Definitivamente
la verdadera marginalidad social reside en el campo, lo cual refleja una
equivocada, inequitativa e injusta actitud de quienes ejercen el poder
político. Debe aceptarse que los productos de bienes alimentarios para la
supervivencia del conjunto de la población de un país, es suministrado por la
producción agropecuaria, a la que habría que agregar la actividad pesquera,
cuyos grandes actores son los hombres de mar, pescadores que arriesgan su vida
al realizar sus faenas en frágiles embarcaciones (bongos, canoas).
Esta realidad la entienden los países desarrollados que subvencionan y proveen de seguros a la producción que se realiza en el campo, conscientes que quien trabaja en la zona rural no tiene las mismas comodidades que el hombre que habita en los centros urbanos, que está sometido a los intereses mercantilistas de los comerciantes o intermediarios y establecen un precio exento de todo tipo de control, es decir en la práctica cuando la cosecha del producto es buena y sube la oferta se bajan los precios a niveles que ni siquiera cubren costos de producción, en cambio cuando la cosecha es deficitaria sube un poco el precio, pero siendo el volumen de lo producido bajo, la situación es igual, la venta de productos no alcanza a cubrir costos, si a ello se adiciona que no existe control alguno sobre los insumos que se utilizan en los sembríos o en la producción ganadera. El productor campesino sigue siendo el gran marginado de la sociedad, huérfano de todo tipo de apoyo y solidaridad, su labor la desconocen las élites del poder político o burocrático.
Productos agrícolas exportables
Cuando hacemos
el análisis del productor agropecuario que cuenta con poca o ninguna protección
del Estado y sus autoridades, nos referimos al que se dedica a la producción de
bienes que se consumen al interior del país: maíz, yuca, maní, papa, arroz,
frutas: naranja, toronja, mandarina, limón, sandía, piña, naranjilla, mora,
vegetales como: fréjol, lechuga, verduras en general, productos como leche,
carne, huevos, que en general (salvo casos excepcionales), se venden y consumen
en el país. Es obvio que los productos exportables: banano, flores, café,
cacao, caña de azúcar, madera, productos acuícolas (camarón, tilapia) tienen
mejores niveles de precio, aunque evidentemente la utilidad se queda en las
grandes empresas exportadoras, esa situación también acontece con la pesca en
la que el pequeño o mediano pescador está sujeto a lo que decida el comerciante
intermediario o en último término la empresa exportadora.
Los
nudos críticos del campo
Cuáles son los
factores que conspiran contra un mejor tratamiento al sector rural, sin duda su
abandono se debe en primer lugar, a la poca influencia política que tiene.
Lamentablemente el hombre del campo no tiene poder de movilización para
presionar la toma de decisiones que favorezcan un mejor tratamiento y
preocupación de las autoridades, salvo el poder de movilización adquirido por
el sector indígena que se organizó en la CONAIE, que les da algún nivel de
influencia. Generalmente el campesino, el hombre de campo, está dedicado a su
trabajo, su lucha por la vida es individual, no está organizado. Los que
aparecen como dirigentes campesinos, se ponen un sombrero, pero pasan a vivir
en las ciudades, son invitados para que viajen a la capital del país o a los
grandes centros urbanos, en cuyos espacios de decisión política no tienen
ningún peso, apenas sirven de comodines para una foto. Se quedan seducidos por
el embeleso que les causa lo urbano, que hasta se olvidan lo que significa el
verdadero trabajo de campo, pasan a ser parte del sector urbano. A eso hay que
añadir que las obras de infraestructura para la producción agropecuaria no
tienen prioridad, el último invierno de este año 2012, al menos en Manabí, sólo
sirvió para demostrar que mientras muchas ciudades estaban inundadas de agua,
acá no había agua para tomar, una inaceptable paradoja que desnudó la poca
atención que se le da a la construcción de una adecuada infraestructura en el
campo, en el que solo se sabe que existe un trabajo sacrificado que no tiene la
debida retribución al esfuerzo realizado, que su vida es una aventura. Esa
carencia de infraestructura incluye la falta de atención en materia de salud,
la escasa atención que se le da en el área educativa, en la que los profesores
buscan emigrar a la ciudad, quedando
escuelas unidocentes, a lo que
hay que añadir la falta de equipamiento, lo cual aumenta la marginalidad, si se
considera que las políticas actuales en materia educativa apuntan a que todo
niño tenga un computador para sus estudios y aprendizaje, cuidando obviamente
que no tomen esa herramienta tecnológica
como una adicción, olvidando que hay que aprender a pensar y desarrollar la
inteligencia.
