jueves, 12 de enero de 2012

Entrega de Acuerdo de Asamblea Nacional Legislativa



He preferido escribir unas cuantas líneas para expresar lo que un hombre digno y honesto debe hacer, ser grato con quien con su deseo, con su decisión, con su gran generosidad, es la que ha hecho posible este acto, la doctora Marllerly Vásconez, para ella mi gratitud de siempre, decirles también gracias a ustedes amigos y amigas que me honran y enaltecen con su amistad y que han querido acompañarme en este especial momento de mi existencia, que se han robado unos momentos de su agitada y ocupada agenda, para asistir a esta sencilla pero no menos emotiva ceremonia. Soy consciente que nada gratifica ni recompensa más en la vida, desde un punto de vista dialéctico, que el reconocimiento, no para decorar las paredes de un cuarto u oficina, sino como estímulo a lo que significa el recorrido de un ser humano por la vida, aquello nos alegra mucho más, cuando es fruto como en este caso, del gesto espontáneo, noble y desprendido de una Asambleísta Nacional, afortunadamente nacida en Manabí, quien a nombre y en representación del más alto foro de una democracia, como lo ha sido y es el Poder Legislativo de una República, como es el caso del Ecuador, me hace entrega de tan especial Acuerdo, en este anochecer de inicios de este nuevo año.

Recibo esta nueva distinción alentado por el que ha sido el más encendido placer de mi vida, el de ser útil a los demás, sé que eso fue lo que siempre quise hacer , procurar ser útil a los demás y no utilizar a nadie, el verbo pedir jamás fue parte de mi léxico y obrar cotidiano, preferí sin pausas ni falsas modestias, buscar como dar y hacer todo lo que me fue posible por la juventud, por Manta, por mi provincia, por mi país, aquello explica el haberme dedicado a esa ocupación tan hermosa que es la de ser docente, esa fue mi vocación no mi profesión, que es la de Abogado, ni es mi actividad ancestral que es la agropecuaria, el ejercicio de la cátedra me ha hecho sentirme permanentemente joven, nunca dejó de palpitar en lo más hondo de mi pensamiento y mis sentimientos, el obrar con el entusiasmo, la ilusión, el optimismo del adolescente del Colegio, del joven de la Universidad, por ello me siento espiritualmente joven con muchas vivencias y algo de experiencia, por eso sigo apostando por una sociedad donde la libertad, la igualdad, la fraternidad, la justicia, no sean una quimera, he soñado y sigo soñando con una sociedad en la que seamos conscientes de nuestros derechos y de nuestras responsabilidades, donde prevalezca lo real sobre lo aparente, en la que la sinceridad sepulte a la farsa, donde la solidaridad eclipse el egoísmo y la mezquindad, una sociedad en la que la verdad resplandezca y la mentira sea socialmente despreciada, una vida en que la ciencia y la experiencia se complementen, todo ello sin dejar de entender que existen utopías y realidades, sin olvidar que mi padre me enseñó que existen leyes para proteger el derecho a defenderse del más avezado de los delincuentes, pero no existen leyes para proteger las tonterías de un iluso, el ilustre profesor Albert Einstein nos repitió “no olviden que la estupidez es lo que más libremente circula por el mundo”, por eso me tiene contento en la vida el saber que comprendí el profundo e inigualable filosofar de los griegos en su época de oro, que nos enseñaron que solamente gozando de salud, tranquilidad y buen ánimo, es posible sentirnos muy bien, si a eso se añade el pensamiento aristotélico, que sólo con la práctica permanente de las virtudes humanas seremos felices, puedo decir con la más certera convicción, que vivo una vida feliz, sin perturbaciones anímicas, que he aprendido y eso es bastante, a apreciar el lado bueno de la vida.

Lo antes expresado no me hace ignorar que la vida constituye un proyecto en permanente construcción, un constante aprendizaje, el saber rectificar errores se convierte en un imperativo axiomático, la perfección sólo es admisible en la fe que se tiene en los seres y creencias divinas, aquello nos impone como seres humanos saber escoger una ruta de vida que debemos transitarla con apego a nuestros principios o valores, a los dictados de nuestra conciencia, sabiendo que no somos átomos dispersos en la inmensidad del cosmos , somos parte de un planeta en el que tenemos el privilegio de tener el uso de la razón, que podemos y debemos utilizarla para obrar con sensatez, para conocer y comprender las contradicciones de la vida, para entender que debemos respetar a la sociedad y nuestros semejantes.

