más de aquello, son quienes más consumen y quien más consume es el que más tiene, en esa línea de pensamiento el país subsidia al que posee mayores bienes o riquezas y eso es socialmente injusto, lo pertinente es buscar mecanismos que beneficien a todos (as) equitativamente.

En ese clima social en el que no existe la suficiente transparencia, el populismo encuentra un espacio propicio para aparecer reivindicando el derecho del “pueblo”, reivindicando que las cosas no se encarezcan, debiendo advertirse que el populismo usa esas prácticas para procurar sacar ventajas del apoyo popular y/o electoral a favor de los intereses del grupo político al que se pertenecen, el populismo utiliza la emotividad popular que gusta oír falsas promesas antes que verdades, en ese estado de desconocimiento reiteramos que quienes más provecho obtienen y más ventajas sacan son los que carecen de dignidad, los que sin inmutarse les meten las manos a los recursos públicos, que saben perfectamente que en el imperio de la mentira y la impunidad existe un terreno abonado en el que disfrutan los nuevos ricos salidos de la nada, que les incomoda justificar como se enriquecieron, se atreven incluso a hablar de honestidad, saben que un pueblo confundido al no tener una buena formación e información, ya no distingue entre quien miente y quien dice la verdad, por ello no resulta extraño que a gente honesta se la trate de hacerla aparecer como beneficiaria de actos irregulares, la audacia es el juego, “si no puedes convencer, confunde”, ese es el lema de los politiqueros, con esa lamentable praxis en países sin una buena formación educativa, los falsos dirigentes se pasean con la impunidad de sus fechorías, saben que con el dinero con el que se enriquecieron llegan hasta comprar información en los medios de comunicación, a través de seudos periodistas que venden sus conciencias con cualquier gratificación o dádiva que los pícaros con el dinero mal habido los sobornan, para que digan o escriban cualquier noticia que los promocione socialmente, pero hay algo que los delata, su enriquecimiento rápido e injustificado, la ostentación de sus mansiones y vehículos de lujo, ahí falla la sociedad que como lo afirmamos anteriormente lejos de despreciarlos por sus pillerías, hasta los considera “exitosos”, hasta sirven de “ejemplo” de cómo llegar a tener una mejor nivel de vida, el interrogante es, que queda ante esa innegable realidad, el hombre digno y honrado no debe claudicar en sus principios, al contrario debe ser firme en sus convicciones de personas correctas, después de todo los pueblos no son ingratos y en su mayoría reconocen las acciones que en su beneficio han hecho quienes no los han defraudado y han sido honestos, leales, generosos y sinceros con sus aspiraciones.

En definitiva al populismo sólo le preocupan las próximas elecciones y no las próximas generaciones, son esencialmente mediáticos, les interesa el momento y no el futuro, con esa actitud van causando daños que después resulta difícil enmendarlos o corregirlos, por ello hay que luchar por una democracia transparente y para que aquello sea posible hay necesidad de educar, educar es formar y preparar para la vida, es aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, lo correcto de lo incorrecto, lo real de lo aparente, lo que es demostrable de lo simplemente hipotético ó del sofisma.

En el escenario populista el gran beneficiario es el sector oligárquico, aquel que sólo le interesan sus negocios, “ganar o ganar” es su axioma, aunque ello cause hambre y sufrimiento en amplios sectores sociales que carecen de ingresos para satisfacer sus necesidades, lo cual trae como consecuencia el que crezca la brecha entre los pocos que tienen mucho y los muchos que tienen poco o no tienen nada, la oligarquía es el gobierno de pocos que teniendo poder económico gobiernan para su beneficio personal, eso es antidemocrático, si es que no olvidamos que la democracia es el gobierno que naciendo de la expresión popular beneficia a todos, es el gobierno que nace del pueblo para el pueblo y no de unos pocos para unos pocos. Por eso conviene aclarar la confusión que existe entre lo que en el más estricto sentido significa la palabra aristocracia, que es el gobierno de los más capaces, no por razones de abolengo sino por sus conocimientos, por su profesionalismo, por su formación técnica, la oligarquía es justamente la degeneración del gobierno aristocrático o de las elites, de la misma manera que el populismo que usa la demagogia es la expresión degenerada de la democracia, lamentablemente el ser humano es proclive a unirse por vicios y no por virtudes, por ello es el pionero en la destrucción de la naturaleza, de los otros seres vivientes e incluso de su propio hábitat.