Hay que admitir que en el caso de nuestra provincia, la represa de Poza Honda, la represa de La Esperanza y el trasvase de aguas de La Esperanza a Poza Honda, ha mejorado la infraestructura hídrica, están por verse los beneficios del Proyecto Múltiple Chone y las 2 etapas del Proyecto Carrizal–Chone, pero en todo caso, la asistencia técnica y crediticia es insuficiente, el seguro que se está implementando en la actualidad por parte del Ministerio de Agricultura busca proteger al pequeño productor, pero hay que tener claro, que las Compañías de Seguros nunca pierden, cuando deben pagar un siniestro siempre buscan pretextos para no hacerlo o pagar parcialmente su compromiso.
Buenas
carreteras, malos servicios básicos
Es innegable que
el actual gobierno del Presidente Econ. Rafael Correa ha realizado una muy
buena reconstrucción vial de las principales carreteras del país, incluyendo
las de Manabí, eso hay que aplaudirlo, la red vial secundaria que comunica con
los centros productivos es deficiente, pero aparte de una deficitaria atención
en salud y educación anteriormente comentada, en cuanto a servicios básicos,
estos son de muy poca acción en el campo, el agua para consumo humano sigue
siendo tomada de los ríos, esteros, albarradas, etc., el agua potable casi es
desconocida en las zonas rurales. En materia de suministro de energía eléctrica
de Manabí, a mediados de la década del año 70 (siglo pasado)hubo una agresiva
campaña de electrificación rural, pero el mantenimiento del servicio es demorado
y en consecuencia eso vuelve deficitario al servicio, en comunicaciones, la
telefonía móvil contribuye mucho a tener una cobertura aceptable, en materia de
seguridad no hay ninguna protección, el robo, el abigeato, son plagas que
afectan al hombre de campo y eso lo perjudica, en ese aspecto la situación ha
desmejorado, pues antes existió la Policía Rural que ayudaba mucho al campesino
que se sentía protegido.
Producción:
primer factor económico
La producción
sobre todo la agropecuaria, es el más importante factor económico de una
sociedad, en el Ecuador casi un 30% del conjunto de su población vive de ella,
directa o indirectamente, aquello impone darle una mayor preocupación y
privilegiar la inversión social en ese sector, nuestro país ha sido
históricamente y sigue siendo agroexportador, es verdad que en la actualidad
los principales ingresos que tiene el Estado, provienen de la exportación de
petróleo crudo (a corto plazo también de la explotación minera) pero ese dinero
circula en escasos sectores de la población, es un negocio que desgraciadamente
está emparentado cercanamente con la corrupción, lo cual es socialmente
depredador, por ello el circulante que genera la actividad agropecuaria tiene
mayor incidencia en la calidad de vida de los sectores sociales más
desprotegidos, en la que existe una pobreza creciente, “hay que volver los ojos
al campo” es una receta económica que no ha pasado ni pasará de moda.