Pero el escogitamiento de esa ruta debe ir acompañada de la necesaria seguridad y confianza que nos evite zozobrar en el pleamar de los adelantos científicos y tecnológicos del mundo de nuestros tiempos, en los retos y desafíos que se nos presentan, debemos aprender a superar los escollos que inexorablemente van apareciendo en el caminar de nuestra existencia, ésa seguridad y confianza sólo la proporciona el conocimiento que tengamos de nosotros mismos y del escenario social en el que desenvolvemos nuestras actividades, aquello sólo es factible conseguirlo con educación, por eso ésta se convierte en el más importante factor formativo de una persona, sólo así estaremos en condiciones de no caer en tentaciones que nos vuelva permeables a las señales de desvíos que se nos presentan en nuestro peregrinaje vital.




Soy un hombre de ideales sólidos y eso me acerca a convivir con la esperanza, sigo creyendo que la lucha porque brille la justicia debe ser un anhelo y una lucha sin plazos, sin desmayo, sin vacilaciones, sin prisas ni arrebatos, creo en la posibilidad de una convivencia civilizada en que el respeto y la decencia no sean estropeados por la patanería insolente y tosca, de los que usan la violencia y el insulto agresivo para alcanzar sus torcidos propósitos, eso es contrario a la racionalidad, la prepotencia únicamente logró por enseñanzas que nos facilita la historia, envanecer el ego del aspirante a brabucón, pero jamás ayudó a mejorar las relaciones interpersonales en las que busquemos compartir halagos y dificultades, a escucharnos mutuamente en diálogos que nos comuniquen, que en fin de cuentas se convierten en el sustento indispensable para alcanzar una vida en común que aporte a la solidaridad, al bienestar compartido y al imperio de la paz, fin ulterior de una vida en sociedad, lamentablemente el galopante avance de la tecnología y de los medios de comunicación, están logrando que cada vez nos comuniquemos menos de una manera interpersonal y directa, los mensajes vía telefonía móvil, se van convirtiendo en un medio de comunicarse entre los seres humanos.

El otro día miraba en televisión algo que graficaba la actual vida familiar, padre, madre e hijos, estaban con su celular leyendo mensajes, la empleada doméstica les habló que estaba lista la comida, todos siguieron concentrados en sus teléfonos, la empleada doméstica entendió lo que pasaba, les puso un mensaje múltiple diciéndoles que la mesa estaba servida, todos al recibirlo se levantaron al instante.

Soy un convencido que solamente la educación nos hace libres e iguales, hay que hacer todo cuanto se pueda por fortalecerla, por mejorarla, en el balance final únicamente somos dueños de lo que sabemos, del acervo de conocimientos adquiridos en y durante la vida, cualquier bien material que poseamos por valioso y fuerte que sea, siempre será fungible, nada garantiza su existencia ilimitada, todo es transitorio en la vida, incluso nuestra vida es frágil y se acaba, porque tengo esas convicciones, he apoyado una reforma educativa que tenga como ejes y preceptos fundamentales la calidad y la equidad, ésos son los pilares insustituibles sobre lo que se debe edificar un proceso educativo que busque alcanzar un excelente nivel de conocimientos y una definida inclusión social, con igualdad de oportunidades para todos y todas, que estimule la dedicación al estudio, la investigación, que nos sirvan de transporte para hurgar en las entrañas de la ciencia, que nos aliente en los afanes de realizarnos en nuestras aspiraciones humanas, esos son los insumos que nos facilitarán formar mejores ciudadanos y ciudadanas que nutran de civismo al colectivo social, ellos y ellas son los cimientos sobre los que se puede edificar una mejor patria, cuyos sagrados intereses no pueden servir de pretexto para promover slogans, que sólo sirven para un mercadeo artificioso de productos, incluyendo el de mediocres u oscuros personajes.

Se me ha conferido la presea Vicente Rocafuerte, ilustre patricio que nos enorgulleció como país en las Cortes de Cádiz en España, no sólo nos representó también fue un enviado plenipotenciario de México, con su elocuente oratoria hizo flamear el nombre de nuestro país, su defensa de la independencia de las diversas colonias americanas, no conoció de claudicaciones, su apasionada lucha por la libertad lo convirtió en abanderado de la revolución civilista del 6 de Marzo de 1835, que nos permitió terminar con el dominio del militarismo venezolano representado en aquella época por Juan José Flores, fue un defensor del orden, de las finanzas del Estado, de la instrucción pública, porque comparto esas tesis, es que asisto a esta ceremonia con plena conciencia de que este acto no es incompatible con mi forma de ser y pensar, por ello termino estas frases, diciéndole a usted Doctora Marllely Vásconez, que así como hay que olvidar lo desagradable e ingrato de la vida, deben recordarse y no deben olvidarse gestos que como el que usted ha organizado, está revestido de una desbordada calidad y calidez humana.
Muchas gracias

(Palabras pronunciadas tras el reconocimiento otorgado por la Asamblea Nacional, el lunes 9 de enero de 2012 en el campus de la ULEAM, en Manta)

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