miércoles, 9 de junio de 2010

Manuela Saenz y su rol libertario



En la cuna de Alfaro -en este Centro Cívico que afortunadamente ha sido construido en Montecristi para la necesaria difusión y recuerdo de acontecimientos históricos y el sano esparcimiento de ideas y tesis provenientes de todas las comarcas de la patria y de fuera de ella- hoy día víspera de una de las más gratas fechas de nuestro calendario (el 5 de Junio), en el itinerario de un peregrinaje con el que justicieramente se rinde homenaje a una indiscutible heroína de nuestro Ecuador profundo, Doña Manuela Sáenz, aquella quiteña nacida en 1793 en la entonces Recoleta de 60.000 habitantes que era el Quito de esa época, que se convirtió desde el 16 de Junio de 1822 en la confidente, compañera y amante de Simón Bolívar, cuya unión y abrazo eterno por ideales comunes los volvió inseparables hasta la muerte del Libertador.

Sin duda Manuela Sáenz no nació para la apacible vida del hogar, sus estudios en el convento de Santa Catalina le sirvieron para aprender y hacerse mujer, su temperamento la hicieron amar la acción, a luchar por sus convicciones, por sus creencias, la comodidad aburguesada, la rutina diaria, nunca fueron de su atracción o simpatía, a eso se debe que su primer matrimonio con el caballeroso médico inglés, James Thorne, quien le doblaba en edad y con quien se casó en 1817, haya sido un matrimonio típicamente convencional, efímero, en la que quizás lo hizo por complacer los requerimientos paternos, pero nunca según lo relatan historiadores autorizados existió un verdadero amor y compatibilidad en aquella unión matrimonial. Sin duda su vida le tenía reservado otro rol y era el de su presencia y cercanía al lado del Libertador Simón Bolívar en los cruciales años de la gesta emancipadora, que marcaron indeleblemente para la posteridad numerosos acontecimientos en nuestra vida republicana, por eso fue testigo y protagonista del encuentro de Bolívar y San Martín en Guayaquil, por eso no le fueron ajenas y fue activa militante en las Batallas de Pichincha y Ayacucho, supo e intervino en el conflicto entre el Libertador y Santander, conoció de la rebelión de Córdova, de la disolución de la Gran Colombia, eso la llevó a realizar una estratégica acción para salvarle la vida a Bolívar en una emboscada, por esa acción valiente y talentosa el propio Libertador la bautizó como la "Libertadora del Libertador", hermosa frase que la distinguió y honró para siempre, a quien por su estirpe de combatiente por los más altruistas anhelos humanos, San Martín le confirió en Lima el título de "Caballeresa del Sol".

Pablo Neruda el eximio poeta chileno y latinoamericano, la elogia con galantes y poéticas definiciones y la denomina como la "Julieta Huracanada", "Sirena de los fusiles", "Ángel color de espada", "Pequeña criolla traficante de miel y de pistolas", "Vida imposible de traducir a muerte", su singular valía hizo que cuando ella murió Neruda la considere como la "Insepulta de Paita", su vida se había convertido en un emblema para ser empuñando por quienes aman la libertad, la igualdad, la fraternidad humana, principios que heredaron de la Revolución Francesa e inspiraron las luchas de Bolívar y Alfaro. En esa unión de amor puro, vehemente, apasionado y profundo, Neruda nos relata se fundieron la brasa con el agua, me atrevo a agregar el beso ardiente de la noche con el ósculo tierno de la aurora.

Sin duda la Hacienda de Catahuango, de propiedad de la familia de Manuela Sáenz, donde ella acudió desde niña a escuchar cuentos, a cortar flores, a contar estrellas, sólo le sirvió para sentir el viento pujante de la Historia, ahí en esa campiña con olor a naturaleza recibió la invitación a una lucha que sólo terminó con la muerte del Libertador en 1830, muerte de su ídolo que la hizo pensar en el suicidio, posteriormente ella fue desterrada al Perú, país del que ya no quiso volver jamás, no obstante que el Congreso del Ecuador años después había autorizado su retorno.