Hacia una sociedad bucólica o fisiocrática
No se trata de
reivindicar la existencia de una sociedad bucólica en que se rinda homenaje a
los pastores o a la vida campestre mediante versos que hagan una apología del
trabajo ahí, los hombres de campo son realistas y como tales saben que “las
tortillas se hacen con maíz y no con palabras” como lo afirmaba el
revolucionario mejicano Emiliano Zapata, tampoco se trata de restaurar la
teoría de Francisco Quesnay (siglo XVII)
que defendía la tesis, que la única actividad productiva generadora de riquezas,
es labrar la tierra, sosteniendo la esterilidad social de la actividad
mercantil e industrial. Esa tesis se enfrentó con la del mercantilismo que sostenía que la riqueza
dependía del comercio. No se trata de confrontar criterios, se trata de valorar
en su justa dimensión y efecto, la contribución
social que realiza la actividad productiva del cultivo de la tierra, se reclama
el apoyo que debe darse al habitante de la zona rural.
Buenos gobiernos o buenos inviernos
Es la expresión
acuñada para graficar una realidad, en definitiva: el hombre dedicado a la actividad agropecuaria
depende de la bondad y el comportamiento de la naturaleza, que lamentablemente
es imprevisible, quien cultiva la tierra
está a expensas de que existan buenos inviernos, la experiencia en Manabí nos
enseña que durante épocas de sequía hubo una estampida de campesinos a zonas
donde existen mayores precipitaciones lluviosas, eso explica el acelerado
crecimiento que ha tenido Santo Domingo de los Tsáchilas y su zona de
influencia, la región que más creció en el país, hacia esa zona emigraron
muchos campesinos sobre todo de Manabí y Loja.
Hacia un cambio del modelo mercantil al productivo
En la actualidad
prevalece la actividad comercial y de servicios, es decir, el sector terciario
de la economía, en desmedro de la actividad económica primaria (la productiva),
y de la actividad económica secundaria (industrial), incentivar con fuerza la
actividad productiva y privilegiarla, es una medida válida que ayudará a
descongestionar el acelerado crecimiento urbano y permitirá equilibrar una
economía saludable para el bienestar general y sobre todo para los sectores de
medianos y pequeños ingresos, que son los que más contribuyen a generar empleo
y a la circulación de riqueza, aquella política disminuirá la concentración de
la riqueza en pocas manos.
Orfandad
de previsiones metereológicas
Lamentablemente
las previsiones meteorológicas no ayudan en nada al hombre de campo, los
criterios más cercanos son aquellos que prevén posibilidades de 50% de lluvia o
no lluvia, la otra predicción es de carácter cruel, tal vez haya un invierno
riguroso o de escasas lluvias, en definitiva no se puede anticipar confiablemente
nada de los organismos del Estado encargados de hacerlo, sobre cuál será el
comportamiento de la estación invernal, este hecho, simple y llanamente deja en
la incertidumbre al hombre del campo, acostumbrado a predecir inviernos en base
a su observación de la luna, a los calores más o menos fuertes que siente, a la
formación de nubarrones. Incluso con mayor lógica advierte que el llamado
“fenómeno del niño” es cíclico, a manera de referencia hubo este fenómeno entre
los años 1982-1983, se repitió en 1998-1999, estaría por darse entre 2013-2014,
en toda esta falta de predicciones con algún nivel de certeza, no se permite
elaborar planes firmes para la actividad agropecuaria, hay que admitir que el
hombre del campo no previno que la deforestación contribuiría a afectar la
frecuencia e intensidad de las lluvias, en todo caso en el aspecto
meteorológico no existen en el país predicciones que inspiren alguna seguridad,
la mejor solución termina siendo “sacar el paraguas por si acaso llueve, o si
no, se lo utiliza para neutralizar los rayos solares”, en eso no hay
desacuerdos.
Escasez
de mano de obra
La actividad
agropecuaria es cada vez más escasa de mano de obra, aquello limita el
emprendimiento, además de la irrefrenable migración del campo a la ciudad,
aunque sí resulta una paradoja, que muchos de los migrantes a España fueron a
trabajar en faenas de campo. Hoy el campesino trabaja solo media jornada en la
mañana, el antiguo “de sol a sol”, es decir desde que el sol aparecía hasta que
se ocultaba, es parte de los recuerdos, historia pasada. Esa situación también
conspira para que exista una mayor actividad de pequeños o medianos empresarios
agropecuarios.
Julio/2012
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