Regresamos al punto de partida de nuestro comentario, la educación debe ser de buena calidad para que forme buenos ciudadanos, buenos dirigentes, que comprendan la realidad humana, que aprendan a ser personas de bien, correctas, que sepan cómo hacer las cosas y hacerlas bien, el que no conoce simplemente sabrá lo que existe, pero no sabrá cómo hacer las cosas para solucionar los complejos problemas de la sociedad, en síntesis hay que saber lo que se hace y no hacer lo que se llega a saber, el que sabe lo que hace lo hará siempre bien, sin llegar a la perfección (lo perfecto es enemigo de lo bueno), sabe por dónde transitar en la vida, por eso tendrá mínimas posibilidades de equivocaciones, no hay que olvidar el axioma “zapatero a tus zapatos”, hay que hacer u opinar sobre lo que uno sabe y/o domina, es oportunidad para recordar esta frase atribuida a un ex–Presidente .español antes de la Guerra Civil de la década de 1930, “si la gente opinara de que realmente sabe, habría un gran silencio nacional”.

EDUCACIÓN Y EL BUEN VIVIR
La Constitución vigente en el Ecuador desde Octubre del año 2008 tiene como sustento de orientación social el denominado régimen del “buen vivir”, tanta inclinación tiene este propósito u objetivo constitucional que en el texto se lo repite en dos capítulos, como derechos del buen vivir y régimen del buen vivir, entre los derechos para alcanzar este objetivo se enumeran el disfrutar del recurso publico del agua, el acceso a la alimentación, vivir en un ambiente sano y ecológicamente equilibrado, que garantice el buen vivir, el denominado en dialecto quichua el “Sumak Kawsay”, el derecho a una comunicación libre, participativa, diversa, el acceder a una información universal a través de tecnologías, a tener una identidad cultural, a gozar de la recreación, del esparcimiento, del tiempo libre, de la práctica deportiva, a gozar del progreso científico y saberes ancestrales, a tener educación, atención a su salud, derecho al trabajo y seguridad social, al hábitat y vivienda, el capitulo del régimen del buen vivir desarrolla estos derechos y establece una normativa expresa para hacer efectivas estas garantías.

Cuando el Legislador regula el régimen del buen vivir ubica en primer plano a la educación, cuya finalidad es la de desarrollar capacidades y potencialidades individuales y colectivas de la población, que posibiliten el aprendizaje, la generación y utilización de conocimientos, técnicas, saberes, artes y cultura, esta concepción del legislador constituyente deja en claro que sin la utilización del conocimiento es imposible el desarrollo individual y colectivo de las personas y en consecuencia el buen vivir se convertiría en un simple enunciado que estaría muy lejos de convertirse en realidad, en definitiva sin educación no se puede aspirar a un mayor bienestar y mejor calidad de vida.

Con las anotaciones y reflexiones antes señaladas, debemos concluir reiterando que el goce de los derechos no es posible sin una buena educación, es un imperativo favorecer una educación por competencias, que permita al ciudadano (a) un conocimiento con el cual pueda lograr un manejo holístico y completo de los diversos factores, sectores y actores, que influyen en la vida de una sociedad, la suma de saberes de toda la gama de circunstancias y reacciones que confluyan o inciden en la vida de una sociedad, es lo que se denomina formación por competencias, esto es ser competentes en el ejercicio y práctica de las actividades que efectuamos, lograr lo que nos proponemos porque tenemos conocimientos y sabemos cómo hacer lo que aspiramos o deseamos y en el escenario social en el que actuamos, en la formación por competencias el conocimiento parcial es insuficiente, lo competente es llegar a saber las diferentes vertientes que influyen o confluyen para que suceda un determinado acontecimiento o alguien tenga una determinada actitud.


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