Fue justamente en la Hacienda Catahuango donde Bolívar y Manuela construyeron su nido de amor y forjaron el uno y la otra la más dulce e invencible de las memorias, la memoria del corazón, por eso los recuerdos siempre tuvieron permanente actualidad entre ambos, junto a su amado ella revivió sucesos como si hubiera asistido a todas las acciones del Libertador, como si hubiera asistido a todas ellas como testigo presencial, sin lugar a equívocos, Manuela Sáenz se convirtió en la más leal y cercana persona con quien Bolívar compartió su vida, aquello la hizo sentirse copartícipe y coautora de las grandes gestas de Bolívar, por eso el Ecuador entero la considera parte actora de nuestro nacimiento como país, de este país al que nuestro Alfaro lo dotó de alma nacional a inicios del siglo XX con su espléndida gestión de indiscutido y preclaro estadista.

Hoy Tatiana Hidrovo, la inmensa y docta historiadora manabita, nos convoca para rendir un prosaico homenaje ciudadano a los despojos simbólicos de Manuela Sáenz traídos desde Paita, despojos que con el latido de sus acciones de fecunda contribución a nuestro insigne Libertador se unen en un abrazo de amor a la libertad, de fidelidad a sus ansias infinitas de justicia, de su patriotismo a toda prueba, con las cenizas de ese incomparable gigante de la historia de nuestro Ecuador, el General manabita Eloy Alfaro, cuyo Mausoleo y este Centro Cívico construido en su honor, se convierten en el escenario apropiado para recibir a tan ilustre compatriota, cuyas huellas de amor por su país sirvieron para enterrar en lo más hondo del espíritu nacional, indestructibles cimientos para la construcción de una patria independiente, digna y soberana.

Las cartas de Bolívar a Manuela Sáenz contienen expresiones de un amor puro, radiante, único, irrepetible, Bolívar le expresaba "a nadie amo, a nadie amaré. El altar que tú habitas no será profanado por otro ídolo” y a veces conocedor de la entrega de Manuela a la causa emancipadora, le transmitía sentimientos en el que se sentía culpable y le expresaba "Un destino cruel pero justo nos separa de nosotros mismos", "nos arrancamos el alma que da la existencia para regalarnos el placer de vivir", "estarás sola aunque al lado de tu marido, yo estaré solo en medio del mundo", "solo el orgullo de habernos vencido será nuestro consuelo" frases brotadas del gran romanticismo que caracterizaba a Bolívar y que alegró y estimuló su existencia vital.Tal fue la unión de Manuela Sáenz con Simón Bolívar que desterrada en Paita revivió recuerdos de un glorioso ayer desvanecido para siempre, por eso escribió su célebre frase "yo amé al Libertador, muerto lo venero", es que ella fue la depositaria de sus documentos y sus glorias hasta el día de su muerte, ya en su destierro la visitaron hombres ilustres como Simón Rodríguez, Ricardo Palma, el gran Garibaldi, así vivió acompañada de los gratos recuerdos que llenaron su vida hasta 1859 en que falleció asfixiada por la difteria, las cartas y documentos que tan celosamente guardaba fueron devorados por el fuego, bajo el argumento de que el temor de la peste se extendiera, la Hacienda Catahuango que fue el sitio donde vivió los más excitantes momentos de amor con Bolívar fue vendida afortunadamente a una Fundación que sostuvo con los fondos de la Hacienda una Escuela y un Colegio como Manuela y el Libertador lo hubiesen querido Manuela Sáenz y el Libertador fueron conducidos por un mismo sueño, por ilusiones que compartían, por eso enterraron hipócritas pudores para avanzar por el camino sin límites ni ocasos a la inmortalidad conquistada en el campo del honor y de múltiples batallas, sin duda estuvieron juntos por los más elevados afanes de contribuir a edificar una mejor vida para todos y todas los y las ecuatorianos y ecuatorianas, su cómplice unidad dejó encendida para siempre la antorcha del idealismo que profesó y practicó esta singular unión sentimental, a la cual el Ecuador les debe mucho. Que hoy día en los inicios del siglo XXI, su paso por estos senderos patrios ilustre Manuelita, alimenten nuestro espíritu para que nunca abdiquemos de nuestro legítimo derecho de vivir en un ambiente donde resplandezcan la paz, la libertad, la justicia, el derecho, la moral y en definitiva las más altas virtualidades humanas, por las que ofrendaron su vida esta pareja que aprendió a vivir cobijada por el más noble, puro y profundo sentimiento del amor, que lo transformaron en una vehemente acción y actitud que invariablemente buscó mejorar el bienestar y calidad de vida de sus compatriotas, vida maravillosa que merece ser narrada de la mejor manera posible.